Otro falso despertar

¿Quién se lo hubiera imaginado? Aún tengo una fábrica de ideas que prefiere trabajar los fines de semana. El pequeño escrito que están a punto de leer a continuación estuvo cerca de perderse para siempre; pero esta vez mi cerebro decidió seguirme la corriente. Como saben, me encanta escribir cosas “ligeramente ficticias” así es que espero que lo disfruten. Debo advertirles que tiene un contenido de humor muy bajo (wa wa waaaa); pero tampoco es un cuento emo ni nada, entonces no se alarmen.

Escuchen muy bien muchachos, porque esta es la historia de mi vida; y el truco más viejo en el libro también. No es una historia triste… ni trágica. Tampoco es realmente cómica o emocionante. Es simplemente una historia y ya.

Era un crucero… de esos que son como barcos muy grandes pero este en vez de un barco era un edificio cerca de la playa; y lo que tenía de crucero eran solo estelas de recuerdos mal colocados. Era ya tarde, por ahí de las dos de la madrugada. No había mucho que hacer más que perderse en los rincones del complejo.

Dimos vueltas por ahí, pagamos cuentas por allá y tomamos extrañas copas de limonada de un estante lleno de vasos tropicales. Al llegar a la terraza casi en ruinas, ahí estaba ella, sentada y sola. Con su pañoleta blanca ondeando al son del viento. Ella veía al horizonte, pensativa… esperando.

El aire es sensacional. Sentir el viento es recordar lo maravilloso de este mundo. Por eso me gustan los lugares altos. El mar tiene lindos sonidos, pero el viento es quién lo hace bailar. Y la estrellas, tan quietas, pero siempre en movimiento con energía que pareciera inagotable.

Ahí estaba… ahí estoy. Es una pequeña mesa, suficientemente grande para sostener mi extraña bebida. Y a mí alrededor, gente familiar, gente que conozco; aunque… realmente no. No sé nada de ellos. Y ahora, ella se encuentra sentada frente a mí. Pero no sé quién es, no la reconozco. Es como si fuera otra persona. La ignoro… y espero que al pasar de los minutos ella llegue con su verdadero rostro y se siente a mi lado. No enfrente… porque la chica de enfrente no sé quién es.

La noche es cálida, agradable. La compañía amena y los juegos divertidos. Pasan horas o minutos; segundos y pequeñas eternidades. Pero al fin la veo llegar… y me pierdo en esa mirada que ahora si me parece familiar. A ella si la reconozco. Pero la familiaridad no es suficiente. Y esa mirada es todo lo que me queda. Y ella… ella eran dos; y yo me rehúse a reconocerlas.

Ahora las veía… enfrente y a mi lado. Son la misma… y yo… yo no sé nada.

La mesa desaparece, y cada vez hay más caras familiares. El mar sigue jugando con la playa… y me doy cuenta que la terraza no es más que otra emulación de imágenes recientes. La música comienza a sonar… y para sintonizarla mejor, ajusto la perilla de la destartalada televisión. Análogas en todos los sentidos. Tres de ellas para ser exactos.

Y ni aquí ni allá sucede nada. Porque simplemente no hago nada. Los televisores siguen encendidos, tal vez tenga que esperar… esperar a que dejen de funcionar.

¿Es posible cansarse de decir todo esto? Alguien dijo que sí. No esperaba que lo dijera de esa forma. Por primera vez en mucho tiempo quería despertar. Porque éste sueño era demasiado parecido a la realidad…