Sunday, January 20, 2013

XXII: Paz y amor


Es chistoso el encontrarte con un apunte sobre la nada cuando empiezas a escribir sin ganas de hacerlo; sin embargo es tan real mi estima por los vacíos que el comenzar un texto sin idea ni motivación pareciera ser lo más adecuado. Ya que no tengo nada sobre lo cual escribir, lo haré sobre lo que me rodea para darle un poco de contexto a estos peculiares apuntes.

Me encuentro en una excusa de café, en una conceptualización de ideales hippies corrompida y transformada en una coraza que epitomiza la vacuidad de la clase alta regiomontana. No es que me importe la justificación que esto lugares tengan para abarrotar su interior con pretensiones estéticas e ideas huecas; simplemente me sofoca un poco la cantidad de atentados y contradicciones que produce el café hacia sí mismo.

Paz, amor, naturaleza, arte e intelectualidad. Difícil no ver la ironía de todo ello en el aroma de un mediocre té rojo servido en un vaso desechable mientras unas jóvenes de la crema y nata de la sociedad destrozan el lenguaje con muletillas estúpidas y un tono tan característico e indescriptible que sus odiosos ritmos las identifica como dueñas y herederas de una burbuja de orgullo y auto-indulgencia.

Resulta complicado el distinguir una de la otra cuando todas hablan con un desdén involuntario hacia la vida al tiempo que se esfuerzan por darle relevancia a cosas deliberadamente vacías. No me refiero a la vacuidad inherente de la vida, sino a un hoyo negro que no solo las despoja de todo significado, sino que atrapa cualquier instante de existencia estética o reflexiva  para destruirlo en una agresiva muestra de la hilarante violencia propia de la naturaleza.

Escucharlas me vacía, inclusive de angustia y desesperación. Me acerca al no-existir, al plano existencial de una roca. Pero no puedo culparlas a ellas ni a nadie. Su estupidez es inculcada y su potencialidad aun es infinita. ¿Y qué acaso el no-existir no es la libertad última? Cada que escucho la palabra libertad, cada que la uso, no puedo dejar de sentirme culpable de seguir propagando un himno fatuo de ideales tan banales que se nos ha olvido preguntar si son vigentes aún. 

Todos, incluyendo el Universo, éramos más libres antes de nacer. Y no sé si volveremos a esa hermosa totalidad después de nuestra muerte; pero en este momento no hablo de esa libertad que hoy alimenta al gigante gusano del individualismo y al hedonismo destructor e irracional que nos aísla de la colectividad de nuestro ser incompleto. Me refiero a la libertad de ser eterno en la nada y el todo. La libertad que implica la muerte del tiempo.

Tal vez las descorazonadoras voces de estas mujercitas sean el reclamo artificial y oculto de nuestro anhelo libertad perdida; de nuestro impulso primario al no existir: a la eternidad. En sus triviales desavenencias han olvidado todo. Ni inmanencia ni trascendencia tiene cabida en su ser. Son fragmentos desconectados del existir. Cómo una nube, cómo una montaña o cómo una planta cualquiera. Son estética pura; una imagen sin nada detrás.

Para ellas el tiempo no significa nada, pues su vacío ya es vitalicio- a menos que caigan en la angustia del saber existir. ¿Habrá que envidiar su condición? ¿O hundirse en la desesperación es algo deseable? ¿Qué tan justificable es la lucha por el sufrir existencial? ¿Por qué hay algo en lugar de nada? Todo nos lleva al mismo nihilismo, pero bajo diferentes enfoques. Uno de ellos artificial, automático, acartonado e indiferente; el otro, profundo, traicionero y desesperante. Ambos son reclamos inconscientes del Universo. Ambos buscan la unión de todo lo que el cosmos dejó hecho pedazos. Uno mediante la homogenización del todo en el tiempo, en la vida; el otro mediante la negación del tiempo y la confrontación de una realidad reflexiva pero igual de carente de significado. 

Al final, tanto ellas como yo sonreímos, ¿y quién puede decir que sus sonrisas valen más que las ajenas? La tristeza es más delicada y la angustia aún más compleja; pero la alegría momentánea no conoce corolarios existenciales, lógicos o filosóficos. ¿Es acaso la reflexión tan solo un vehículo para criticar la existencia? ¿Por qué algunos son la voz infeliz del Universo mientras otros son su indiferencia? Todo es tan evidente; pero la temporalidad ofusca nuestra percepción y los recuerdos siguen siendo mentiras. 

Quiero terminar mi té, quiero dejar este lugar; quiero seguir jugando juegos de destrucción en otro lado.

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