Monday, December 31, 2012

Generalidades de fin de año

El hecho de que la vida no tenga ningún sentido es una razón para vivir, la única en realidad
E. M. Cioran

Hay algo de perverso en nuestra necesidad de atormentarnos año con año con reflexiones superficiales sobre oportunidades perdidas, propósitos no cumplidos y resoluciones tan comunes y corrientes que lejos de inspirar un cambio hacia esa mágica pero desconocida dirección de la eterna “felicidad” nos disparan en un inmenso mar de frustraciones y angustias incomprendidas.

Lamentablemente el proceso de finalizar el año es tan ordinario que, como muchas otras de nuestras tareas cotidianas, lo ejecutamos sin el menor grado de conciencia. Como si se activase un pequeño chip, en estos días nos da por hacer un recuento general del año, sus éxitos, fracasos y todas las circunstancias que sin más ni menos nos dejaron dónde estamos.

Pero así como el mundo no término el 21 de Diciembre y el fin de un ciclo cósmico parece igual de inconsecuente que el sabor del café de esta mañana; así el arbitrario cambio de año no pinta más que para ser una excelente excusa para festejar y hartarse de comida y bebida una vez más. El hacer una lista de propósitos por el solo hecho de seguir una ambigua tradición es tan benéfico como no hacer nada en absoluto.

La vida, especialmente en sus primeros años, resulta ser un camino ya señalado y delimitado en la mayoría de sus aspectos. Conforme vamos avanzando es fácil perdernos en la inmensidad de una maliciosa inercia que permea cada actividad e instante de ésta. En ese entonces, cuando ya estamos desorientados y sin dirección, que mediante unas pocas horas de “reflexión” resolvemos que hacer ejercicio y dejar de fumar son los pilares claves que nos faltan para alcanzar la plenitud humana.

¿De qué nos sirve una lista de propósitos aislados al tratar de ponerle metas y objetivos a la vida? De muy poco, de forma similar que una lista con indicaciones de como limpiar la proa de un barco le sería irrelevante a un capitán tratando de llevar a su navío fuera de una terrible tormenta en altamar.

Antes de enumerar 5, 10 o 15 propósitos aislados bien valdría la pena el detenernos un segundo y definir dónde estamos y hacia dónde queremos ir. Para bien o para mal eso no es un ejercicio de una cuantas horas antes del brindis; sino una labor verdadera de introspección en la que podamos ser realmente sinceros con nosotros mismos y evaluar si lo que ésta sistemática y prefabricada vida de burgueses es lo que siempre deseamos o no.

Planear es algo mayormente tedioso y algunas veces complicado. Otras tantas es totalmente innecesario; pero el determinar esa cuestión requiere de una etapa de meta-planeación también. Si pasan los años con decenas de propósitos incumplidos es porque son metas que no nos interesa cumplir, cuestiones que puede que ni siquiera tengan que ver con nuestro plan de vida (si es que se tiene uno).

No fumar, no tomar, bajar de peso, hacer ejercicio, leer unos cuantos libros… todas ellas son metas de alguien más. Lugares comunes que no dicen nada sobre la forma en la que vivimos. No valdría más preguntarnos ¿Por qué fúmanos? ¿Por qué tomamos? ¿Para qué quiero hacer ejercicio? ¿Qué libros quiero leer? ¿En dónde quiero estar y con quién? ¿Quiénes somos?

Da un poco de miedo el darnos cuenta que no sabemos ni siquiera que es lo que nos mueve. Descubrir que el tener un carro o una pantalla gigante en la casa es, tal vez, la menor de nuestras preocupaciones. Es más, igual y es posible darse cuenta que todo en la vida es más o menos insignificante, de forma que no hay razón para pertúrbanos por pequeñeces como las 12 uvas. Pero mientras sigamos nublando la mente con cánticos repetitivos de buenos deseos y listas mayormente inconsecuentes; será complicado darnos cuenta de ello.


Tuesday, December 11, 2012

Elegía por los instantes perdidos


¿Quién podrá medir la infinita alegría de la eternidad? ¿No es, acaso, prepotencia el creer que solo el sufrir merece espacio en las conversaciones de la noche? Llorar es lo más elemental del instinto humano; es lo más fácil, lo más banal. Es más patético aquel sufrir falso que miles de sonrisas fingidas.

En la inmensidad de un momento, lo que se siente y por lo que se sufre es por ese instante de alegría perdido para siempre. Nublar la mente en ilusiones de felicidad, reír un segundo ante la simplicidad de una vida incomprendida, mostrar una sonrisa a un mundo que se niega a entenderla; todo aquello es parte de la delicada comedia del Universo entero. Es mediante el risueño humor que acepta la inevitabilidad del caos y lo violento de la naturaleza que el espíritu se vuelve verdaderamente humano.

Los animales también sufren. El dolor es un mecanismo que proviene del subsuelo más profundo del mundo natural. Es la herramienta más básica que se programó en el ininteligible orden oculto del cosmos. Incluso las estrellas lloran al inflarse y vomitar energía, calor y muerte. Se empequeñecen y vagan eternamente en la más desdichada de las penas. Los cometas en su descarada y petulante danza de vanidad se extinguen con la velocidad de cualquier alma perdida. Las rocas se agrietan, se estremecen y se derrumban ante el llorar de las nubes que, entristecidas por su fugaz existencia, se conmueven de todo aquello que puede respirar.

Los fantasmas, ¿qué hay más desdichado qué un fantasma? Los fantasmas de los sonidos nunca escuchados; los fantasmas de las conversaciones nunca tenidas; los fantasmas de lo sueños muertos, de la música silenciada, de la lucha inútil y de la esperanza ciega. Los fantasmas de las letras vacías, de los significados perdidos, de las intenciones mal puestas y las ventanas rotas. Los fantasmas de la ayuda arrogante, de la estética vacía, de la violencia que le llaman arte y del arte que se alimenta del vacío. Los fantasmas del viento que mata, del juego interrumpido, de la guerra sin sentido y de la paz mal interpretada.

Toda esa desdicha, todo ese dolor, ese sufrimiento, esa melancolía, esa tristeza, esos abismos, esos vacíos, esas angustias, esos miedos, esas parálisis, esas pesadillas, ese desasosiego, esa desesperación, ese hastío, esa crudeza, esa incertidumbre, esa violencia, esa destrucción, esas ilusiones, esos espejismos, esos ecos de muerte; todo ese lamento no es más que una elegía por los instantes perdidos,

No sucede nada y la nada es lo que reverdece en nuestro vacío interior. No hay nada más que el momento eterno del ahora. Por ello es tan fácil sentir que se sufre y tan menospreciado el momento de verdadera y trivial alegría. ¡Qué poderoso es aquel instante que destruye esta nube púrpura y nos permite reír! ¿Acaso habrá fuerza más poderosa en el Universo que aquella que le da significado a la más profunda irrelevancia? Aquella que disfraza de realidad el existir.

Las alegorías se agotan cuando se expresa la grandeza del humor, de la risa tonta, de la cosquilla traviesa y la sonrisa despreocupada. Los poetas se derraman sobre un mar de petróleo y aceite; oscuro, denso, pesado y tóxico. ¿Quién no ha sido culpable de tratar de engrandecer su patética desgracia? Lo único absoluto de la auto-conciencia es la necesidad de expresión. Y sin embargo, quién sigue riendo es el tiempo.

¿Cómo no aborrecer esa maldita ilusión de temporalidad? ¿Cómo no odiar, fría y verdaderamente, a ese ser invisible del tiempo? El Rey de los espejos, la reina de las ilusiones, la mayor falsedad de todo el Universo. Su único propósito es atormentar la existencia con la mentira de una referencia eterna, incalculable, infinita hacia ambos extremos y falsa. El tiempo no era nada hasta que el Universo le dio cabida. Fue así que comenzó todo; es por ello que hay algo en vez de nada. El tiempo es el demonio verdadero de aquella divinidad absoluta del infinito. Es el fantasma último, aquel que goza con la eternidad de las horas miserables y con la fugacidad de los momentos de verdadera alegría. Aquel que se acelera cuándo no sabemos que hacer y se frena en la soledad de la noche fría. Es un espectro que ronda en todos los cristales rotos del Universo, conspirando para que la entropía no descanse jamás.

Cuando nos perdemos en sonrisas infantiles, ahí el tiempo teme entrar. Le asusta la emulación del instante completo, le aterra observar ensayos de completitud; momentos en los que derribamos lo que nos fragmenta. Es entonces que un segundo se vuelve un paraíso eterno y las horas pasan al ritmo que nosotros prefiramos. El reír con alguien al lado es fusionar una parte del cosmos; es compartir la conciencia colectiva del todo y volver al origen completo, final y perfecto del Universo. A ese punto de partida dónde la referencia del tiempo era redundante, innecesaria y molesta. Por eso el bufón de los segundos engaña las almas con el espejismo de la temporalidad; lo hace para darle forma a todo lo que es sinónimo de sufrimiento; para seccionar los instantes y hacernos llorar la partida del eterno ahora.

Honremos pues el momento de todos los momentos. Seamos verdaderos instantes.

Monday, December 10, 2012

Ventanas rotas


"Escribir no es mostrarse, sino ocultarse y mutar" – Antonio Ortuño

¿Por qué es tan similar mi sentimiento al de aquel otro que vivió en otro tiempo, en otro país, en otro idioma, rodeado de otras almas?

Somos ecos de una eternidad que no nos pertenece. Somos sollozos de un Universo que se experimenta así mismo a través de nosotros, seres incompletos.

Más y más pruebas de que somos una colectividad perdida en el infinito. Nos separa el tiempo y nos fragmenta la irrealidad.

Antes temía que me descubrieran otros. Me aterraba la vulnerabilidad. Era como si quisiese compartir mi indiferencia, fomentar la apatía del todo. Tiempo después me di cuenta que mi miedo era encontrarme en otros. En la ironía de la joven estupidez, estaba aterrado de confirmar la revelación que hoy le da sentido a mi perspectiva del funcionar humano: somos espejos, somos colectividad desquebrajada en el abismo del todo y la nada. Uno solo, pero jamás uno mismo.

Ahora prefiero guiar las apariencias y jugar con los prejuicios que harán y hacen de mí. Aprovechar la enferma necesidad de clasificación que tiene la gente y utilizarlos para conocerme. He desarrollado una empatía poderosa y egoísta. Una dualidad que ha vaciado, gracias a “Dios”, de significado al todo. Ahora soy la más dulce de las contradicciones, esa que se llena de júbilo ante el despojo del todo y esa misma que en sus nimiedades produce la única verdadera angustia; esa que está en el núcleo de la inexistente naturaleza humana; la desesperación de la libertad incompleta, compartida e involuntaria del existir sin más.

Nunca me había encontrado tan cerca del abismo y tan cómodo en lo que otros consideran como oscuridad. Juego, de forma prudente, con inicios de un hedonismo inocente, pronunciación de un nihilismo manifiesto y justificado en su misma negación. Soy obra, reflector y reflejo. Soy apariencia de vacío. Soy estética de nuestros tiempos, mensajero de promesas de libertad, luchador inerte de causas perdidas. Realista y escriba del alma. Soy los colores de la música y las ráfagas del más seco de los vientos. Soy la sana arrogancia del sensible. Soy el respeto perdido y la brutal timidez. Soy la Luna, alta, sola y hundida en formal demencia. Soy el que maldice al sol y engaña a las nubes. El que hace amistad hipócrita con la lluvia y solo come para sobrevivir. Soy los dos que las estrellas dictaminan, el que camina hacia atrás mientras ignora los espejos. Soy lo que se lee; pero no lo que mira. Soy la torre y la balanza olvidada, soy la claridad de las letras y la opacidad de las imágenes. Soy lo que soy en otros, soy lo que los otros son en mí. Soy las palabras perdidas y el miedo, aún presente, de que no se comprenda mi juego de realidad. Soy todo en lo que no creo.

Monday, December 3, 2012

Hablando con la Nada


Es divertido empezar a escribir sin tener necesidad de hacerlo. El conversar con una hoja en blanco es una experiencia de esas que reconstruyen el alma. Cuando se vierten palabras sin ninguna finalidad más que el expresar líneas de eterna irrelevancia es posible sentir una libertad que ni siquiera la conversación interna con el “yo” puede emular.

El sacar las palabras de un “adentro” imaginario es como expulsar una carga, aunque los párrafos que se redacten no pretendan decir algo. Inclusive si estas palabras carecieran de sentido, cada que completo una oración es como si todo mi ser diera un respiro.

Con los años he aprendido a compartir esa nada que tanto disfruto. Esa nada que permea todo lo que existe y que se confunde con sentido. Es una nada que se exime de toda responsabilidad; que no expresa significado alguno y que ha renunciado; desde su creación, a justificar su honrosa y sutil existencia.

Es difícil hablar de ella en público ya que algunos temen enfrentarla. Las conversaciones que socavaban la ilusión de una vida “feliz” son mejor dejarlas para las horas de penumbra. Es ahí, cuando la oscuridad de afuera se confunde con la interior, que se abre un canal al corazón del Universo.

Dicen (“digo”) que el mundo pertenece a los sensibles. Que el sentir es existir, que el existir es contemplar, que el contemplar es plantear aforismos en un sueño. Como toda fuerza destructiva,  la creatividad se ejercita de las formas más extrañas y en los momentos más inoportunos. Las barreras que crea no dejan de ser humo y espejos. Restos de intención, notas en papel arrugado.

El riesgo es perderse en laberintos del lenguaje, el querer saciar el impulso de una risa maliciosa con imágenes vacías. Caer en la trampa del poeta, en los engañosos ritmos del pintor en éxtasis, del melancólico encolerizado. Hasta para escribir hay que mantener la calma. La tranquilidad también tiene sus ritmos y en su azul oscuro, pinta la noche de verde.

Por ello me agrada el color morado, que en su arrogancia se sabe dual. Alegre y depresivo; pero no bipolar; siempre es dos y uno al mismo tiempo. Uno solo, pero no uno mismo. Alegoría del Universo.

Es difícil no reír cuando la vida en su irónica faceta inerte te presenta ensayos de expresión con la desgarradora sutileza del viento seco de invierno. Un cigarro innecesario, un té de manzanilla que se ha dejado enfriar, un luz anaranjada en la pista de baile, una libreta que se llena un domingo por la tarde, una ventana que da hacia la mirada de una desconocida. Lo sublime brota cada instante de lo mundano. La nada, más seguido de lo que uno podría pensar, se convierte en el todo.

¿Y si dejara de hablar de todo esto? Me divierte escribir preguntas. Es emocionante porque nunca sé las respuestas. Las preguntas realmente bellas siempre vienen acompañadas de otras aún más hermosas. Es adictivo, podría pasar la noche entera escribiendo preguntas sin ningún ánimo de responderlas.

¿Qué es realmente lo que quiero escribir? ¿Quién lo leerá? ¿Quién quiero que lo lea? ¿Deseo que alguien lo haga? ¿Por qué prefiero que me lea un desconocido? ¿Acaso todos ellos son desconocidos? ¿Por qué ella lo era y ya no le es? ¿Por qué ella ya no lo era, y ahora lo es? ¿Por qué todo es más claro de noche? ¿Quién es la noche? ¿A quién le pertenece? ¿Acaso la luna realmente esta loca? Las letras falsas no tienen sabor.

Por eso me cansé de escribir cuentos.