La ilusión

Hay momentos en los que todo parece detenerse. Un segundo después, todo se mueve de forma tan rápida y horizontal que no hay nada que hacer más que sentir. Entonces sabes (o crees) que entiendes lo que te rodea, que comprendes lo que experimentas… que puedes describir con lujo de detalle lo más intrincado de tu existencia.

Lo anterior viene normalmente acompañado de una fuerte y casi insoportable necesidad de expresarte. De emular esas luces de colores que ves en tu conciencia mediante algún medio de comunicación. Quieres validar tu existir y fomentar tu sentir individual mediante este mecanismo…

En parte, no deseas más que imprimir tu realidad en la conciencia de quienes te rodean. De evocar en ellos lo que para ti es tan evidente. Sin embargo, también deseas mantener la ambigüedad de tu pensamiento lejos de todos aquellos que puedan juzgarte. Quiere mostrar tus conclusiones; pero temes que descifren como llegaste a ellas. Como funcionas… que es lo que eres y porque.

Detrás de ti se despliegan figuras y colores. Polígonos llenos de imágenes y cargados de sonidos. Los quieres ondear y exhibir cual ave presume sus plumas. Pero entonces, cuando la gente comienza a mirar con detenimiento; prefieres esconderlo todo. Apagar el proyector.

Quieres vivir esa ilusión. Esa mágica mentira. La experimentas, y con algo de miedo, la disfrutas. Muestras la abstracción de tu sentir e imaginas que alguien, de entre cientos, te comprende. Añoras conocer a esa persona cuya realidad refleja lo que eres. Sueñas que te entienden; e imaginas que nadie te puede descifrar. Aún así no lo comprendes.

Hoy todo mundo va por ahí gritando sin conversar. Hablando al cielo mientras cierran sus ojos y tapan sus oídos. Comunicando sentimientos para sí y cultivando indiferencia para otros. Es entonces cuando esa ilusión se vuelve una terrible verdad de vida. Un veneno generacional. Un síntoma grave de una sociedad autista. ¿Quién eres tú? Probablemente no lo sepas; pero te fascina expresarlo.