Tuesday, September 17, 2013

Cuentos, ficciones y vacíos

Cada vez me pesa más escribir ligerezas, redactar cuentos o crear personajes. Toda mi motivación para generar ficciones recaía sobre un tímido deseo escapista; una leve renuncia a lo insípido de un presente (ahora pasado) por demás desabrido y un tanto deprimente. Tal vez no en ese bello sentido melancólico de la existencia toda; pero más como una incomodidad, una molestia inercial ante una vida demasiado paciente, demasiado segura, demasiado indiferente.

En ese entonces me resultaba sencillo crear mundos extravagantes, intrigas por demás complejas y una gama de personajes que surgían de mosaicos oníricos ahora incomprensibles. Sus historias eran sentimientos. Su esencia eran pasiones. Sus mayores cualidades y sus más terribles y detestables defectos eran añoranzas emocionales; carencias propias y deseos apagados, ahogados e ignorados.

Lo divertido es que posiblemente hasta hace escasos minutos que escribí el párrafo anterior esto cobró verdadero sentido. Puede ser que en esas mínimas e inconsecuentes realizaciones se encuentre mi extraña pasión por el devenir escrito, ese extraño gusto de soltar caudales de pensamiento y no saber en lo que puedan desembocar.

Ya no puedo escribir ficción. Una declaración bastante atemorizante considerando que aun pretendo hacer pasar por falsas la colección de experiencias de mi vida. Nunca he sabido de quién me escondo o para qué. La exageración me es detestable en un texto y el abuso de imágenes para expresar sentimientos aún es un vicio del cuál disfruto; cómo muchos otros reprobables hábitos en mi vida.

¿Qué existe más complicado que escribir un diálogo sensible? Me desgasta pelearme con la realidad y rogarle a la verosimilitud. Es cansado ser coherente al crear mundos. Me agotan los detalles que implican el describir un cuarto vacío y prefiero dejar de lado el frágil deseo de autodestrucción que produce un conflicto existencial irreal.

Añoro volver a escribir ficción. Me gustaría volver a tener la fuerza para hacerlo; la visión, la paciencia, la irreverencia, el arrojo y la comprensión de un mundo existente; pero irreal. Pero también he dejado de creer en las grandes historias, en las guerras y los ideales, en la épica de conflictos grandiosos y destinos heroicos. He perdido la ilusión de la magia, de la esperanza, de palabras como amor, libertad, justicia y valor. Los discursos que hubieran motivado naciones enteras me parecen absurdos. El presente y la nefasta realidad de una sociedad que parece desear su destrucción y fracaso agotaron… extinguieron la flama de sentimientos virtuosos; de alegorías bellas y dramáticas de ingenuidad humana.

Ahora solo siento lo trágico de la individualidad, lo angustiante de vacío tras vacío de un Universo comprensible pero tan angustiantemente inmenso como nuestra propia ignorancia sobre él. Me da un poco de miedo el presente y a pesar de mi reconciliación con la insignificancia no puedo dejar de preocuparme, alterarme y enojarme ante el poco respeto que le tenemos al existir.

Para bien o para mal, es solo en los instantes que se subliman dentro de un escrito que no pretende emular realidades que siento toda esa angustia que quiero expresar. Esa realidad innegable de las cosas y del estado de nuestra humanidad. Una humanidad genérica hasta en los sentimientos que produce. Que brutal ironía que solo hablando de uno mismo se intente describir a los demás; a todo lo demás. Hasta en eso soy arrogante.

El escrito ficticio que cautiva es el que en realidad no lo es. Son los cuentos más cercanos a nuestro sentir los que recordamos; esos que parecieran redactados a partir de nuestro destino irrealizable, de nuestras angustias más devastadoras, de nuestras alegrías más inconsecuentes, nuestros miedos más irracionales y nuestras vulnerabilidades más arraigadas. Son las ficciones que nos quiebran por dentro aquellas lecturas que más se apegan a nuestra realidad. ¿Qué nos queda entonces? No me gustaría pensar que hemos perdido incluso el reino de lo irreal.

2 comments:

Unknown said...

Me voy por meses, regreso y todavía está Debbie Downer este pedo.

Nocierto. Te quiero mil

'ElectroPOP ♥.' said...

Es vernos a nosotros dentro de las historias ficticias lo que nos hace apreciarlas más. Es parte de nuestra naturaleza humana, querernos tanto que valoramos más lo que nos recuerda a nosotros mismos.

Abrazo de oso, fiesta!