El día de ayer tuve la oportunidad de disfrutar de la película “El Infierno”, última entrega cinematográfica de Luis Estrada. El filme narra la historia de “El Benny” y su regreso a un pueblo envuelto en la ya tan familiar violencia del narcotráfico. Las circunstancias lo llevan a entrar a este “negocio” y así se va desarrollando una historia que hace alegoría muy directa a la realidad que estamos viviendo en México; especialmente en las regiones del norte del país.
Los valores de producción, las actuaciones y en general, la construcción de la película hacen a uno recobrar la fe en el cine mexicano. En términos de entretenimiento el filme también entrega un sólido paquete entre violencia, humor negro y una cruda crítica a nuestra situación actual; ya que, aunque predecible, no deja de tener sus sobresaltos.
Ahora, dejando de lado los méritos cinematográficos de la obra; quiero enfocarme en esa crítica tan evidente que “El Infierno” transmite. Muchos han aplaudido la “valentía” del filme en mostrar nuestra devastadora y “polémica” realidad. Con referencias directas a nuestro actual gobierno, la guerra contra el narcotráfico y la situación de deterioro social en que vivimos; este festival de sátira y violencia pretende claramente “sacudir” la conciencia del mexicano y cuestionarnos, entre otras cosas, si tenemos algo que celebrar este próximo 16 de Septiembre.
Aún así, la película no muestra ningún comentario, mensaje o aportación que no sea ya dolorosamente obvia para el grueso de la población mexicana. El contexto de la historia pide tantas cosas prestadas a nuestra realidad; que si bien la alcanza a emular, no logra justificar su falta de originalidad con su discurso de pesimismo y desesperanza.
Las únicas personas que tan solo después de ver la película se hayan dado cuenta que la justicia social es la piedra angular de una sociedad diferente; o que la corrupción y violencia han escalado hasta lo más alto de nuestras instituciones; o que las estrategias de combate al narcotráfico no han sido las ideales; deben ser todos esos escurridizos menores que desafiaron la clasificación “C” de la película.
Aunado a la falta de “novedad”, la crítica pronto se pierde en burdas referencias simplistas al estado actual de nuestro país en las que pareciera que se quiere dar a entender que todo este “infierno” es tan solo producto de los últimos cuatro años de gobierno. Nuestra misma realidad (que sobrepasa por mucho el retrato mostrado por la película) es suficiente para “sacudir” nuestra conciencia; y por ello, la crítica vacía de “El Infierno” se siente como una oportunidad perdida para mover a la sociedad a no solo reclamar cosas mejores; si no a participar activamente en la obtención de estas.
Al final, el único mensaje que logra transmitir es un aura de derrotismo que lejos de motivarnos a seguir “luchando” por sacar a México de esta terrible situación, nos invita a aceptar con apatía que no queda más que olvidar lo mucho o poco que nuestro país ha crecido en estos 200 años de independencia y entregarnos al ya iniciado proceso de la pérdida de nuestra nación.
1 comments:
Es exactamente lo que yo te dije! Esa película no propone nada y en lo personal, ni siquiera me parece controversial, así está el país, nadie merece un reconocimiento por señalarlo sin invitar a una verdadera reflexión
Post a Comment