Sunday, July 31, 2011

El derecho a decir estupideces

Desconozco desde cuando la palabra “discutir” se volvió sinónimo de “pelear”. Sin embargo sí podría decirles que el entablar un diálogo conlleva ciertas reglas independientemente si se realiza con ánimos de enemistar o conciliar. Valores abstractos como la tolerancia, lo políticamente correcto y el respecto total por las “creencias” de quiénes nos rodean nos han hecho olvidar que para mantener la validez de nuestras ideas y opiniones es necesario tener las armas y procedimientos argumentativos correctos para defenderlas.

Es claro que tengo una obligación moral de respetar tus puntos de vista y cómo estos llegaron a formar parte de tu visión sobre el mundo en general; sin embargo esto no significa ni que tenga que aceptarlos como correctos; ni mucho menos que no pueda cuestionarlos ante la luz de mi propia argumentación.

Para muchos la palabra “lógica” solo hace referencia a lo obvio, a lo “lógico”. Para otros es una disciplina abstracta utilizada únicamente por matemáticos y programadores. Lamentablemente para ellos la lógica es la disciplina base de cualquier actividad intelectual. En ella se encuentran los principios sistemáticos con los que podemos determinar que argumentos (nuestros o ajenos) son válidos o falaces. El tratar de ganar un debate con creencias justificadas en limitadas experiencias, casos particulares o suposiciones provenientes de las largas mangas de la imaginación es inútil en todos los sentidos.

Argumentar sin tomar en cuenta los principios de la lógica es como el tratar de realizar una operación matemática con nulo conocimiento de aritmética básica: en ambos casos puede que llegues a un resultado verdadero; pero si lo logras será por obra y gracia de la suerte.

Y esto va de la mano con el tratar de imponer creencias, ideas o conceptos con irrelevancias como los ilusorios títulos de autoridad. Ni tener una acreditación, cierto número de años, vivencias particulares, o determinados conocidos te exime de enfrentar todo lo que crees ante el rigor del análisis argumentativo. Es obvio que si estamos discutiendo sobre la estructura del Universo tenga más confianza en los argumentos de un astro-físico teorético que en los de un estudiante de periodismo; sin emabrgo esto no asegura que los enunciados del primero sean válidos ni que los del segundo no sean verdaderos.

Sin embargo hoy tener un debate es sinónimo de competir para ver quién grita más fuerte. Y es por ello que se prefiere hablar de cosas poco controversiales para evitar metenernos en problemas. Estas prácticas van de la mano con la tibieza de la sociedad actual en dónde se prefiere solo hablar de lo “bueno”, lo “bonito” y de lo que “todo mundo” esta de acuerdo antes de enfrentar una discusión que pueda herir sensibilidades al poner en evidencia que todo en lo que crees se sostiene con alfileres.

Hay mucha gente que aprovecha y seguirá aprovechando esto para tomar los medios y gritar cuanta estupidez se les ocurra. Y así el derecho de libre expresión se ha convertido en una licencia para tirar al aire cualquier consigna; por más rídicula, falsa o irresponsable que parezca. La tolerancia sin mesura, la docilidad con la que fuimos educados por nuestros padres y los valores como el respeto incuestionable de la autoridad con el que se nos bombardea en las escuelas y centros religiosos protegen a todos esos payasos mediáticos, políticos demagogos y conocidos opinionados que creen que los contratos sociales de libre expresión son una carta libre para exponer sus imbecilidades.

Por eso tenemos que cuestionar todo lo que escuchamos, vemos o pensamos. Es cierto que con la abrumante cantidad de información que recibimos día con día y el poco tiempo que le dedicamos a asimilarla y comprenderla lo anterior podrá sonar complicado; aún así es necesario quitarnos el miedo de discutir y dejar de lado la creencia de que hacerlo es de entrada negativo.

La relativización de la verdad es el cáncer moderno del conocimiento. Opiniones puede haber muchas, pero no todas son igual de válidas; y es mediante la correcta argumentación y el deabte que tenemos que determinar cuales son aquellas ideas que realmente valen la pena

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