Escribir por escribir es como despertar solo
por el simple hecho de “tener” que hacerlo.
Olvidar el propio existir por el solo hecho de
no tener tiempo de entenderlo.
Hacer memorias de lo mecánico, crear ilusiones
de lo orgánico.
Carecer de momentos para observar tus propios
espejos.
Rendirse ante la inercia de un caminar a medio dormir,
a medio existir.
Compartir sentimientos en aforismos, optimizando
incluso lo incomprensible.
Describir emociones sin pintar imágenes, sin
abusar de alegorías.
Perder la voluntad de luchar en las mismas
melodías que algún día la crearon.
Redactar ideas sin siquiera conocerlas.
No puedo evitar el expresar colores oscuros, azules y verdes un tanto profundos; un tanto deprimentes. Lo hago porque
es lo que observo; pero aún me confunde la misma intención de mis escritos.
Nunca he querido desilusionar a nadie; pero me
molesta que, como yo, casi todos estén dormidos. Me río igual, y me reiré cada
vez más fuerte; sin embargo creo que también he caído presa de la religión
estética de nuestra generación. ¿Alguien se ha robado nuestra alma? ¿Pero
quién? ¿Y para que la querrán? Al fin y al cabo estas se han vaciado ya.
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