Escribo para emocionar a las almas inquietas,
para enmudecer a las voces de la convencionalidad; para derramar lágrimas con
una sonrisa en el rostro. Hay galaxias enteras que se crearon para dar lugar a
estos párrafos. Lo único que le debo al Universo es un momento (no un lugar)
para expresar el frenético ritmo de la existencia.
Escribo también para ti. Para que comprendas la
inhabilidad de mi ser, la incompetencia de mis existir y la inutilidad de mi
alma. Escribo para que compadezcas mi presente y mi extraña actitud.
No puedo rendir cuentas a nadie, ni siquiera al
Universo mismo. Escribo con una expresión inmutable en mi cara para disimular
mis arrepentimientos. No comprendo este mundo; pero ni siquiera eso justifica
los desfiguros excedentes de la noche, del día y del invierno.
Causo admiración en aquellos que no me conocen
y expectativas irreales en los que comprenden mi volatilidad. Ni siquiera la naturaleza
misma cree en mis devenires y tampoco el aire escucha con regocijo mis versos.
Es solo el viento, la tierra y el fuego quiénes toleran mi inconsistencia.
Me cuestiono el significado del todo; pero me
convence el reflejo de tus ojos. Reniego el estado actual del Universo pero el
sentirte cerca me embriaga de voluntad y existencia. Desconfío de las
estrellas, pero tu rostro me hace creer en mis enemigos. Ofendo a todo lo que
se considera sagrado; sin embargo la música sigue moviendo el viento de mi alma
perdida. Soy contradicción y antípoda. Soy la risa que se oculta en la irresponsabilidad
de la voluntad de los planetas. Soy lo que eres y lo que existe más allá de la
serenidad. Soy la tensión de un voltaje perdido y la irreverencia de las nubes
que vuelan por debajo de nuestras montañas.
Ni zafiros ni esmeraldas podrían representar la
intratabilidad de nuestro conflicto. La sonrisa simulada en una expresión habla
más allá de cualquier trovador. Y aun así, los círculos azules continúan
rastreando una tradición de emociones perdidas y un campo de voluntades
incompletas.
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