Wednesday, April 3, 2013

Otras consideraciones del nihilismo y la actualidad


Todos esos conceptos (forma, tipo, construcción orgánica, total) están ahí, nota bene, para el comprender. No nos importan. Puede sin más ser olvidados o dejados de lado después de haber sido utilizados como magnitudes de trabajo para captar una realidad determinada, que está más allá y a pesar de todo concepto; el lector tiene que mirar a través de la descripción como por un sistema óptico.
E. Jünger, nota en “El trabajador”

He de aceptar que aún me es algo complicado el escribir con los ojos cerrados. El encontrarse inmerso en una oscuridad voluntaria es ampliamente relajante, especialmente cuando la poca consciencia que permanece presente se deja guiar por sonidos musicales profundos y tranquilos. En esa nada auto-inducida me es posible replicar la tranquilidad del caminar dormido sin preocupación alguna sobre la condición, dirección u origen del camino.

¿Cómo puedo entonces ser tan estricto ante el estupor de nuestra sociedad cuando yo mismo disfruto del vacío que gusto de criticar? Es desconcertante el seguir escuchando ideas y argumentos que evidencian lo absurdo de nuestro arreglo actual. Todas esas conversaciones se han vuelto tan familiares como las mismas nociones ramplonas de progreso, bienestar y desarrollo que incuestionablemente se pregonan en cualquier ámbito de la actualidad. Por momentos me es imposible saber si la falsedad recae en un extremo o en ambos.

Poco de lo que expreso es realmente novedoso; pero de momento me parece inútil el tratar de entender el origen y autoría de todas estas ideas que ahora confluyen en mí. Al final, en esa misma visión Hegeliana que poco a poco va cobrando sentido es posible retornar a la cuestión metafísica de un espíritu colectivo y reposar ahí la fantasía de que este discurso procede de un cúmulo histórico de concepciones similares.

Hay conceptos; sin embargo, que no dejan de acosar mi mente como fantasmas condenados a mostrarme la razón de su velar para obtener finalmente el descanso eterno. Conceptos que si expresara aquí su solo identificador no mostraría más que un collage vacío de definiciones mal interpretadas. Es importante mencionar que los conceptos han cobrado dinamismo. La idea de una definición permanente me desespera por absurda. El lenguaje es casi tan inquieto como la música y en su aparente simplicidad yace la mayor herramienta y la mayor limitante de nuestra percepción de la realidad.

Aún sin el tiempo, lo estático sigue siendo una falsedad insufrible. Dentro del eterno momento que conocemos como Universo es posible desentenderse de la temporalidad y comenzar a visualizar una metafísica renovadora. Esa misma metafísica que ha sido olvidada por la ciencia; aquella ciencia que se ha convertido en un esquema de creencias no muy diferente al de cualquier otra religión; esa ciencia que ha olvidado que antes de dogma y pretensión era método de representación de una naturaleza que nos maravillaba. En palabras de Heidegger, las ciencias “piensan que con la representación del ente se ha agotado todo el ámbito de lo investigable y preguntable, y que fuera del ente no hay nada.” Nos encontramos nuevamente con los vacíos.

Sin en esta sociedad de consumo todo se encuentra a nuestro alcance mediante la purificadora moral del trabajo; entonces la felicidad idealizada se trasforma en posibilidad manifiesta y real. Entre más lejano sea el objetivo, más duro habrá que trabajar; y así, perdidos en ese estado casi automatizado de logística cotidiana y labor constante olvidaremos que nuestro único sueño es acabar con el tedio de la gestión de nuestra propia realidad. Aquí un vacío.

¿Pero y si los futuristas tuvieran la razón? ¿Si mediante una tecnocracia real pudiéramos alcanzar la abundancia más allá de cualquier teoría de mercado? ¿Si el potencial infinito de la ciencia nos diera todo, que nos quedaría? Otro enorme vacío. La diferencia es la dualidad que este presenta. Su naturaleza más próxima sería producto de la nostalgia por el reivindicador vicio del trabajo. Si no se tiene que sudar para asegurar la supervivencia, ¿qué otro concepto moral podemos utilizar para justificar nuestras culpas? Hemos olvidado que la noción de contribución nunca ha estado atada a la del trabajo; en dónde el trabajo se entiende en la actualidad como el simple alquiler de alguna habilidad que consideramos redituable; no precisamente realizadora o trascendente.

Tal concepción proviene de un inescapable vórtice que nos reduce a entendernos mediante nuestra relación con el sistema monetario y no al revés. La economía se ha transformado en la sociología moderna. Hemos olvidado que todo arreglo económico es, primeramente, un arreglo social, una modelación de interacciones humanas. Al pasar por alto esta verdad tan evidente no sorprende que el trabajo solo mantenga su concepción moral a través de su esencia cómo vehículo para participar de la economía global. La representación de esa idea es tan absurda y sus contradicciones tan evidentes que sorprende el fanatismo con el que nuestra sociedad defiende ese concepto de labor como cuasi-divino.

Pero incluso si lográramos superar esa inerte barrera conceptual; la segunda esencia del vacío de una sociedad de abundancia inconmensurable es la que permanece del encontrarnos con la irrelevancia de todo el existir ante una falta de objetivos primarios de supervivencia. El nihilismo en su más básica forma. Sería deshonesto decir que ese vacío no existe ya en nuestro presente; sin embargo las tareas diarias y el hechizo del tiempo ocultan eficientemente la insignificancia de todo el Universo.

Es aquí donde se presenta un tercer vacío; uno que puede ser encontrado en donde quiera que exista un ser en presencia y esencia. El vacío real y latente de la Nada. Los dos conceptos anteriores de vacío atendían al tener todo en realidad o en ilusión; ya fuera mediante arduo trabajo o por bondad de una visión tecnológica de la administración de la riqueza. Pero el nihilismo verdadero despierta cuando en la Nada se descubre al espejismo del sentido. Ahí, en ese oasis del existir, es irrelevante lo que se tenga, lo que se desea o lo que se pueda alcanzar en términos de potencialidad material, espiritual, intelectual o emocional. Todo pierde importancia al entender que nunca nada lo tuvo.

La reconstrucción del Ser ante esa sencilla revelación es un proceso delicado que puede traer una posterior destrucción, no solo interna, sino de todo lo inmediato a nuestro existir. En su caso más común se presentará como una excusa para solapar la irresponsabilidad ética del existir; fenómeno que se presenta de forma inconsciente por generaciones enteras que sienten esa Nada pero se rehúsan a reflexionarla.

Al llegar a ese punto no queda entonces más que volver a la idea de la metafísica, entendiéndola como ese comprender de nuestra presencia en la realidad. Es normal que al estar en presencia de la Nada absoluta se nos muestre aquella pregunta atribuida a Liebniz y retomada por Schelling de ¿por qué hay algo en lugar de nada?

Es entonces cuando la relación del nihilismo con la metafísica se vuelve clara, al menos en premisa de continuidad (nunca de temporalidad). Heidegger expresa en su carta a Jünger, Hacia la pregunta del Ser:

La Nada pertenece, aunque sólo la pensemos en el sentido del no pleno de lo presente, au-sente a la presencia // como una de sus posibilidades. Si con ello la Nada impera en el nihilismo y la esencia de la Nada pertenece al Ser, pero el Ser es el destino del sobrepasar, entonces se muestra como lugar esencial del nihilismo la esencia de la metafísica.
El nihilismo, como concepto dinámico, se transforma entonces en ese sistema óptico para reconstruir una metafísica del Ser, ese que la Ciencia en sus delirios divinos ha olvidado. Desde una concepción panteísta podríamos decir que el nihilismo es el vehículo para comprender la voluntad del Universo.

En esa reconstrucción del Ser, en ese re-encuentro con la metafísica, en ese dinamismo que congrega nociones filosóficas de espiritualidad, trascendencia y origen; ahí se transforma el nihilismo en voluntad activa, en una necesidad de manifestar la existencia mediante el ejercer de nuestra conciencia del existir.

Sin profundizar en nociones espirituales, es posible entender esa regeneración del sentido en un flujo cambiante del interpretar de nuestra existencia. Y aunque tal sentido sigue siendo mayormente ilusorio, tras comprender el Universo sin tiempo es entonces que la eternidad (idealista romance humano) se transforma en colectividad absoluta, en el Todo. Ese conjunto infinito, total y absoluto existía puntual en la Nada, aquella Nada que precedía al Universo. Éste, ya sea por esta misma búsqueda de propósito o en un ejercicio similar de reconstrucción, se fragmento y expandió en existencias seccionadas. El Todo; sin embargo, sigue ahí; pero su perfección no radica en la sola naturaleza absoluta de un colectivo de manifestaciones de existir; sino en el cambio constante y aparentemente caótico que permite manifestar la voluntad misma del Universo de ser algo en vez de Nada.

0 comments: