¿Qué pasa
cuando quieres decirlo todo con una sinceridad abrumadora; pero a la vez
simplemente no deseas expresar absolutamente nada?
¿Qué sucede
cuando quieres ser escuchado; pero simplemente no tienes la fuerza ni el deseo de
hablar?
¿Qué haces
cuando las cosas solo hacen sentido dentro de tu mente, cuando llegas a ese
terrible punto en donde ves lo inadecuado de la situación?
Porque el mundo no tiene la culpa por ser como
es. Y el fracaso es cuestión de momentos y enfoques. Escribir es como no decir
nada. Una barrera invisible; pero firme y dura como un hermoso diamante. Y
entonces recuerdo… todas esas analogías, esas frases, esas lindas imágenes que
muestran piedras preciosas, elementos musicales, colores exóticos, astros, sentimientos
y elegantes referencias que solo conllevan una pretensión estética, un placer
por el hermoso sonido de las palabras bien combinadas.
Pero aún así, algo hay detrás de todo eso. Nada
es arbitrario en verdad. El frío roce de esas piedras es un sentimiento real y
palpable. A veces superficial y a veces tan profundo como el abismo que
representan.
¿Qué tan graves son tus problemas? ¿Qué tan
serios deberían de serlo antes de afrontarlos?
Si dejaras de sentir… no podrías darte cuenta
de las llamas que rodean tu habitación. Entonces lo olvidas. Te levantas por la
madrugada, desorientado por la luz; pero campante y adecuado. Sales del cuarto
y bajas a la cocina por un vaso lleno de agua. Pero el agua hierve ante el
infernal calor de tu hogar en llamas. Y la tomas; pero no la sientes. Baja
hasta tu estómago y destruye tu interior; pero tú solo puedes pensar en volver
a la cama y dormir.
Desahogar verdades ya no es suficiente. Vomitar
el brebaje ardiendo no es solamente insuficiente, sino dañino. Pero la vida
sigue, y tú con ella, hasta que tu tiempo termina. Porque todo tiene fecha de
caducidad; y tus sueños, por más hermosos, nobles e idealistas; también tienden
a expirar.
Pero nadie ve las llamas; y tú, que podrías
apagarlas, no las sientes, no te importan. Pero sigues vivo, por lo que no es
tan grave… no es tan serio. Nada es realmente tan importante. Son solamente
pequeños detalles los que requieren tu atención. Vivir no es un juego, pero la
vida si es una broma. Elaborada, mayormente cruel; pero estructurada y
finalmente muy graciosa. Pero no puedes pasear por ahí jugando a comprender tu
existencia; o ignorándola completamente mientras tu barco de humo se esfuma a
la mitad de la noche.
Lo importante se encuentra dentro de tu pequeña
embarcación. La realmente serio, lo que nos debería de importar. Pero a veces,
lo conveniente es aligerar la carga, disminuir los reflejos, volver a esa sagrada
utilidad y comportarnos en base a objetivos. ¿Las flamas? Para que apagarlas si
muy a penas las podemos ver. Y aunque eventualmente nos destruirán
internamente, nuestro cuerpo podrá seguir operando. Porque las llamas ahora son
azules como el zafiro y heladas como el falso amor.
Y así, internamente dañado, y mentalmente vacio
te acercas a los demás mientras los jalas en un invisible espiral de
estupefaciente cotidianidad. Pero a veces nos damos cuenta de que estamos
cubiertos de fuego y rodeados de arena. Extendemos la mano e intentamos
escapar. Pero ellos no ven el torbellino y solamente saludan. Repentinamente,
también son sofocados por la violencia de esa imaginaria pero terriblemente
real tormenta.
Por eso somos culpables. Delincuentes de alguna
manera o sentido. Yo no quiero escapar todavía. Aunque tal vez, si tomo toda esa
agua hirviente y la derramó sobre el torbellino de arena… tal vez el polvo se
asiente y pueda ver con un poco más de claridad. Y cuando la tierra esté seca,
tal vez… con ese mismo vaso pueda tomar un poco y sofocar esas flamas celestes.
Porque el fuego es frío y no consume mi oxígeno; pero sí agota mi alma.
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