Fafnir

Ésta es la historia de un cometa el cual viajaba a través de un universo color azul. Llevaba ya tanto tiempo recorriendo la inmensidad de la galaxia que había olvidado su nombre, su edad y su destino. Los planetas y las estrellas no eran más que efímeras luces y colores que se iban acumulando en su estrecho panorama.

Muchas veces su ímpetu le provocaba chocar con pequeños asteroides y rocas espaciales. Así, cubierto en toneladas de polvo estelar, cada siglo que pasaba su visión era más y más borrosa. Sin embargo, la hermosura de sus colores, su forma y su calor aumentaban sin control.

La estela de su recorrido firmaba el horizonte con tonos esmeralda y un brillo casi infantil; pero lleno de pasión. Solamente la luz tenía tiempo de jugar con él; pero nunca quisieron conversar. Enfocado en seguir adelante, y sin resentimientos de nada de lo que había quedado atrás, la estrella fugaz continuó de manera firme el recorrido de su ilusorio camino.

Pero la eternidad se burlaba fríamente de sus estúpidas esperanzas. De sus deseos de velocidad y belleza. El cosmos sabía también que la historia ya estaba escrita; pero el protagonista se negaba a detenerse y pensar.

Pronto, tan repentinamente como otro amanecer, el cometa ya no tenía energía para seguir. Su elegante velo de fuego y gas se disipaba en preludio de su próxima agonía. Y fue entonces, al ver que su gracia se agotaba en su involuntario frenado, que se dio cuenta de lo nublada que era su visión.

Las líneas de colores y las chispas de luz eran ahora esos planetas, esos anillos, esas estrellas que lo habían acompañado durante siglos. Era ese mismo planeta opaco el que lo había mantenido atado en una órbita que sin darse cuenta él había recorrido miles de veces sin parar. Fue ahí, en ese momento, que el moribundo cometa recordó su pasado. Pero ya no había nada que hacer…