Wednesday, September 28, 2011

Ficción y mi realidad



Tengo un grave problema. Uno grave para escribir al menos. No para hacer lo que estoy haciendo ahorita, que es escribir también, pero para escribir mucho. Algo así como un libro dirían algunos. No un libro de esos de en dónde hablas de un montón de cosas bajo un solo hilo conductual. Esos libros son divertidos de leer, porque cuando los lees suenas muy inteligente en tu cabeza. Y aunque no los leas puedes decir “ah claro, yo sé mucho de ese tema porque leí este libro”. Ya saben; de esas cosas que te hacen sentir realmente adulto. Pero no, yo hablo de esos otros libros dónde se cuentan historias que puede que hayan pasado o no. O de esos libros de historias que si pasaron pero no como se escriben. Aunque mis preferidas son aquellos libros de historias que pueden pasar… no que lo vayan a hacer; pero que de que pueden, pueden pasar.

El problema tal cual no es escribir; pues he der serles sincero que cuando le dedico su tiempo, no lo hago tan mal. Pero esto no trata de estilo o soltura escrita; es más una cuestión de ideas. Trataré de precisar nuevamente. Las ideas nunca faltan. La propia vida da más ideas de las que podemos siquiera asimilar. Es, creo yo, una cuestión de atención a esas ideas… de interés principalmente.

Tal vez no se hayan dado cuenta… tal vez sí; pero la ficción no es más que una reducción de la realidad. Y no me refiero a esa frase cliché que gustan de usar cuando algo realmente trágico o impresionante sucede en las noticias; pues si acaso aquí estoy hablando de comedia(s). La verdad es que sin importar lo exagerado, inconcebible, novedoso o aparentemente original de cualquier ficción; esta remite todo su origen a la realidad individual que experimentamos. Una construcción por así decirlo.

Lo anterior puede significar muchas cosas. Para mí, al menos, significa que toda historia que valga la pena contar viene, en mayor o menor medida, cargada de realidad. Ahora… la realidad es una palabra tan amplia que hay veces que me da vergüenza utilizarla. Aquí cuando digo realidad me refiero a “ese momento”. Sé que eso no ayudó de mucho; pero así quiero expresarlo.

“Ese momento” es cuando vas en tu carro y dices: “coño, eso tiene sentido”. O cuando estás disfrutando del mejor momento de tu vida y dices “coño, este es el mejor momento de mi vida”. O cuando ves a los ojos de un desconocido y realmente crees hasta el punto de una certidumbre total que esa persona es todo lo que imaginas que puede ser. “Ese momento” es cualquier pequeño instante en el que no puedes más que sentir tu propia humanidad.

El problema es que cuando quieres plasmar “ese momento” se vienen varias complicaciones. La más normal es que se ha perdido en el limbo etéreo de la fugacidad. “Ese momento” es fuerte, intenso pero corto, elusivo y trasparente… casi fantasmal. Una pequeña distracción y se ha ido para siempre. ¿Cómo entonces capturarlo en papel si el solo tomar un lápiz requiere TANTA concentración?

Pero lo anterior es superable. Se ha hecho y se volverá hacer. Algunos por ello prefieren escribir poemas. Otros, componer música. Muchos más… solo escucharla.

Lo que en gran medida destruye “ese momento” (y con ello toda posibilidad de expandirlo, plasmarlo, desarrollarlo y construir la historia más maravillosa entorno a él) es lo irrelevante que se vuelve después de comprendido (al menos para mí). Qué difícil es recrear “ese momento” y vestirlo de algún tipo de significación trascendental para quién lo lee. Qué difícil es hacer comprender a alguien la angustia que se vive cuando sientes el viento en un balcón abandonado. Qué difícil es comunicar que aquella noche la Luna lo era todo. Qué difícil explicar que el Universo y mi Universo son la misma coincidencia. Qué difícil expresar lo humano que es el enamorarse de una desconocida.

Y si “ese momento” pierde esa importancia… esa trascendencia… esa fuerza reveladora… ese mapa del alma, esa visión interior, ese esquema que muestra la realidad tal cómo es y cómo funciona; entonces sí… lo único que tenemos son historias. A mí no me gusta contar esas historias, ni mucho menos escribirlas… al final cada quién tendrá la suyas.

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