Sunday, January 22, 2012

Sobre el esfuerzo regiomontano en la emergencia de la Sierra Tarahumara

La experiencia observada en torno a la situación en la Sierra Tarahumara es un acontecimiento que debe dejarnos muchos puntos a reflexionar. El resultado de la movilización concretó 57 toneladas de alimentos y su transporte. Esto, por sí solo, es digno de mencionar.

Sin embargo, más allá del resultado final de dicho esfuerzo, el momentum que lo produjo y las circunstancias que permitieron la coordinación, operación y agrupación de todos estos esfuerzos es algo que tiene que ser observado con detenimiento para tratar de responder al porqué la red de activismo local no parece terminar de organizarse, conjuntarse y obtener éxitos como éste en otros rubros y causas.

La problemática de hambrunas en la Sierra tarahumara no es algo reciente. Las raíces de esta situación son profundas y atienden múltiples dimensiones dentro de los espectros sociales, políticos, geográficos, económicos y culturales. La hambruna de este año, por su situación particular, se volvió “viral” a lo largo y ancho de las redes sociales. A diferencia de otras causas en la red civil de la entidad, la crisis en la sierra de Chihuahua tuvo una difusión rápida y masiva por la misma precariedad que pretendía evidenciar. De una u otra manera se contrapuso lo “urgente” a lo “importante”, un fenómeno muy presente en el activismo local. Así, con ese sentido de aceleración y presión de correr contra el tiempo, la difusión y movilización tomó prioridad ante las actividades tradicionales o rutinarias de la sociedad civil involucrada.

Aún así, el sentido de urgencia por sí solo nunca ha sido suficiente para conjuntar esfuerzos de manera eficiente y efectiva en el ámbito activista regiomontano. La variedad de causas y consignas es tal que a veces por un extraño temor a ser mal interpretados por asociación muchos colectivos prefieren atender solamente sus luchas.

Cuando hablamos de esto en términos de manifestaciones o movilizaciones cargadas de discursos políticos e ideológicos; es difícil el motivar un apoyo masivo a pesar del sentido de urgencia, real o percibido, de dichas agendas. El comprometerse con un activismo más “provocador” o con metas de nivel estructural se reflexiona con más detenimiento y precaución que el solo acto de “ayudar”: palabra que funge como otro ingrediente clave para que se diera el éxito de esta movilización.

“Ayudar” contiene un fuerte contenido moral en la mayoría de las comunidades actuales. Esa pesada carga hace que en momentos sea difícil evaluar o aislar el concepto en sí; complicado su interpretación en situaciones concretas. De esta manera, cuando se presenta una crisis como la observada, el sentido de urgencia que produce y lo opaco de nuestro lenguaje cotidiano proyectan la idea de que “ayudar” es algo intrínsecamente bueno y; dentro de un espectro político, totalmente neutral.

Sin ánimos de debatir si este es el caso, es evidente que esa conceptualización virtuosa de la ayuda provocó que el debate teórico, los argumentos en contra y las críticas en todos los niveles fueran sobrepasadas por un esfuerzo principalmente “operacional”. Las actividades planteadas fueron tan concretas y visibles que la coordinación de recursos y voluntarios presentaba únicamente retos a nivel de procedimiento y no demandaban la definición organizacional que tantos colectivos temen, desconocen o prefieren ignorar. Si a esto aunamos la falta de necesidad de actividades de seguimiento, compromisos a largo plazo o tareas futuras; es entonces más sencillo ver porque situaciones como estas logran movilizar de manera más contundente a la sociedad civil.

En conclusión, si la ecuación presenta una difusión masiva de una situación percibida como urgente en un esquema de acción concreto, visible y socialmente aceptado como positivo; es posible poder replicar este tipo de éxitos. Lamentablemente la problemáticas que experimentamos a nivel local y nacional presentan características muy diferentes, de forma que la estrategia para llevar a cabo sus soluciones tendrá que atender a condiciones menos fortuitas y a esfuerzos que, por su nivel de compromiso, nos hemos visto incapaces de concretar.

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