Tuesday, May 24, 2011

Recordando (si hubiera muerto)

Es extraño y tal vez inútil el ponerse a pensar en eventos que nunca sucedieron. El recrear memorias y alterarlas con toques de ilusión o, incluso, cubrirlas con el velo de alguna sombría posibilidad. Los acontecimientos que sucedieron el fin de semana pasado en las inmediaciones del Café Iguanas me hicieron recordar como era la escena de la música electrónica del Monterrey de ayer.

Es de todos bien conocido que lugares como el mencionado, así como otros locales del barrio antiguo, movían desde entonces estupefacientes de muchos tipos. Un mercado solapado tanto por la pasividad civil como por la misma autoridad municipal. Consumidores, distribuidores, policías, gobernantes y empresarios coordinaban un polígono de permisividad que se había tornado tan normal como el mismo sonido de la música.

Pero el día de hoy no quiero analizar ese complejo problema. No quiero repartir culpas o deslindar responsabilidades sobre que se debió o se debe de hacer al respecto. Simplemente quiero recordar.

Como entusiasta de todo este espectro musical, asistía a los tan satanizados “raves” cuando tenía oportunidad. Algunos eran en el Café Iguanas, en el Karma o el Skizzo. Otros tantos eran en el impresionante y natural escenario de la Huasteca. Ahí, cobijados con la oscuridad de la noche y escondidos tras el ruido de la música, cientos de jóvenes se dejaban llevar por la euforia de la fiesta consumiendo todo tipo de sustancias psicoactivas.

El día de hoy tampoco quiero debatir sobre la moralidad del acto de consumir drogas. O sobre la diferencia entre el alcohol, las drogas duras o los enteógenos naturales. Nuevamente solo quiero recordar.

Así, alrededor de humo de cannabis, pastillas de MDMA y papeles de LSD; me dejaba llevar por los complejos sonidos de la música. La gente se desvivía bailando toda la noche hasta el amanecer. Muchos energizados por estas sustancias, otros tan solo ahogados en alcohol y muchos más, como era mi caso, únicamente intoxicados por la música y la euforia de la gente.

Hoy tampoco quiero explicar aquí mis razones (o falta de ellas) para no consumir sustancias psictrópicas a pesar de sus conocidos efectos de potencializar la percepción sensorial en torno a los sonidos, luces y colores. Por el momento solo quiero recordar.

Mi pasión y energía por la música llegaba a ser tan intensa que seguido la gente me preguntaba qué “me estaba metiendo”. O más directamente, si tenía algo de “eso” para vender o compartir. Nunca fue el caso.

Ahora, jugando con mi memoria, me pongo a pensar que hubiera sucedido si hechos violentos como los sucedidos en el Barrio Antiguo recientemente me hubieran tocado en aquellos años. ¿Qué hubiera pasado si hubiera caído muerto en un rave, entre consumidores, distribuidores de droga y cientos de personas cuyo su único error hubiera sido el amor por la música?

Es casi como si pudiera escuchar ya a la gente expresándose de mi como un “muchacho perdido”, un “pacheco sin oficio ni beneficio”, un “drogadicto cualquiera”, “escoria de la sociedad”, “malandro”, etc, etc.

Después, cuando gracias a la “creatividad” de los medios mis espacios virtuales hubieran sido explorados por el ojo público, mi pasión por el trance psicodélico y la temática de sus canciones no hubieran más que “confirmado” la sospecha de la gente. Un muchacho que escucha canciones con títulos como “LSD”, “Out here we are stoned”, “Frog machine”, “People can fly” y “Orchid extract” por mencionar algunas TIENE que ser un drogadicto.

Siento como si pudiera leer las duras cítricas a mis padres por permitir que frente a sus narices un joven llevara una disoluta vida de “hippie apestoso” perdido en la falsedad de alucinaciones catalizadas por el hashish. Es como si pudiera estar ahí cuando a mi hermana le dijeran que si me mataron fue por que andaba en malos pasos; porque me juntaba con puras malas influencias, porque estaba moviendo “mugrero” entre otras coas.

Es triste que ahora mis memorias se vean teñidas de esa posibilidad. Esto nunca se trato del miedo a ser clasificado; pues durante años me han encasillado en decenas de categorías. Esta tristeza atiende a que ahora esa clasificación se utiliza como excusa para perderle el respeto a la vida de los demás.


Sunday, May 22, 2011

En relación a las muerte en el Café Iguanas

Aquí algunas de las joyas que tweeteó nuestra sociedad regiomontana en relación a los hechos sucedidos en el Café Iguanas el día de hoy:

“Yo propongo mandar a la chingada a toda esa basura social (drogadictos, gente pendeja traumada con el narco)”

“las misas x la paz no sirven! como si los narquillos fueran a escucharlas ..¬¬ a esos dios nunca los iluminara, ya estan condena2“

“perdón si ofendo a alguién, pero por gente drogadicta estamos como estamos #mtyfollow //+1OOO ¬¬' che gentee! alivianense”

“Mi awela decia Si son Narkillos dejalos que se los lleve la Chingada”

“en serio que del ultimo lugar que quiero morir es el barrio antiguo o el cafe iguana , pinche lugar vulgar y viciado”

“Por eso no hay que juntarse con los que venden droga... ya ven los andan matando... cc: Café Iguanas/*bien dicho”

“NO MAMEN #MTYFOLLOW NO ERAN ANGELITOS YA DEJENSE DE MAMADASSSSS NO LOS MATAN PORKE SI Y EN ESA ZZZONA !!”

“Claro que merecen morir los que consumen drogas esa escoria es la base de esta piramide de mierda que nos tiene asi”

“si consumes drogas haz aportado dinero para que hayan muerto otras personas los que consumen droga SI MERECEN MORIR por complice”

----------------------------

No todos los que vamos al Café Iguanas consumimos drogas. Y los que sí no merecen morir a manos del crimen organizado...

Hay un pequeño concepto llamado "justicia" no sé si lo conozcan. Aunque sea traten de entender el de "injusticia", es mucho menos abstracto...

Si crees que los consumidores de droga merecen morir, ¿qué les parce si también matamos a los que conducen ebrios? Por mencionar algunos.. También de una vez podemos matar a los que venden y compran piratería, a los que dan mordida, a los usureros, entre otros.

¿A quién más quieren matar? ¿Porqué no matamos a todos de una vez y empezamos de cero? Digo, considerando que juzgar quién vive o muere parece ser de lo más fácil. Eso sí, matarlos sin juicio, porque eso de apegarse a un marco legal es mucho pedo...y eso de la presunción de inocencia... ¿qué alboroto no?

Y ni empiecen con sus mamadas de "pinche marcha no sirvió de nada". No hacemos putos milagros tampoco. ¿Tu que chingados estas haciendo? Y no, decir que "maten a todos los narkillos" (con k) no es proponer, es estar pendejo.

Yo no consumo droga ¿tu tampoco? ¿Ayudas a tu vecino? ¿No eres mediocre en tu jale? ¿Te involucras con tu sociedad? ¿Tomas responsablemente? ¿Ves más allá de tu realidad inmediata? ¿Haces algo con tu tiempo libre además de apendejarte en la tele y el facebook?

¿Te has detenido un minuto a cuestionar que es lo que está pasando y porqué? ¿O piensas que porque no consumes drogas ya chingaste? ¿Piensas que porque nunca has tenido la oportunidad (o los huevos) de meterte droga ya hiciste tu jale? ¿Piensas que con tu pinche pasividad ya estas ayudando a México? Que por no consumir estupefacientes ya puedes ser juez de la vida de los demás?

Get a grip on reality...

Pero eso sí... sigan chupando hasta vomitar, ese rollo es legal ¿no?

Tuesday, May 17, 2011

Puntos medios

De unos meses para acá lo que no falta es gente cansada y harta de un sinnúmero de cuestiones. Hay gente harta de la violencia, del presidente, de las marchas, del fútbol, de las noticias, de U2... en fin; de un lado a otro no saltan más que gritos de molestia, regaño e inútil discusión.

Es cansado, para cualquier frente, el solamente escuchar críticas, reclamos y denuncias con mínimos niveles de buena voluntad para mejorar ese aspecto o problemática que se pretende evidenciar. Sin embargo no deja de ser un derecho constitucional el hacerlo.

Así como recientemente miles de mexicanos marcharon para expresar su reclamo en torno al clima de violencia que se vive en el país; así muchos otros que prefirieron no hacerlo han criticado fuertemente tanto el método como el fondo y forma de la manifestación.

Un texto que me llamó especialmente la atención es el de Las Mentiras de Ricardo Alemán. Su escrito explora dos vertientes relacionadas con los crecientes ataques al desempeño del presidente Felipe Calderón. La primera atiende al asedio que ha sufrido el Ejecutivo por parte de la población general. Críticas que, argumenta, se desprenden de varias premisas falsas a las que posteriormente procede a desmentir.

Debido a que las premisas que menciona componen (en lo referente al narcotráfico por lo menos) el grueso argumentativo de lo que reclamó la ciudadanía el pasado 8 de mayo; siento que vale la pena enumerar cada una de ellas en el mismo estilo que lo hace Ricardo Alemán. Con la diferencia de que, por miedo a realizar juicios apresurados, yo no les llamaré de inmediato mentiras.

1. ¿Es responsable Calderón de las casi 40 mil muertes de la lucha contra el crimen?

Como comentaba en un texto anterior, sería deshonesto el afirmar que el presidente es el responsable directo del total de caídos en clima actual de violencia en México. Sin embargo, el no ser el autor material de esos cuarenta millares de muertes tampoco lo exonera de toda culpa. Incluso si el 100% de esos muertos fueran criminales confesos abatidos en enfrentamientos entre bandas rivales; es deber del gobierno federal asegurar un mínimo de seguridad pública, lo que incluye evitar que delincuentes se acribillen en magnitud de guerra civil dentro del territorio nacional.

2.- ¿Es culpa de Calderón no investigar esas 40 mil muertes, no localizar a los responsables y no castigarlos?

Nuevamente recalco lo inútil de hacer declaraciones exageradas. Decir que Calderón es totalmente responsable de la incompetencia con la que se han manejado estas investigaciones es tan absurdo como decir que tampoco tiene ninguna culpa en la cuestión. Diciendo que en el 90% de los casos el delito de origen es homicidio y por tanto de fuero común; se menosprecia el hecho de que muchos de los manifestantes y críticos de Calderón son familiares o personas con conocidos que no han sido asesinados; sino desaparecidos.

Es claro que el delito de “desaparición forzada” es aún un tema estrepitoso; pero el hecho de que el total de esos 40,000 muertos sean en relación con delitos de tráfico de drogas ya implica una responsabilidad compartida del gobierno federal. Eso sin considerar cuestiones como el secuestro (que sigue siendo un crimen del fuero federal) y otras agravantes específicas como la creciente (al menos en difusión) ola de crímenes contra migrantes y trata de personas; cuestiones que también competen a instancias federales.

3.- ¿Es cierto que han muerto 40 mil mexicanos inocentes?

Dicen que la tercera es la vencida. No tiene caso tratar de argumentar que la totalidad de muertos son inocentes o, en su defecto, que el 100% son criminales. Ambas son afirmaciones igual de absurdas, pero no por ello menos utilizadas por críticos y defensores de la estrategia de Calderón. Aquí se muestra un dato al cual le daré el beneficio de la duda. El Sr. Alemán asegura que más del 90% de las personas abatidas son criminales y, a como los describe, son sin duda de la peor clase de escoria que pudo habitar en nuestro país.

La verdad es que nadie es inocente en esta problemática; pero no por ello todos somos merecedores del destino trágico de estos 40 mil seres humanos. Les voy a ahorrar la cantaleta de justicia social y desigualdad de oportunidades, que a pesar de ser totalmente válida, parecer ser un tópico muy abstracto para los que defienden la cuestión esa “milenaria” del ojo por ojo. Es verdad; ser pobre no te hace criminal, pero de que te deja en condiciones ideales para serlo... en fin.

Pasando a cuestiones menos densas (porque hoy por hoy hablar de Derechos Humanos es meternos en líos), 1 de cada 10 muertos (de acuerdo al dato del Sr. Alemán) no tienen nexos con la delincuencia organizada. Aquí estamos hablando de 4000 personas referidas ya tan comúnmente como daños colaterales. Para algunos eso es solo un número, y uno no muy grande al parecer. Pero la cantidad de personas afectadas indirectamente por cada una de esas muertes multiplica la relevancia de la cifra a niveles difíciles de calcular. Eso sin contar el número de inocentes también “desaparecidos” ya sea por el narco o por algún organismo oficial, los cuales muchas veces son doblemente victimados ya que esa novedad de la “presunción de inocencia” también es algo muy progresivo para la sociedad mexicana.

Habrá que esperar a que la cifra de inocentes sea más aparatosa. ¿Con 10,000 bastará para poder reclamar justificadamente? ¿O nos esperamos a 20,000 para no fallarle?

4.-¿Es cierto que es fallida la estrategia del Estado contra el crimen?

Aquí se argumenta que lo fallido de la estrategia es un concepto falso debido a que no atañe tan solo al presidente (cosa que estoy de acuerdo). Sin embargo, nuevamente, eso no lo exime de responsabilidad. La estrategia tal vez no sea fallida; pero es tan ambigua en sus objetivos y tan misteriosa en sus métricas que parece complicado el evaluarla desde afuera. ¿Qué se pretende con dicha estrategia? ¿Erradicar a cada uno de los narcotraficantes? ¿Encarcelarlos? ¿Detener todo tráfico de estupefacientes a nivel nacional? ¿Disminuir los hechos violentos relacionados con el tráfico de drogas? ¿Acabar con la corrupción y el control de instituciones por parte de los capos? ¿Todas las anteriores?

Bien, tal vez no sabemos los objetivos específicos, pero si conocemos la situación actual. ¿Se ha reducido el crimen relacionado con consumo y tráfico de drogas? ¿Las estructuras del crimen organizado se encuentran debilitadas? ¿El Estado ha recuperado su presencia en zonas donde había dejado de existir? ¿Ha disminuido el tránsito de sustancias ilegales a otros países? Pregunto porque realmente desconozco. Y vamos a dejar los crímenes violentos de lado; porque el parecer esos tienen que aumentar porque tienen que aumentar.

La estrategia puede evaluarse como fallida desde el momento en que no se ha sabido definir. Y si esa estrategia pretende ser la gran medalla en el pecho de Calderón, creo que el lleva una gran responsabilidad de su fracaso.

5.-¿ Calderón es culpable de todo?

Obviamente no. Este punto ni siquiera vale la pena discutirlo. Solo déjenme recordarles (por cuarta vez, ¿o quinta ya?) que no tiene sentido hacer afirmaciones o negaciones totales. Pero díganme una cosa, si estoy a cargo de una línea de producción, empresa, equipo, etc. ¿sería una defensa válida el decir que he fracasado en mi trabajo por qué no supe coordinar/manejar/motivar/convencer o hacer trabajar a mis subordinados? Tal vez, pero muy probablemente me corran igual.

6.-¿ Calderón desató al avispero al emprender la persecución contra el crimen organizado y el narcotráfico?

En este punto coincido con el Sr. Alemán. La plaga del crimen organizado no lleva ni uno, ni dos sexenios enfermando nuestro país. Calderón decidió enfrentarlos y el resto es historia (y actualidad). Pero tampoco se vale escudarse de las críticas en el supuesto acto de valentía y temple de declarar una “guerra” contra un enemigo invisible y mayormente coludido en las mismas instituciones

Si Calderón quería hacer gala de su valentía siempre pudo (o puede) haber declarado el estado de excepción en las zonas donde se ha perdido la totalidad del control y así tener una guerra de verdad para no quedarse corto en comparaciones con grandes personajes de la historia mundial.

7.- ¿Es cierto que con el gobierno de Calderón llegaron la violencia y el crimen?

Es verdad, la violencia ha sido el pan de todos los días en varias regiones del país desde mucho antes de que llegará Calderón a la presidencia. También coincido en que varios de los estados que ahora se encuentran rendidos ante el narcotráfico deben su condición a gobiernos del PRI; y eso poca gente parece verlo. Pero tratando de mantener la discusión fuera de los partidos (que al parecer el hecho de no hacerlo es algo de lo que inquieta a muchos de los adversarios de las recientes manifestaciones ciudadanas) es claro que esos mismo niveles de violencia han aumentado de forma estrepitosa en algunos estados.

Coincido que había que enfrentar a esta mafia que poco a poco carcome al país. Que si hacerlo con armas y el ejército era la mejor opción o no, eso ya es otro tema (tratado brevemente en el punto 4).

8.-¿De nada sirve la captura de los grandes capos de la mafia, del crimen y del narcotráfico?

Este es un punto complejo para argumentar. Una vez más es estúpido decir que no sirve de nada la captura de estos maleantes; pero muchas veces es difícil cuantificar su impacto. Ya sea que caigan muertos, sean extraditados o puestos en alguna prisión nacional; la caída de un capo de la droga desestabiliza, aunque sea momentáneamente, al cartel donde opera.

Ahora bien, que si se ha aprovechado esos golpes para afianzar el poder del Estado sobre las organizaciones delincuentes o que si las mismas capturas atienden a una excelencia operativa en esta lucha (¿se acuerdan como agarraron a la Barbie?) también son cosas distintas. Sin embargo no se debe menospreciar estos esfuerzos y su impacto (generalmente positivo) en el combate de la delincuencia organizada.

Viendo en retrospectiva estas ocho mentiras me quedan claras un par de cosas: El grueso de la población no se toma un momento para darse cuenta que nada de lo que aquí se está discutiendo es blanco y negro. Decir que todo lo anterior es falso (sin tomar en cuenta la exagerada redacción de las premisas) es tan ridículo como decir que todas ellas son verdaderas.

Con esto me quiero pasar a la segunda vertiente del artículo analizado (porque les dije que había dos). El texto da a entender que todo lo anterior es fácilmente desacreditable desde el momento en que estos reclamos se encuentran motivados por una cuestión electoral (no política, porque esa definición es diferente).

La frase “el verdadero saldo de esta guerra no será en vidas, sino en votos” me parece alarmante por ser moderadamente ofensiva y por insinuar, como lo han hecho otros críticos de la marcha, que el sentir de inconformidad ciudadana que se está viviendo no es resultado de un proceso personal de evaluación de la situación del país y una realización racional de descontento más allá de cualquier cuestión partidista.

Al parecer, para muchos, lo único relevante de todo este conflicto sigue siendo la popularidad de los partidos y sus representantes. La muertes, injusticias, violaciones de derechos y falta de tranquilidad son temas secundarios al de la obsoleta máquina política de México. La gente al parecer no puede concebir que existe el fenómeno de la opinión individual.

Si se está en contra de Calderón automáticamente se esta a favor de AMLO, o peor aún, del narcotráfico. Nadie se ha dado cuenta que la mayoría de los que marchamos el pasado 8 de Mayo estamos tan hartos del PAN, como del PRI, PRD, PT y todo ese conjunto de banderas sin significado ni significación.

Es obvio que los fracasos de Felipe Calderón serán explotados por sus rivales políticos, como en otros tiempos le ha sucedido a muchos otros gobernantes. Pero desacreditar la inconformidad y desasosiego ciudadano por la falaz suposición de que se trata de una cuestión electorera es realmente triste.

Mientras no dejemos de pensar únicamente en términos de partidos y elecciones (que, como nos muestra la “campaña” actual de Peña Nieto, no son más que concursos de popularidad) y no nos enfoquemos en decir, hacer y, sobre todo, escuchar política como ciudadanos; seguiremos dándole importancia a lo irrelevante mientra el país se sigue cayendo a pedazos.

Wednesday, May 11, 2011

Sobre las marchas, reclamos, alternativas y demás...

Las marchas no sirven para nada” es una expresión que nunca pasará de moda. Gritarle cosas al aire es liberador, pero un tanto infructuoso. Es raro, la verdad, que el viento te responda con algo más que una suave o juguetona brisa; pero aún así es arriesgado el decir que alzar la voz es del todo inútil.

Las marchas, por su misma naturaleza, son actos simbólicos. Representan la materialización de un mensaje, un reclamo o una intención. En sí, es una forma más de expresar algo que muchas veces no permite su transmisión de maneras tradicionales.

Yo puedo venir aquí y redactarles un ensayo sobre porque el país lleva décadas precipitándose hacia el vacío. También puedo tratar de escribir un libro (o varios) sobre como el sistema capitalista de esta época esta destruyendo la conciencia de nuestra generación y las que están por venir. Puedo de forma similar intentar (dada mi poca sensibilidad artística) plasmar en un lienzo el terrible sentimiento de impotencia que siento ante nuestro carente sistema de justicia. Incluso podría tratar de componer una pequeña canción denunciando las limitaciones del sistema político mexicano actual.

Sin embargo, todos esos mensajes (con su validez o falta de ella) serían escuchados por un número muy reducido de personas, de las cuáles tan solo algunas les interesaría tratar de entender el contenido de éste. A diferencia del gobierno, de los partidos políticos, de los grandes empresarios o incluso, de los criminales; cuyos mensajes, acciones y actores reciben una dosis considerable de tiempo en los medios masivos de comunicación; la ciudadanía en general tiene pocos espacios para difundir su sentir de forma colectiva.

Una manifestación permite dar a conocer, no solo a las autoridades sino también a la ciudadanía en general, la opinión de un grupo de personas. Eso, por si solo, ya posee un valor positivo partiendo de la premisa de que se pretende vivir en una sociedad mayormente libre y democrática. Las marchas son ya resultado de una organización ciudadana previa; que sin importar la escala, representa el ejercicio de un derecho constitucional.

Más no es sorprendente que los mexicanos en su mayoría consideren el acto de una marcha inútil y ridículo. Estamos tan desacostumbrados a exigir nuestros derechos como sociedad y como individuos que cuando alguien lo hace no podemos más que sentirnos incómodos y alienados de esa persona. Es de esperarse que sí nos da pena hacer valer la garantía de nuestros electrodomésticos, pedir la devolución de nuestro dinero por un mal servicio o callar al que no para de hablar en el cine; nos desconcierte que alguien exija justicia social, instituciones responsables y un gobierno que trabaje para el pueblo y no solo para su partido.

Otros dirán que lo anterior no cambia el hecho de que una marcha no resuelve ningún problema. Sin embargo el comentario anterior es tan obvio (o incluso más) para los marchantes como para los críticos de esta actividad. Nadie pretende salvar al mundo con una pancarta; o al menos yo nunca fui a la junta dónde se acordó hacerlo. Asumir que una manifestación es concebida como el fin de alguna causa o la panacea de algún tipo de enfermedad social es tan estúpido como pensar que un partido cambiará a México, que una ley de seguridad terminará con el narcotráfico o que unas cuantas becas sacaran a la nación de su bache educativo.

Una marcha permite unir voces similares para que suenen más fuerte. Que las autoridades se rehúsen a escuchar no es un defecto de la actividad sino del sistema en el que se lleva a cabo. Una marcha permite conocer gente de intereses similares; con la misma validez que a otros les significa salir a un bar por la noche o jugar fútbol en las tardes. Una marcha es, ante todo, un espacio para crear un diálogo; tanto de los marchantes como de la población que decida escuchar. Claro, que siempre es más fácil desacreditar antes de tomar un poco de esfuerzo y debatir en el terreno de las ideas antes que en el de las actividades.

Si nos enfocamos a la marcha del pasado 8 de Mayo y el tema de la violencia en México hay mucho más que decir. Uno de los primeros argumentos en contra de la convocatoria del pasado fin de semana cuestiona por qué se le reclaman 40,000 muertos al gobierno y no a los criminales cuya responsabilidad es aparentemente mayor.

Sería intelectualmente deshonesto negar que lo anterior es verdad. Materialmente hablando no dudo que los asesinos, secuestradores y demás escoria criminal carguen en su espalda el grueso de esas muertes; sin embargo aquí hay dos cuestiones fundamentales. La primera es que aunque todas y cada una de esas muertes hayan sido perpetradas por criminales y contra criminales (lo cuál el creciente número de víctimas y desaparecidos inocentes nos dice que no es el caso), la responsabilidad de mantener un Estado seguro es finalmente del gobierno.

El segundo punto a recalcar es que el hacer un llamado a los mismos criminales a que, por su buena voluntad, dejen de hacer fechorías es tan absurdo como inútil. Lamentablemente parece ser lo mismo con nuestros gobernantes en todos sus niveles; sin embargo la premisa teórica indica que este no debería ser el caso.

Exigir resultados al gobierno no es un lujo o un berrinche. Es nuestra responsabilidad. Así como en nuestros trabajos nosotros tenemos que responder ante nuestros respectivos jefes o sufrir la agridulce experiencia del desempleo; así también nuestros representantes tienen el deber de escuchar, cotejar y alterar el rumbo si la población se los pidiese.

Si todo el párrafo anterior no es más que una guajira esperanza es porque hemos dejado pasar demasiado tiempo para hacer los reclamos pertinentes. Esa indiferencia, confundida con individualidad, tan pronunciada lleva años debilitando nuestras mismas instituciones. Si el gobierno es incompetente es porque nosotros como sus mandatarios también lo hemos sido.

Es claro que hoy no podemos esperar a que nuestro sistema político mágicamente se reforme. Si eso va a suceder es porque la misma sociedad se comprometerá a entrar a esa oxidada máquina para revivirla desde adentro. Este trabajo es de todos y tiene que ser llevado en paralelo. Y eso es lo que esta marcha representó. Una necesidad de seguir exigiendo que se respeten nuestros derechos; desde la vida hasta la libertad de caminar con pancartas contrarias al gobierno, mientras que al mismo tiempo construimos desde el corazón de la sociedad el México en el que queremos vivir.

Finalmente queda el argumento de que en las manifestaciones nunca se propone nada, o nada constructivo al menos. Asumiendo que la sola finalidad de reclamar no fuera suficiente (a pesar de que lo es) la marcha del pasado fin de semana tenía exhortaciones claras al gobierno, a los medios y a la población. Más es comprensible que esto no sea del conocimiento general. Es triste ver como los medios internacionales realizaron una mejor cobertura del evento que las agencias noticiosas mexicanas. Aún más deprimente es darse cuenta que las notas, cortas como el sueño de un estudiante en finales, son vagas, dispersas, simplistas y superficiales.

La gente asume que los marchantes solo pedían paz a secas, una retirada del ejército a los cuartales (que aunque en opinión de un servidor no es la solución, no deja de ser un reclamo válido). En el caso particular de Monterrey los planteamientos eran tan distintos y diversos como los colectivos que atendieron a la manifestación. Para alguien que no asistió y solo recibió la escueta cobertura de algún deficiente medio local es sorpresivo el enterarse que durante casi dos horas, representantes de estas organizaciones dieron su punto de vista sobre la situación actual del país.

Gritos de impotencia de familiares en busca de sus desaparecidos, invitación al respeto de los derechos humanos, planteamientos socialistas, cantos de anarquía, reclamos ante desapariciones políticas, exhortaciones de participación ciudadana, recuperación de espacios públicos, restauración por medio del arte, educación de paz, resolución pacífica de conflictos, crear comunidad a través del deporte, entre muchos otros llamados más.

Calderón continuamente invita a la población a proponer cursos de acción; argumentando que nadie lo hace. Algunos proponen retirar al ejército, otros enfocar no solo recursos (que muchas veces no faltan; pero son terriblemente utilizados) sino acciones y trabajo en cuestiones de pobreza, educación y lucha contra la corrupción institucional. Otros tantos piden que no se ataque al narcotraficante con balas para diezmar sus filas más bajas, la cuales son sustituidas rápidamente con gente cada vez más joven, sino en su economía de escala persiguiendo el lavado de dinero y su flujo irregular. Muchos también exigen que el combate a la delincuencia organizada se centre en los delitos que afectan a la población civil (robo, secuestro, extorsión, etc.) no en intentar frenar el interminable flujo de droga a un país que no ha movido un solo dedo para frenar el interminable flujo de armas al nuestro. También se ha propuesto reformar el sistema de impartición de justicia que tiene a inocentes y criminales menores presos en prisión preventiva mientras que solo un mínimo porcentaje de los presuntos sicarios que arrestan son condenados.

Otro sector clama que la respuesta es una educación orientada a la paz y el respeto de los derechos humanos en todos los niveles; desde pre-escolar hasta en los mismos cuartales del ejército. Algunos también luchan para que los medios masivos de comunicación dejen de idiotizar a las masas y hundirlos en un estupor de apatía e indiferencia. Muchos abogan también por que el gobierno regule las agresivas prácticas empresariales que con imperios casi monopólicos exprimen los recursos de la población y hacen cada vez más pronunciada la brecha de desigualdad.

Los mismos generales de las fuerzas armadas lamentan que la estrategia de guerra la decida el ejecutivo y no los estrategas militares; quiénes aseguran que si se evacuan las zonas dónde el Estado ha dejado de existir y se concentra el poder del ejército en combatir como un ejército esta entrenado para hacerlo, podrían librar una guerra que duraría semanas o meses y no años. Claro que para declarar el Estado de excepción en zonas del país se requieren mucho más que el valor y firmeza simulada que trata de proyectar el ejecutivo desplegando una “guerra” a medias.

Pero el presidente dice que nadie le ha dicho como hacer su trabajo. Y por eso saldremos, cada vez más, a gritarle al viento por más inútil que parezca. Porque cuando seamos tantos que nuestra misma voz suene como las ráfagas de un furioso tornado; entonces puede que los de “arriba” escuchen al fin nuestras propuestas y podamos todos comenzar a trabajar por un México mejor.