Sunday, November 18, 2012

De viajes, estrellas y almas perdidas


Es una mentira el decir que no hay sobre lo cual escribir. Una mentira absurda y casi patética. Basta tan solo el más fugaz de los recuerdos para redactar cientos de páginas de ambiguas y feroces metáforas. Falta tan solo la opacidad del dejo de humanidad cotidiana para construir laberintos de imágenes e historias. Pero el que se pueda sublimar el instante mundano no significa que este sea trascendental ni que el tiempo le de pauta. 

La exageración es inherente dentro del violento presente, dentro del todo “aquí”, del todo “ahora”. El exceso es la plenitud del momento. Por azares de la construcción histórica actual, es solo mediante la saturación que nos permitimos recordar el existir. La experiencia estética se ha vuelto peligrosamente similar al hedonismo irresponsable y cuando no se le toma con el debido cuidado el riesgo de caer en un vórtice nihilista está siempre presente.

La insignificancia del todo y la cruda e iluminante experiencia de la autoconciencia parecen estar en conflicto conceptual y práctico. La reconciliación de nuestro existencialismo mal enfocado con la infinidad cruel, violenta, explosiva y caótica del Universo pareciera imposible. Pero a pesar de ello, la angustia, ese bello sentimiento, parece más sensato que cualquier oscura y superficial definición de felicidad o amor.

De igual manera la libertad se nos presenta como un espejismo de antítesis y contradicciones. Ser libre y sentirse libre se equiparan en la más detestable de las falacias mientras que la no-existencia ni siquiera figura dentro de los diálogos sobre nuestra realidad. Se habla sobre la muerte con miedo y sobre nacer con alegría, en uno de los ejemplos de “blanco y negro” más detestables de la historia humana.

Y a pesar de ello, a pesar del horror de la saturación sensorial y la vacuidad de un alma sin definición, naturaleza o explicación; a pesar de todo, de vez en cuando me invade un engañoso sentimiento de plenitud. Una inexplicable dosis de euforia leve ante la abrumadora simpleza del todo y su compleja potencialidad. El ser, en toda su expresión, se confunde entonces en una pequeña y etérea burbuja de confort existencial. Sin explicación, sentido, ni temporalidad. Fragmentada del tiempo mismo, ajena a la realidad e impenetrable por el rigor de una lógica construida en un intento fallido por emular la pureza de los números.

Así es la alegría de un instante. El júbilo de esos minutos que nadie recordará jamás. Momentos de los que nadie escribirá, historias que nadie leerá, diálogos internos que nadie jamás compartirá. Palabras que son demasiado frágiles e inexpresables para escribirlas en un libro. Segundos tan cortos… que ni siquiera la hipocresía de un poema puede capturar. Un parpadeo de eternidad.

¿De qué sirve entonces escribir? ¿Es acaso tan solo un banal registro de mi contemplación? Jamás nos entenderemos, ni tu, ni yo, ni el Universo.

0 comments: