Así se vende la idea. (via SMBC)
Hoy visité una empresa. Una empresa de alta tecnología, cuyo producto es la ingeniería. Ellos no venden piezas o materia prima… no… venden ingeniería. El proyecto: Una empresa de ferrocarriles en Rusia necesitaba una línea de producción de ejes y ruedas de tren. Ahora esta compañía española tenía montada las líneas requeridas para cubrir la producción del cliente. En una nave gigantesca se tenía todo un sistema totalmente automatizado que produciría las piezas al ritmo de una cada cuatro minutos. En unos días todo sería desmontado y enviado a Rusia por partes. No estoy hablando de uno o dos camiones de maquinaría… no… estoy hablando de uno o dos camiones de maquinaría al día en un proyecto de cerca de 70 millones de Euros.
Durante el par de horas que se nos explicó las particularidades del proyecto y se nos dio un detallado tour por cada etapa del proceso me daba cuenta de la abrumadora cantidad de recursos, trabajo, ciencia e ingeniería detrás de todo esto. Y entonces me puse a pensar…
Si una persona del siglo XIX fuera mágicamente traída al presente y presenciara lo mismo que yo presencié esta tarde; estoy seguro que tendría un par de preguntas y comentarios al respecto. Uno de los que se me viene a la mente sería algo como esto: “De seguro que ahora que pueden producir piezas de forma tan rápida, eficiente, barata y automática, la jornada laboral ha de ser mucho muy reducida”.
Lamentablemente se llevaría una terrible decepción al saber que hoy por hoy seguimos trabajando las mismas 10 a 12 horas diarias y seguimos ganando suficiente para “vivir” sin más. El avasallador avance científico y tecnológico ha ayudado a reducir tiempos, costos y personal al tiempo que aumenta calidad, innovación y; por supuesto, ganancias. Sin embargo esto no se traduce en una sociedad con más tiempo, más dinero y mejor calidad de vida; se traduce en un mejor y más atractivo margen de utilidad para las grandes corporaciones y sus contados accionistas.
Aquí creo que vale la pena parafrasear la analogía de Russell y los alfileres. Supongamos que en cierto momento la industria manufacturera de alfileres cubre de forma normal toda la demanda de alfileres del mundo. Trabajando ocho horas al día se fabrican tantos alfileres como el mundo necesita. La tecnología avanza y ahora es posible fabricar alfileres en la mitad del tiempo requerido. Como Russell menciona, lo comprensible sería que ahora solo se trabajara cuatro horas y todo seguiría igual. Pero eso no sucede, lo que pasa en realidad es que se sigue trabajando ocho horas, se crean el doble de los alfileres que el mundo necesita y la mitad de la industria manufacturera va a la quiebra. En ambos casos hay el mismo número de horas libres; pero en uno la mitad de los hombres están desempleados y la otra mitad explotados.
Es la realidad. Pero esto no es solo cuestión de tiempo libre. El ver la línea ensamblada fue una cosa; pero el escuchar de la situación tan complicada de esta misma empresa fue desgarrador. Que el mismo director te diga que este gigantesco proyecto les traería una mínima utilidad (si es que alguna) fue terriblemente desmoralizante. No solo se trabaja bastante; si no que incluso no se trabaja lo suficiente.
Pongamos las cosas en perspectiva con el vivo ejemplo de la industria de la máquina herramienta en España. Vizcaya es conocido por esta especializada industria. Sus máquinas son reconocidas y utilizadas a nivel mundial. Su ventaja competitiva: Un balance entre costo y funcionalidad. Por otro lado tenemos a los líderes en calidad: Japón y Alemania. Con costos más elevados; pero una calidad superior o una especialización clave, su área en el mercado es distinta; pero comparable. Sin embargo; hoy por hoy también tenemos países como China y Taiwán; que no solo producen máquinas de calidad similar a la española; pero en mayor volumen y menor precio.
En el País Vasco, donde se concentra 90% de la máquina herramienta española, se dan cuenta que de no hacer algo continuaran perdiendo terreno en el mercado. Esta empresa que visité hoy apostó por la especialización. Ahora no venden máquinas-herramientas, ahora venden máquinas-herramientas para hacer cierto proceso, cierta pieza o cierto ensamble. Ahora venden el paquete de ingeniería completo; exigiendo más tiempo, más riesgo, más conocimiento y experiencia.
¿Y todo esto en que se traduce? En una necesidad cada vez más fuerte de ingenieros, científicos y técnicos con preparación, habilidad, experiencia y ese conocimiento de la industria y de los procesos que no puede ser obtenido más que de los años de trabajo o directamente de algún veterano en el área de especialización. Y así, la formación ingenieril es cada vez más demandante y las oportunidades de trabajo cada vez más escasas.
¿Y todo esto a quién beneficia? Este terrible esfuerzo… esta carrera sin cuartel para ser el más barato, el más rápido, el mejor y el más especializado… ¿a quién ayuda? Esta compañía se encuentra pagando sus deudas de financiamiento para completar un proyecto con una utilidad mínima y la recompensa de su esfuerzo es que sus salarios han descendido un 20% por la crisis.
Y allá fuera todo sigue igual. La ciencia sigue progresando solo para el marginal beneficio de las corporaciones. Todo porque la empresa tecnológica está suscrita a un modelo económico que se ha salido de control.
Primero perdí la fe en el dinero, luego en las corporaciones y el gobierno. Ahora he perdido la fe en la empresa científica. Y todo lo anterior simplemente se resume a que he perdido fe en el sistema económico que está llevando al mundo por un camino de perdición invisible. A veces es difícil imaginarse todas estas cosas. El darte cuenta que como ingeniero eres de los engranes más próximos al eje principal de la máquina del capitalismo. El saber que estos avances, este conocimiento… estos proyectos están moviendo una maquinaria económica que poco a poco está destruyendo las cosas en las que crees.
Para cerrar de broche de oro, mi asesor comenta al final de la visita sobre un estudio sociológico que indica que gran parte de los fundamentalistas y terroristas tienen formación ingenieril. Comenta lo lógico de tal conclusión al decirnos que la ingeniería nos lleva por un camino que tiende a la ultra-derecha. El comentario me produce un ligero malestar. No conforme agrega que dentro de las filas ingenieriles casi no hay poetas o escritores a lo que respondo: “algunos filósofos eran ingenieros… como Wittgenstein, uno de los más grandes del siglo XX”.
Era ingeniero mecánico…