Wednesday, November 30, 2011

Recordando colores


Al principio no puedo decir que los veo; pero definitivamente los siento. Y eso sucede muy rápido en algunos casos, como si la vida misma quisiera darles importancia a esas miradas desconocidas. A muchas de ellas las conozco bien, a otras simplemente me hubiera gustado hacerlo. Al final, los colores que se desprenden de sus imágenes tienen todos un toque profundamente melancólico; pero de nuevo, muchas veces esto es obra de esa confusión tan deliciosa entre la memoria y los sueños.

Empezaré por ella cuyo color siempre me pareció el amarillo. Un tono suave y tímido cuando se pierde en la luz; pero alegre y contrastante en ciertos puntos de la noche. Tal vez por ello no la note al principio; pues al final la conocí en un día soleado y ruidoso. De regreso aquella tarde, cuando el cielo comenzó a nublarse y la lluvia se dejó caer, fue entonces que su voz me resulto importante.

Pasaron pocos días, la vi pocas veces; pero su color amarillo se volvió cálido, aunque tenue. El solo timbre de su voz y ese delicado acento eran suficientes para entenderla. Aunque es presuntuoso decir que así fue. Ella; sin embargo, parecía comprenderme a la perfección. Esas últimas palabras que me dijo fueren preocupantemente atinadas.

Sigamos pues con lo que el flujo de la memoria dicta. Ella se encuentra presente porque desde hace mucho tiempo se volvió cercana. Su color es más como el negro: inmutable y difícil de ignorar por su misma profundidad. A veces es pesado y, debo admitirlo, aburrido. Creo que prefiero los colores vivos. En su caso no ha sido un problema, pues hemos preferido contrastar que combinar, y tal vez por eso nos llevamos bien.

Ella es un suave tono púrpura que conozco muy poco, casi nada. El morado me encanta y me gustaría decir lo mismo de ella, pero no es así. Si se diese la oportunidad podría suceder; pero normalmente ese tipo de cosas no se presentan con la magia que se esperaría. Es un tono inteligente y fácil de combinar, cambiante y lleno de sorpresas. Lo veo de lejos porque lejos está, aunque ella no pierde oportunidad para dibujarse de forma sutil y constante. Es un tono triste y reconfortante al mismo tiempo, como esa canción que a ambos nos gusta.

Hablando de colores lejanos, como olvidar ese brillante y vivo blanco tan exótico como familiar, tan alegre como serio, tan claro como misterioso. Así tal cual es ella. Se lleva bien en todas partes y a todas horas, pero su combinación tan perfecta también era distante. Se podía ver a través de ella solo para encontrar otra vez esa blancura impecable. Libre, eufórica, reservada y madura. Al final su tono es sinónimo de paz.

Uno de mis colores favoritos siempre fue el gris; ese gris que ella representa en toda su belleza. Como el color, se sabe linda más no se considera hermosa. Este tono me es tan familiar como ella. Lamentablemente siempre requiere de algún otro tinte para resaltar. Es un color que lleva otros tiempos y otros ritmos. La conozco desde años, pero es como si solo hubiéramos convivido un par de días. En la lentitud de su pintura se disfrutan mucho los pequeños trazos; pero cuando volvemos al tiempo de nuestra realidad su hermosura se decolora en mi incapacidad para cambiar el tempo.

El café es una tonalidad fuerte, pesada y seria. Y en su caso esa rigidez provoca una inercia que al entrar en movimiento la lleva muy lejos, pero al desacelerar la hace caer con una tremenda fuerza.  Me gusta y nunca sabré porque. Su simplicidad y terrenal alegría me contagian, pero como el suelo mismo en el que piso, su tonalidad es superficial, predecible y demasiado estable para mí.

Ella es sin duda el rojo. Ese rojo que solo hace sentido en los labios de una mujer, ese rojo que contagia con un racional pero explosivo ardor. El rojo muchas veces termina por quemarme; pero detrás de esa corona de fuego parece haber alguien muy parecido a mí. Ella brilla con idealismo, energía y una verdadera alma de poeta. Al menos eso es lo que creo.

Otro tono interesante es el azul claro de esta elusiva dama. Ella no es más que una estela en la mirada de esas que vagan como fantasmas tras un severo cambio de luz. Hay días que parpadeo y su chispa se confunde con verdes, morados y anaranjados. Si dejo los ojos cerrados todos los colores desaparecen y esa tonalidad tranquila e inteligente permanece. El problema es que al abrir los ojos doy cuenta que esa mirada es tan engañosa como el mar y tan lejana como el cielo.

El verde en su presencia era palpable. Un color que debo admitir me quitó el sueño durante un tiempo. Graciosa e inadecuada, tal vez incluso más que yo. Tímida pero libre en su rareza. Tonta y feliz; triste y delicada. No supe cómo interpretar lo vivo de su esencia, lo esperanzador de su originalidad, lo tranquilizante de su individualidad. Hoy me parece distante; pero desde entonces lo era ya.

Anaranjado es tal vez el último que vale la pena mencionar. Exótico y llamativo; pero cansado si se le ve con regularidad. Es un tono divertido, pero insustancial. Ella era brillante y carismática en su estar; pero incluso si ignoramos las problemáticas circunstanciales de nuestro coincidir; lo único que me dejó fue su calidez inicial y esa frialdad surgida de la opacidad de su color.


Una paleta de emociones se refleja en las tonalidades de sus personalidades; pero siempre me es sencillo detectar un solo color distintivo que llena mi memoria y se refleja en mis sueños. Al final las combinaciones son infinitas y su movimiento es música. Tal vez el problema, si es que hubiera alguno, es que no puedo ver mi color; sino tan solo sentir su textura.

Wednesday, November 16, 2011

#Unhate


Nuevamente me fue muy difícil no comentar ante el revuelo del “Día internacional de la tolerancia” y, por supuesto, sobre la polémica campaña de United Colors of Benetton. Lo primero que llama mi atención es, con escasa sorpresa, lo fácil que olvidamos el significado de los conceptos. Estamos tan acostumbrados a utilizar la palabra “tolerancia” como sinónimo de todo lo que está bien con el mundo que a la mínima distracción comenzamos a mezclar cuestiones como amor, unión y paz en su concreta definición.

La tolerancia no es sinónimo de ninguna de estas palabras. Es si acaso un pariente olvidado del respeto y un ingrediente más o menos esencial de la forzada convivencia. De igual manera la “virtud” que conlleva el tolerar es altamente cuestionable; pues como la mayoría de las premisas éticas el llevarla a un absoluto siempre resulta peligroso.

Tolerar no es amar, no es querer, no es dialogar; muchas veces ni siquiera es respetar. Tolerar es conciliar una diferencia de actitud, de ideología, de visión, de hábitos o de vida. Tolerar es aceptar o incluso, ignorar.

La exaltación casi divina que recibe este verbo en los círculos más progresivos es casi dogmática y su utilización genera tanta euforia que muchas veces nubla la dualidad y peligrosidad de su utilización. Se exige tolerancia en un sentido a la vez que se ataca vorazmente los demás puntos de vista. Se transgrede en el nombre del respeto mutuo al mismo tiempo que éste se pierde. Se ofende para demandar aceptación y, por qué no, conversión.

Los adictos a la tolerancia se pierden en un juego de ridiculez e irrealidad dónde la fusión de todos los puntos de vista se ve como la solución a los problemas del mundo. Dónde la paz mundial es un tan clara como el aceptar todo de todos. Dónde la pasión del defender una ideología se diluye en la tibieza tan característica de nuestros tiempos de sobre-comunicación.

Los tolerantes no quieren dialogar. Se rehúsan a defender su postura con argumentos; pues su relativismo debe ser aceptado como bueno por sí mismo. Los adictos a la tolerancia se niegan a ver la rigidez de su supuesta apertura; disfrazando su indecisión, mediocridad y falta de definición.

Hay cosas que simplemente no son tolerables; ni siquiera admisibles en una sociedad. El decidir cuáles de ellas son es labor personal e individual; sin embargo hay muchos que prefieren ahorrarse el trabajo y exigir tolerancia absoluta al tiempo que se limita la libertad del otro.

La campaña de Benetton es un claro ejemplo de la terrible mal interpretación del concepto. Es creativa, provocadora y, claro, controversial; sin embargo poco tiene que ver con ese “oh divino” valor de tolerar las diferencias entre nuestros compañeros humanos.

Era obvio que la Iglesia, en su papel de ente conservador, rígido y predecible; levantaría la mano. Es obvio también que Benetton así lo quería. Así como los ejecutivos de Benetton sabían que ofender al Vaticano les aseguraría publicidad gratis a nivel mundial, así también sabían que dicha ofensa les ganaría instantáneamente el apoyo de millones de personas que no dejan de ver a la religión como el mal de todas las cosas en este mundo (cuando ahora nuestro verdadero Dios es el consumo; pero de eso muchos prefieren no darse cuenta).

Así, elogiando la osadía de otra enorme corporación, se nos apaga rápidamente el radar que avisa que Benetton no pretende cambiar el trágico destino de nuestra post-moderna sociedad pregonando amor, aceptación y conciliación; sino que simplemente le pareció buena idea ondear la transgiversada bandera de la tolerancia para vender unos cuantos pantalones más.

Pero en fin, al menos el día de hoy toleremos otra marca de ropa manufacturada por niños en países en desarrollo.

Sunday, November 13, 2011

No tengas miedo


Hoy es de esos domingos en los que desde temprana hora de la madrugada se comienzan a sentir emociones fuertes, pero muy vagamente delimitadas. Sentimientos que inquietan y alegran a la vez; que animan y angustian; que te enfatizan; pero te desvanecen. Reflejos, ilusiones, sueños, temores, injusticias, ficciones, vacíos, existencia, sentido, significado… falta de todo, ausencia de nada.

Al final siempre termino escribiendo sobre las mismas cosas. Sobre la irrelevancia de la vida y su carencia de significado; sobre la creación de espejismos y los reflejos de nuestras personalidades vacías; sobre las injusticias de una estructura invisible y la subjetividad del tiempo; sobre el placer de enamorarse de desconocidos y lo hermoso de la soledad; sobre la dualidad del silencio y lo tóxico de la indiferencia; sobre lo peligroso de la inercia y el gran y evidente sentido de la muerte.

Me gusta escribir sobre todo esto para tratar de expresar la naturalidad de esos sentimientos. Al final la existencia es un aglutinamiento de pensamientos y percepciones que en muy contadas ocasiones tienen sentido; pero siempre tienen significación e intencionalidad. Y yo sé que todo esto puede sonar vacío, triste, incómodo, disruptivo y, a veces, descorazonador. Decir que la vida es insignificante en la seriedad de una sana melancolía es inquietante para muchas personas. Es comprensible. Lo sentimientos suscritos a este tipo de oraciones escriben líneas invisibles que evocan cierto tipo de desesperación, ciertas tendencias a la nada, ciertos deseos de perdición… de destrucción.

Sin embargo no hay razón para tener miedo.

La diferencia entre el caos y el vacío es inmensa, pero su relación sigue siendo estrecha. El vacío total es la ausencia de caos, es un orden inalterable por la misma falta de elementos perturbadores. El caos absoluto; sin embargo, es inalcanzable, indescriptible e inexistente.  Pero lo inestable de los sentimientos y su leve pero perceptible desorden interno crea la ilusión de vacuidad individual: la definición de “inadecuado”.

Esos sentimientos son, sin embargo, tan banales como la vida misma. El error es pensar que lo “humano” no es suficiente; el tratar de buscar algo más grande que nuestra propia humanidad. La complejidad de la existencia, en su extraordinaria mundanidad, es abrumadora y emocionante. Eso; sin embargo, no le brinda propósito, justificación o verdadero significado. El otro gran error es pensar que por ello no vale la pena existir… o peor aún, que no vale la pena decidir en dicha existencia; pues ser y hacer son cosas muy diferentes.

El decir que la vida es irrelevante y carente de todo sentido, propósito o significado es tan trivial como el mismo domingo. La propia aserción se resta importancia al hacerse verdadera. Y a pesar de su superficialidad y carácter fragmentado, no deja de ser menos cierta.

El temor pude venir de sus sutiles tonos oscuros. De su invitación al nihilismo o a un hedonismo auto-destructor. De su aparente apoyo a un relativismo depredador o a una ética sin libertad ni libre albedrío. Inquieta y tranquiliza por las razones equivocadas; por la mal interpretación de palabras como destino, voluntad y responsabilidad.

No deben de tener miedo. No al menos a las revelaciones de esta naturaleza; pues ahí dónde confunden, desorientan o aíslan; ahí en lo profundo es dónde su reflexión ayuda a liberar, a desencadenar y a comprender; dónde comprender es transformar. Estos pasos son pequeños; pero esenciales para caminar en una vida más orientada hacia una verdadera libertad.

Si algo debería ser aterrador es el afianzarnos a creencias que aparentemente nos brindan seguridad y propósito mientras coartan nuestra verdadera flexibilidad humana…

Tuesday, November 8, 2011

La selva, la noche y la luna.


Imagina una selva, una noche, una luna. Imagina un río cargado, fluido, ruidoso; pero no violento. Imagina esa selva, esa noche, esa luna reflejadas en el río.

El reflejo se mueve al igual que la selva, que la noche y que la luna. A ellas las mueve el viento y a él, el río. La selva existe sin la noche y sin la luna. La noche existe sin la selva. La luna puede que ni siquiera exista. El río, sin embargo, sigue; pero sin la selva, sin la noche y sin la luna el reflejo se pierde y se vacía.

Imagina el ruido que hace el flujo del agua sobre las rocas. Imagina al torrente intentar destruirse para producir el sonido de agua en movimiento. Imagina las rocas cuyas redondas formas son fruto de ese tremendo esfuerzo.

Ese ruido destruye el silencio y cambia la selva y la noche; pero no la luna. El río destruye en los bordes el reflejo pero deja intacto el centro de su tenue espejo. El sonido viaja y se escapa en cuanto puede. El reflejo sigue móvil e intacto. La selva, la noche y la luna también.

Imagina la angustia del río, la banalidad del reflejo, la pesadez de la selva, la ilegibilidad de la noche y la indiferencia de la luna. Imagina que el río, el reflejo, la selva, la noche y la luna son parte del todo, pero entre ellos son y serán siempre nada.

Thursday, November 3, 2011

De pesca en el barco fantasma


¿Qué pasa cuando quieres decirlo todo con una sinceridad abrumadora; pero a la vez simplemente no deseas expresar absolutamente nada?

¿Qué sucede cuando quieres ser escuchado; pero simplemente no tienes la fuerza ni el deseo de hablar?

¿Qué haces cuando las cosas solo hacen sentido dentro de tu mente, cuando llegas a ese terrible punto en donde ves lo inadecuado de la situación?

Porque el mundo no tiene la culpa por ser como es. Y el fracaso es cuestión de momentos y enfoques. Escribir es como no decir nada. Una barrera invisible; pero firme y dura como un hermoso diamante. Y entonces recuerdo… todas esas analogías, esas frases, esas lindas imágenes que muestran piedras preciosas, elementos musicales, colores exóticos, astros, sentimientos y elegantes referencias que solo conllevan una pretensión estética, un placer por el hermoso sonido de las palabras bien combinadas.

Pero aún así, algo hay detrás de todo eso. Nada es arbitrario en verdad. El frío roce de esas piedras es un sentimiento real y palpable. A veces superficial y a veces tan profundo como el abismo que representan.
¿Qué tan graves son tus problemas? ¿Qué tan serios deberían de serlo antes de afrontarlos?

Si dejaras de sentir… no podrías darte cuenta de las llamas que rodean tu habitación. Entonces lo olvidas. Te levantas por la madrugada, desorientado por la luz; pero campante y adecuado. Sales del cuarto y bajas a la cocina por un vaso lleno de agua. Pero el agua hierve ante el infernal calor de tu hogar en llamas. Y la tomas; pero no la sientes. Baja hasta tu estómago y destruye tu interior; pero tú solo puedes pensar en volver a la cama y dormir.

Desahogar verdades ya no es suficiente. Vomitar el brebaje ardiendo no es solamente insuficiente, sino dañino. Pero la vida sigue, y tú con ella, hasta que tu tiempo termina. Porque todo tiene fecha de caducidad; y tus sueños, por más hermosos, nobles e idealistas; también tienden a expirar.

Pero nadie ve las llamas; y tú, que podrías apagarlas, no las sientes, no te importan. Pero sigues vivo, por lo que no es tan grave… no es tan serio. Nada es realmente tan importante. Son solamente pequeños detalles los que requieren tu atención. Vivir no es un juego, pero la vida si es una broma. Elaborada, mayormente cruel; pero estructurada y finalmente muy graciosa. Pero no puedes pasear por ahí jugando a comprender tu existencia; o ignorándola completamente mientras tu barco de humo se esfuma a la mitad de la noche.

Lo importante se encuentra dentro de tu pequeña embarcación. La realmente serio, lo que nos debería de importar. Pero a veces, lo conveniente es aligerar la carga, disminuir los reflejos, volver a esa sagrada utilidad y comportarnos en base a objetivos. ¿Las flamas? Para que apagarlas si muy a penas las podemos ver. Y aunque eventualmente nos destruirán internamente, nuestro cuerpo podrá seguir operando. Porque las llamas ahora son azules como el zafiro y heladas como el falso amor.

Y así, internamente dañado, y mentalmente vacio te acercas a los demás mientras los jalas en un invisible espiral de estupefaciente cotidianidad. Pero a veces nos damos cuenta de que estamos cubiertos de fuego y rodeados de arena. Extendemos la mano e intentamos escapar. Pero ellos no ven el torbellino y solamente saludan. Repentinamente, también son sofocados por la violencia de esa imaginaria pero terriblemente real tormenta.

Por eso somos culpables. Delincuentes de alguna manera o sentido. Yo no quiero escapar todavía. Aunque tal vez, si tomo toda esa agua hirviente y la derramó sobre el torbellino de arena… tal vez el polvo se asiente y pueda ver con un poco más de claridad. Y cuando la tierra esté seca, tal vez… con ese mismo vaso pueda tomar un poco y sofocar esas flamas celestes. Porque el fuego es frío y no consume mi oxígeno; pero sí agota mi alma.



Tuesday, November 1, 2011

Tal vez simplemente se acabaron las almas


Eran las seis de la mañana,
Y la muerte ya estaba ocupada.
Decían que ya eran 7 billones,
Mientras ella contaba angustiada.

“¡Ahora sí que estoy atrasada!”
Repetía mientras recorría los panteones,
“Tal vez sea hora de otra gran plaga”
Pensaba mientras cargaba muertos en cajones

“¿Pero cómo puede haber tantos?”
Cavilaba mientras rascaba su cabeza.
“Si ni a los diez dígitos llegábamos,
Apenas hace treinta décadas”.

“Debí haberlo adivinado”,
Se repetía con tristeza.
“Ese Thomas Robert Malthus,
Estaba más que alucinado”

“¡Y ahora ni como detenerlos!”
Decía la tilica ya un poco más ofuscada,
“Con el cuento del desarrollo sostenible,
Van a hacer hasta las piedras comestibles”

Al príncipe de las tinieblas,
Le pidió la muerte un asistente.
Pero en los nueve círculos del infierno,
Nadie quería llevarse las almas de la gente.

“¿Qué hago con todas estas?”
Preguntaba ansiosa la muerte
“En el abismo ya no hay espacio,
Para más almas inertes”

“El cielo también está lleno”
Le explicaban los ángeles a la muerte,
“¿Y si los dejas vivir?
La verdad que ni es tanta gente”

Seguía la huesuda pensando
De cómo el otro mundo estaba ya saturado
Entonces ¡Eureka!, se dio cuenta
Que su trabajo había terminado

“Los cielos e infiernos están llenos,
Porque ya todas las almas han sido procesadas
Lo que queda allá abajo en la tierra
Son puros cuerpos ahogados en la nada“

“Eso explica todo”,
Decía confiada la reina muerte,
“Con razón cuando me los llevaba
Se sentía diferente”

“Tal vez simplemente se acabaron las almas”
Pensaba la parca recostada en su hamaca.
“Ahora no me queda más que llevármelo con mucha, mucha calma”