Tuesday, October 12, 2010

Aprendiendo a pensar

“En las escuelas, que tanto enorgullecían al pasado siglo, no ha podido hacerse otra cosa que enseñar a las masas las técnicas de la vida moderna, pero no se ha logrado educarlas. Se les ha dado instrumentos para vivir intensamente, pero no sensibilidad para los grandes deberes históricos; se les ha inoculado atropelladamente el orgullo y el poder de los medios modernos, pero no el espíritu. Por eso no quieren nada con el espíritu, y las nuevas generaciones se disponen a tomar el mando del mundo como si el mundo fuese un paraíso sin huellas antiguas, sin problemas tradicionales y complejos.”

José Ortega y Gasset en La Rebelión de las Masas

El gran problema de la educación. Un problema cuya solución siempre ha figurado como angular en el porvenir de la nación y el mundo; y aún así es un tema que muchas veces prefiere ser ignorado. Durante ya varios años la educación superior ha tomado un camino cada vez más gris y desmotivador en el que el antiguo ideal de la comunidad universitaria forjada en el conocimiento, la cultura, el diálogo y el placer de pensar se va desvaneciendo año con año ante la férrea voluntad del mercado, las masas y la naturaleza misma de las “nuevas” generaciones.

Y digo “nuevas” porque este no es un problema de hace unos años. Es una cuestión ya de décadas y décadas en las que nos hemos acostumbrado poco a poco a preguntar más “¿para qué?” en vez de “¿porqué?”. Ahora, más que nunca, es triste ver la casi absurda cantidad de información disponible ante nosotros y darnos cuenta que nos encontramos perdidos en un mar de datos sin utilidad, sentido ni realización, y que las pequeñas islas de conocimiento son cada vez más difíciles de vislumbrar.

Como bien describía Ortega y Gasset en su época (que también es la nuestra): “vivimos en un tiempo que se siente fabulosamente capaz para realizar, pero no sabe que realizar. Domina todas las cosas, pero no es dueño de sí mismo. Se siente perdido en su propia abundancia. Con más medios, más saber, más técnicas que nunca, resulta que el mundo actual va como el más desdichado que haya habido: puramente a la deriva”. La problemática aquí no es el acceso a la información o la cantidad de ésta. No es cuestión de si llevamos una clase o la otra; es un problema del modelo en sí, de la intención y objetivo de las universidades. Ya no sé educa, ahora se entrena. Ya no se aprende, ahora se hace. Ya no se enseña, ahora solo se da la información y se le disfraza de herramienta.

El hombre no es lo que es, sino lo que puede llegar a ser. Es la potencialidad de sus circunstancias lo que le permite realizarse y alcanzar su individualidad funcional como persona y como parte de un colectivo. Sin embargo es alarmante ver que a pesar del gran potencial de nuestros tiempos, los jóvenes profesionistas carezcan de la más mínima motivación para aprender. Si están dispuestos a pagar -ya sea con excesivas tasas semestrales o con el solo tiempo o esfuerzo que la educación universitaria implica- es porque durante años les enseñamos que ese es su único pase al porvenir.

Un porvenir que algunos de entrada ya tienen y buscan solo mantener mientras que otros luchan, ilusionados por alcanzarlo. Pero esa ilusión muchas veces no se materializa e incluso al graduarse y titularse como un producto bajo estrictas especificaciones del mercado ya no es garantía de que se dejarán “las repisas” para integrarse de manera exitosa al ámbito laboral. La ilusión, sin embargo, puede ser “revitalizada” y su efecto postergado mediante maestrías y doctorados que, también, muchas veces solo son estudiados para “asegurar” un lugar en el esquema económico de la actualidad.

Y el gran pecado de la educación no es que se encuentre suscrita a la voluntad de la economía; pues es evidente que dicha cooperación es necesaria. El problema es que esa parece ser ya la única voluntad de la educación. Ahora más que nunca ésta se describe como una “inversión” y es vista como un “desperdicio” si no se logra ejercer ese preciado título académico. Y entonces, cuando el horizonte solo prevé el aprendizaje como herramienta y necesidad, el enfoque del ideal universitario se pierde en su misma abstracción.

Nuestras instituciones forman licenciados, contadores e ingenieros, especialistas en la técnica; pero muchas veces vacíos, desmotivados y sin dirección. La formación de profesionistas es una labor que debe de encontrarse fundamentada en la imaginación, la conversación y la individualidad. En el saber reflexionar, criticar, evaluar y sobre todo en saber aprender. Sin embargo ahora los contenidos son lo de menos cuando al salir solo se posee la habilidad para aplicarnos y no para evaluarlos y mejorarlos.

Y no solo es alarmante que se sacrifiquen cursos de “filosofía” o humanidades en función de otros más “útiles”. Lo alarmante es que se pierda esa cualidad con la que se enseñaban esas clases; esa necesidad de aprender mediante el duro cuestionamiento del hombre y su naturaleza; de la historia y su memoria. Así mismo la solución no es en darle “perspectiva humanista” al ingeniero o “panorama empresarial” al sociólogo. La ilusión de la enseñanza “multidisciplinaria” es solo eso. Si ese conjunto de disciplinas se “enseñan” con el mismo desprecio a la reflexión y se les exalta tan solo como “herramientas”; su efecto es nuevamente perjudicial y meramente aglutinante.

El conocimiento real carece de demanda. La independencia de pensamiento y el debate son ahora problemáticos. El aprender a aprender es demasiado general para esta era de brutal especialización. Y así, las nuevas generaciones que comienzan a tomar el volante de la sociedad son caracterizadas por la apatía, la cerrazón, la ignorancia y un utilitarismo espeluznante (e incluso peligroso). Así, poco a poco se olvida los principios, las bases y la misma naturaleza del conocimiento. Su aplicación es lo que incumbe y su justificación es que “funciona”. Y es así como poco a poco nos hemos visto en vueltos en un vertiginoso espiral de crecimiento, industrialización y “modernización” que se justifica como racional por provenir de la técnica; pero es peligroso e irracional por ser miope y sin memoria.

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