Sunday, March 4, 2012

Breve reflexión de domingo


Es difícil el elucidar una reflexión corta sin caer en superficialidades, pensamientos incompletos, trivializaciones o desinformación. Esto, claro está, no significa que sea imposible. Profundas reflexiones son comunicadas en el más simple de los aforismos; sin embargo el expresar una síntesis de cuestiones que por sus implicaciones o simple sentido de abstracción se presentan como poco claras sigue siendo un ejercicio retador.

Más, el hecho de que algún concepto o reflexión sea “poco clara” tiende ser resultado de la falta de habilidad para expresarlo o a una carencia de análisis del mismo. Es común el querer responder a alguna pregunta o planteamiento con cualquier frente de ideas formado casi instantáneamente por nuestro arreglo de creencias. Es una respuesta casi instintiva ante alguna afirmación que se antoja debatible. La reacción como tal no es negativa; pero a veces es poco prudente. Y no por el hecho de que le debamos recato a las ideas de alguien (o de algo), sino que como cualquier reacción semi-automática sus consecuencias suelen ser imprevistas y no todos están dispuestos a asumir la responsabilidad de implicaciones que a veces nosotros mismos solo observamos hasta que la bomba ha sido detonada.

Un buen punto de partida es darse cuenta que muchas de las cosas del día a día que consideramos obvias u evidentes son realmente cúmulos de suposiciones asumidas como verdaderas por el poder de la autoridad, la costumbre o el desinterés. Cuando esa plataforma que nos soporta se muestra tan frágil, es entonces más sencillo sensibilizarnos ante el impacto de cualquier afirmación trivial reclamada con una seguridad no correspondida.

El párrafo anterior, por ejemplo, es peligroso por su misma generalidad. Una generalidad inherente y pretendida; pero no por ello menos irresponsable. Si tomamos lo expresado ahí como algo fijo, firme y coherente podemos despegar en infinidad de líneas argumentativas que oscilaran de lo ambiguo a lo profundo; de relativista a lo absoluto; de lo flexible a lo dogmático.

El hecho de que la realidad, o más bien la interpretación de ésta, no ofrezca un piso firme y definitivo del cuál partir no significa que el Universo como tal no este firmemente depositado en una objetividad verdadera y absoluta. El mundo, por ejemplo, es en sí y para sí y no requiere de nuestra interpretación subjetiva para seguir siendo como se presenta y presentarse como es.

A nivel humano, la falta de certidumbre total no debe frenar el actuar o aturdir el pensamiento. Debe tomarse en cuenta y nunca ser ignorada u olvidada. La misma naturaleza histórica del hombre muestra que mediante un sentido de colectividad global y/o evolutiva se ha avanzado (por lo menos en términos de cambio) sobre direcciones y construcciones materiales, conceptuales y descriptivas. La ciencia es posiblemente el ejemplo más contundente de este hecho. Ésta ha logrado trazar un cierto andar acumulativo describiendo con cierto éxito la fenomenología de la naturaleza. Y aunque a veces su efectividad es mal interpretada como infalibilidad y su postura naturalmente escéptica es torcida con dogmatismos casi religiosos es difícil vaciarla de mérito en su totalidad.

Por otro lado las ciencias sociales, que a mi parecer son un humanismo mal entendido; comparten muchos de los vicios intrínsecos de la actividad científica y humana sin compartir los éxitos o aciertos tan palpables del resto de las ciencias. Es ahí dónde considero que el resto de las artes liberales han triunfado en mantener su legitimidad al no tratar de restringirse en modelos que no le pertenecen y de emular mecanismos que no les corresponden.

La filosofía, por un lado, es el pivote principal de la actividad reflexiva y es bajo su misma irrelevancia asumida que logra ser tan poderosa e instrumental en la destrucción de arquetipos e ilusorios pisos conceptuales. Su efectividad no radica en ser progresiva, pragmática y útil; o en construirse a partir de ella misma; sino en lo contrario. El corazón de su método es dejar entrever que nada está claro y; aunque funcionalmente coherente en sí misma, tiende muchas veces a confrontarse, criticarse y pensarse en su misma contra.

Y ese es el eje principal de las reflexiones que pretendo impulsar. Una especie de “anarquismo” del pensamiento. Un caos inducido por la sana desconfianza, no solo de las generalidades o grandes discursos, sino esa sospecha siempre presente de lo más básico y esencial de nuestro mapa de creencias. Al final es bueno recordar que aunque el Universo parece ser caos y variabilidad, la casualidad de todo su origen es un eterno caminar hacia la inmovilidad del orden.