Monday, March 28, 2011

Sobre hablar muy poco

Cuando se habla, se debe hablar muy claro. Cuando se escribe, aún más. La ambigüedad es un enemigo de la verdadera expresión; sin embargo a veces es díficil salir a la calle con un vestido trasparante. La problemática nunca ha sido sencilla, por un lado escribir en párrafos opacos y con oraciones que en su luminosidad distraen es como gritar sinsentidos al viento. Por otro, el venir aquí a verter los pensamientos sin tener un vaso donde hacerlo es tan trágico como quedarse callado.

El silencio, aunque valioso, siempre termina por ser peligroso e inerte. No destruye, pero tampoco permite que nada surga mientras se encuentra presente. Lo terrible es cuando incluso en nuestro interior dejamos de escucharnos, cuando nuestra alma se vuelve un vacío sin interpretación.

Es triste, tal vez, que todo se encuentre dentro del lenguaje; o más bien, que no haya nada fuera de él. Pues incluso todo lo indefinible, inexplicable e inexpresable toma sus imágenes y sentimientos de algo que sí podemos expresar. Lo complicado es hacerlo.

Es una verdad universal el que estamos separados... incompletos por decirlo de alguna manera. Si observamos el Universo desde muy muy lejos, su caos no es más que el perfecto orden de una infinidad de estrellas con mucho espacio vacío de por medio. Pero al acercarnos no vemos más que almas incompletas que día trás día erran en su andar.

Y así, intentamos comunicar ese abismo que irónicamente nos llena por dentro. Se siente a veces un tanto rídiculo expresar esa gama de sentimientos que al final son comunes porque su fuente es la misma y su naturaleza es, claro, inexistente. Por eso es díficil hablar de manera clara a veces, especialmente cuando lo que se siente es el tejido de la vida misma, el sentimiento de una unión no satisfecha o una soledad no justificada.

El decir las cosas como son (desde adentro) es simplemente colocar una fotogafía más. Otra imagen de una iglesia, montaña, río o persona que nadie puede ver con la misma claridad, intensidad y sentimiento con que fue percibida por el sensible ojo humano. No importa que tanto detalle o explicación se pretenda dar, el ver un retrato de la conquista de una montaña nunca será lo mismo que el sentir del viento y las nubes de ese frío atardecer en su cima.

La empatía no es suficiente para recrear lo que algunas líneas sinceras pretenden expresar. Por eso es inútil hablar con la claridad de la vivencia específica. Lo específico de tu ansiedad lo vuelve tan mundano que pierde su toque de humanidad y se convierte en otra canción más de sentimientos reciclados.

Es por eso que no puedo venir aquí y escribir una carta a todas esas personas que con una mirada, una sonrisa, un comentario, una lágrima, un beso, una señal de desdén, una muestra de aprecio, un apretón de manos, un abrazo inesperado, un roce de cuerpos, una caricia en la cara, un baile, un grito, un guiño, un movimiento de muñeca, una leve carcajada, un golpe, un empujón, un tímido saludo, un íncomodo encuentro o una melancólica añoranza hacen que de repente mi vida se sienta completa y a la vez... terriblemente vacía por no poder decirles nada de todo esto que acabo de escribir...

Sunday, March 27, 2011

Yo soy tú. Tú eres todo.

Me es complicado escribir sin preguntar. Sin arrojar cuestionamientos un poco hacia al aire, un poco hacia a mí.

Hay muchas cuestiones que discutir, muchas cosas que dialogar. Porque de entrada el diálogo es la base del desarrollo de ideas y conceptos. Pero no me quiero desviar de la pregunta estelar del día de hoy:

¿Quién soy yo?

¿Quién eres tú?

De entrada ambas me parecen la misma pregunta. Yo soy tú y viceversa. Sin embargo esa es cuestión a parte. Aquí yo me pregunto a mí mismo y tú me preguntas igual.

El día de hoy aprendí... o más bien, comprendí o recordé que esta pregunta es indespenable para poder salir allá afuera y lograr lo que sea que queramos cumplir. Ya sea en nuestro entorno, o en nuestro interior (que al final, es prácticamente lo mismo).

La pregunta ya de entrada es complicada. Tres palabras, de las cuales dos conllevan ya un peso exorbitante. “Soy” es una afirmación casi tautológica, por lo menos en un sentir meramente superficial de la cuestión. Aún así, lo que va antes o después puede ser tan trivial como abrumadoramente verdadero. Desde lo más irrelevante hasta lo más desgarrador, la afirmación por sí sola es reconfortante; pero no por ello menos dolorosa.

¿Qué podemos ser? Y de todo eso, ¿qué es lo que somos?

Aqui viene entonces la traicionera palabra “yo”. Dos letras que mal usadas han destruido generaciones enteras. Su peso es el de la vida misma; pues representan nada más ni nada menos la totalidad de todo nuestro ser. No hay nada afuera de esas dos letras.

Viéndolo de esa manera, ambas palabras pueden al final ser una misma. Yo soy. Soy yo. ¿Qué es lo que soy si no soy yo? ¿Quién es yo sino lo que soy? Es incluso un poco inquietante como estas palabras poseen total inmunidad al tiempo. Lo que soy, fui o seré al final es ese “yo” que parece indefinible. Es ese “yo” suspendido en el tiempo es el interés principal de este simple (pero profundo) cuestionamiento. Al final el “yo” es tanto ahora como siempre, y por ello fuera del tiempo. Eterno, no en nosotros, sino en el Universo.

Entonces, si el “yo” es para siempre (y para siempre ha sido), el soy es lo que le da esa temporalidad a veces tan necesaria para hacer sentido. El ser es potencialidad, es posibilidad, es infinidad de caminos, muelles, nubes, barcos y humo (por supuesto que hay humo).

Nosotros no solo somos lo que hoy por hoy decimos (o creemos) ser. También somos todas esas posibildiades fallidas, perdidas, ignoradas o remplazadas. Somo todo aquello que no fuimos por el hecho de ser. Somo todo esto que somos por el hecho de no haber sido. Somos todo lo que seremos por el solo hecho de vivir.

Al final lo anterior se vuelve problemático. La apertura absoluta paraliza. El horizonte es tan grande y tan profundo que da la impresión de estar vacío. Y entonces, nos asustamos. No sabemos a dónde ir ni a quién preguntar. A veces no nos queda más que dormir y rezar.

Y con ese miedo huimos a los lugares ya definidos. A los espacios ya bien delimitados. Corremos a llenar los huecos que todo mundo nos ha dicho que no conviene dejar vacíos. Entonces, poco a poco nos empezamos a clasificar, a limitar, a definir. Donde el problema es que todo esto es indefinible.

Así poco a poco vamos cayendo en una prisión manufacturada por nuestro mismo miedo de entender lo que somos. Le vamos cediendo cada vez más y más de nuestra vida a los compromisos de roles creados para simplificar y estandarizar. A actuar como la norma indica que tal o cuál debe actuar. A llenar el rol para el que fuimos “destinados”.

La clasificación es innecesaria en relación a que al final... el chiste... es ser humano. Y si ya tenemos esa parte clara, no hay porque complicar lo restante que en realidad es tan sencillo.

Sunday, March 6, 2011

12 stars, 12 moons and a Universe filled with empty spaces

Have you ever heard the noise of a thousand suns collapsing?

Have you ever seen the last shine of a dying star?

Have you ever felt the tremor of the burning earth?

Have you ever listened to the song of a dying world?

Have you ever smelled the aroma of the withering night?

Have you ever... felt.... truly alive?

I have...

and I will...

Saturday, March 5, 2011

Con colores claros

Hay veces que veo mi vida como una extraña fotografía. Veo el comedor de mi casa... las cortinas de mi ventana... y los tenues colores del exterior y por un segundo me siento fuera de mí. Me siento como un espectador más en un extraño y viejo programa de televisión.

Me siento desconectado de todo lo que soy. Confundido por mis propias acciones y perdido en mis propios sueños. Me siento como más claro y a la vez más opaco. Tráslucido y ligero; pero intranquilo. Como si todo lo que tenía planeado estuviera destinado a no suceder.

Es extraño, pero siento un terrible sentido de tragedia por mi futuro. Una nostalgia injustificada de cosas que todavía ni siquiera suceden, un deseo muy profundo de no hacer nada más que seguir recorriendo ese brillante camino tan aburrido y común que todos conocen ya.

Ya no es cansancio... no sé lo que sea. Pero cada vez siento que tengo menos material con que trabajar...