Monday, July 2, 2012

México aún tiene esperanza


Las tendencias indican que ganará el PRI, un partido que ha institucionalizado la corrupción. Un partido que, no me queda duda, intentará afianzarse en el poder a costa del porvenir de nuestro país y todos sus habitantes, como lo hizo durante las siete décadas que gobernó impunemente nuestro territorio.

La democracia en México es una ilusión contradictoria. No porque no exista como tal; sino porque los mecanismos que la aseguran son endebles y cuestionables. Porque aún sin un “fraude” material o explícito, el voto aún se compra con migajas, mentiras y mediante la gestión del fracaso político y la precariedad que este mismo ha provocado. Porque incluso en los sectores educados y progresistas de la población seguimos creyendo en caudillos populistas, feminismos vacuos y espejismos progresistas. Porque las militancias políticas se justifican en fanatismos similares a los deportivos. Porque todavía confundimos luchas, ideologías y seguimos sin entender conceptos como libertad, igualdad y justicia.  

Sin embargo México aún tiene esperanza. Hemos ido despertando desde hace ya muchos años y hoy, más que en cualquier otro período histórico, estamos en una posición ideal para fortalecernos como una fuerza política ciudadana. Como una oposición crítica, cívica y plural en contra de la demagogia, el engaño, la rigidez ideológica y la represión de nuestras libertades. 

La revolución avanza a otros ritmos y se maneja con otros tiempos. No es necesario aún el sobresalto belicoso o la lucha visceral con consignas anacrónicas. La revolución consiste en comprender, primero, el estado histórico que estamos viviendo. En despegarnos de las prisiones conceptuales y lecturas erróneas de nuestro confuso y globalizado entorno. La lucha que sigue se compone de muchas vertientes y causas diversas e incluso contradictorias. Los reclamos no tienen por qué ser de izquierda o derecha pues estoy convencido que, cómo Ortega y Gasset declaraba hace casi cien años, ambas son una forma de hemiplejía moral. El entender es transformar; y es la transformación de nuestra forma de hacer política como vamos a recuperar la representación que nuestras colosales y torpes instituciones nos deben.

Los estudiantes ya se están movilizando, y aunque su fuerza en esta etapa radica más en un inherente sentido de rebeldía antes que una visión estratégica de posibles soluciones; su reclamo es válido y real. Su movimiento es instintivo, orgánico y esperanzador. Es ingenuo tal vez, pero no por ello menos importante. El reto no es solo su permanencia en la agenda política de la nación, sino el ser la base unificadora que creará en los siguientes años una plataforma verdaderamente democrática para exigir, cuestionar, presionar y retar las murallas políticas del cáncer partidista que aquejan a nuestro país.

Los jóvenes que hoy marchan en las calles serán los profesionistas que en los siguientes años administrarán al país. Su movimiento tendrá que incluir entonces a todos los sectores y edades de la población para que con el paso de los años no olvidemos las consignas actuales; sino que construyamos a partir de ellas una concentración de poder ciudadano capaz de retar a cualquiera de los tres poderes de la unión. Entonces, si la democracia nacional sigue siendo un espejismo, estaremos en una posición en la que podamos decidir, del pueblo y para el pueblo, si las medidas a tomar tendrán que ser más radicales.

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