Tuesday, May 24, 2011

Recordando (si hubiera muerto)

Es extraño y tal vez inútil el ponerse a pensar en eventos que nunca sucedieron. El recrear memorias y alterarlas con toques de ilusión o, incluso, cubrirlas con el velo de alguna sombría posibilidad. Los acontecimientos que sucedieron el fin de semana pasado en las inmediaciones del Café Iguanas me hicieron recordar como era la escena de la música electrónica del Monterrey de ayer.

Es de todos bien conocido que lugares como el mencionado, así como otros locales del barrio antiguo, movían desde entonces estupefacientes de muchos tipos. Un mercado solapado tanto por la pasividad civil como por la misma autoridad municipal. Consumidores, distribuidores, policías, gobernantes y empresarios coordinaban un polígono de permisividad que se había tornado tan normal como el mismo sonido de la música.

Pero el día de hoy no quiero analizar ese complejo problema. No quiero repartir culpas o deslindar responsabilidades sobre que se debió o se debe de hacer al respecto. Simplemente quiero recordar.

Como entusiasta de todo este espectro musical, asistía a los tan satanizados “raves” cuando tenía oportunidad. Algunos eran en el Café Iguanas, en el Karma o el Skizzo. Otros tantos eran en el impresionante y natural escenario de la Huasteca. Ahí, cobijados con la oscuridad de la noche y escondidos tras el ruido de la música, cientos de jóvenes se dejaban llevar por la euforia de la fiesta consumiendo todo tipo de sustancias psicoactivas.

El día de hoy tampoco quiero debatir sobre la moralidad del acto de consumir drogas. O sobre la diferencia entre el alcohol, las drogas duras o los enteógenos naturales. Nuevamente solo quiero recordar.

Así, alrededor de humo de cannabis, pastillas de MDMA y papeles de LSD; me dejaba llevar por los complejos sonidos de la música. La gente se desvivía bailando toda la noche hasta el amanecer. Muchos energizados por estas sustancias, otros tan solo ahogados en alcohol y muchos más, como era mi caso, únicamente intoxicados por la música y la euforia de la gente.

Hoy tampoco quiero explicar aquí mis razones (o falta de ellas) para no consumir sustancias psictrópicas a pesar de sus conocidos efectos de potencializar la percepción sensorial en torno a los sonidos, luces y colores. Por el momento solo quiero recordar.

Mi pasión y energía por la música llegaba a ser tan intensa que seguido la gente me preguntaba qué “me estaba metiendo”. O más directamente, si tenía algo de “eso” para vender o compartir. Nunca fue el caso.

Ahora, jugando con mi memoria, me pongo a pensar que hubiera sucedido si hechos violentos como los sucedidos en el Barrio Antiguo recientemente me hubieran tocado en aquellos años. ¿Qué hubiera pasado si hubiera caído muerto en un rave, entre consumidores, distribuidores de droga y cientos de personas cuyo su único error hubiera sido el amor por la música?

Es casi como si pudiera escuchar ya a la gente expresándose de mi como un “muchacho perdido”, un “pacheco sin oficio ni beneficio”, un “drogadicto cualquiera”, “escoria de la sociedad”, “malandro”, etc, etc.

Después, cuando gracias a la “creatividad” de los medios mis espacios virtuales hubieran sido explorados por el ojo público, mi pasión por el trance psicodélico y la temática de sus canciones no hubieran más que “confirmado” la sospecha de la gente. Un muchacho que escucha canciones con títulos como “LSD”, “Out here we are stoned”, “Frog machine”, “People can fly” y “Orchid extract” por mencionar algunas TIENE que ser un drogadicto.

Siento como si pudiera leer las duras cítricas a mis padres por permitir que frente a sus narices un joven llevara una disoluta vida de “hippie apestoso” perdido en la falsedad de alucinaciones catalizadas por el hashish. Es como si pudiera estar ahí cuando a mi hermana le dijeran que si me mataron fue por que andaba en malos pasos; porque me juntaba con puras malas influencias, porque estaba moviendo “mugrero” entre otras coas.

Es triste que ahora mis memorias se vean teñidas de esa posibilidad. Esto nunca se trato del miedo a ser clasificado; pues durante años me han encasillado en decenas de categorías. Esta tristeza atiende a que ahora esa clasificación se utiliza como excusa para perderle el respeto a la vida de los demás.


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