Sunday, January 29, 2012

Rasgando los bordes del cielo


No es un escape; es más bien un ejercicio de la imaginación….

La música habla su propio lenguaje, uno que va más allá de la formulaica sintaxis de nuestras estructuras mentales. Las notas se ordenan de manera natural y orgánica en un flujo similar al de la realidad. Los ritmos son patrones que dibujan orden y erráticos colores a la vez. El componer una pieza musical es como re-descubrir un fragmento ya existente del vasto universo. El arreglar, jugar y contemplar ese fragmento es, entonces, hablar con esa colectividad del todo. Es abrirse al sentir de la objetividad de los hechos con el poder de la subjetividad de nuestras propias interpretaciones.

Así como no se puede hablar de diálogos sin palabras no se puede hablar de música sin imágenes. Los altos y bajos cambian las tonalidades de sus claves y al conjuntarse y construirse en melodías estallan con figuras de un dinamismo explosivo y una cadencia envidiable. Sin importar los golpes por minuto o las octavas que separan los sonidos, la velocidad con la que se mide el impacto de una pieza sigue siendo en pensamientos por segundo.

Desde la silueta de un relieve opaco hasta una llamarada esférica en rojos y naranjas; al escuchar las capas de una composición la harmonía y melodía que penetran por los oídos se proyectan como explosiones de colores sobre las tuberías de la imaginación.

Podrá parecer ridículo el exaltar la ancestral belleza de la música cuando se ha hecho tantas veces ya; especialmente cuando la exhalación de cualquier prosa sigue pareciendo una torpe banalidad en comparación con el poder expresivo de los sonidos y la ensalada de frecuencias que los producen. La lírica del ritmo pareciera torpe y exagerada  al enfrentarse con lo poético de la contemplación musical. Sin embargo es porque la música se rehúsa a ser descrita más que por ella misma que los esfuerzos de condensar su belleza tienen que continuar.

Los versos intentan asemejársele con sus métricas rítmicas y controladas construcciones; sin embargo es solo mediante la exageración de la experiencia que intentan proyectar un sentido que, de existir, se niega a mostrarse por medio del lenguaje. Y aunque la música sigue reglas, las suyas son tan naturales como aquellas que explican el comportamiento de éste mundo.

Es como si la música, inmanente al universo,  fuera el último puente que nos queda con este. Es la única vía en la que podemos recordar que cuando la nada dejo serlo para convertirse en el infinito todo; nosotros estábamos ahí. El escucharla es recordar que estamos hechos del mismo material inerte del que surgieron las galaxias, sus estrellas y sus ritmos.

Sunday, January 22, 2012

Sobre el esfuerzo regiomontano en la emergencia de la Sierra Tarahumara

La experiencia observada en torno a la situación en la Sierra Tarahumara es un acontecimiento que debe dejarnos muchos puntos a reflexionar. El resultado de la movilización concretó 57 toneladas de alimentos y su transporte. Esto, por sí solo, es digno de mencionar.

Sin embargo, más allá del resultado final de dicho esfuerzo, el momentum que lo produjo y las circunstancias que permitieron la coordinación, operación y agrupación de todos estos esfuerzos es algo que tiene que ser observado con detenimiento para tratar de responder al porqué la red de activismo local no parece terminar de organizarse, conjuntarse y obtener éxitos como éste en otros rubros y causas.

La problemática de hambrunas en la Sierra tarahumara no es algo reciente. Las raíces de esta situación son profundas y atienden múltiples dimensiones dentro de los espectros sociales, políticos, geográficos, económicos y culturales. La hambruna de este año, por su situación particular, se volvió “viral” a lo largo y ancho de las redes sociales. A diferencia de otras causas en la red civil de la entidad, la crisis en la sierra de Chihuahua tuvo una difusión rápida y masiva por la misma precariedad que pretendía evidenciar. De una u otra manera se contrapuso lo “urgente” a lo “importante”, un fenómeno muy presente en el activismo local. Así, con ese sentido de aceleración y presión de correr contra el tiempo, la difusión y movilización tomó prioridad ante las actividades tradicionales o rutinarias de la sociedad civil involucrada.

Aún así, el sentido de urgencia por sí solo nunca ha sido suficiente para conjuntar esfuerzos de manera eficiente y efectiva en el ámbito activista regiomontano. La variedad de causas y consignas es tal que a veces por un extraño temor a ser mal interpretados por asociación muchos colectivos prefieren atender solamente sus luchas.

Cuando hablamos de esto en términos de manifestaciones o movilizaciones cargadas de discursos políticos e ideológicos; es difícil el motivar un apoyo masivo a pesar del sentido de urgencia, real o percibido, de dichas agendas. El comprometerse con un activismo más “provocador” o con metas de nivel estructural se reflexiona con más detenimiento y precaución que el solo acto de “ayudar”: palabra que funge como otro ingrediente clave para que se diera el éxito de esta movilización.

“Ayudar” contiene un fuerte contenido moral en la mayoría de las comunidades actuales. Esa pesada carga hace que en momentos sea difícil evaluar o aislar el concepto en sí; complicado su interpretación en situaciones concretas. De esta manera, cuando se presenta una crisis como la observada, el sentido de urgencia que produce y lo opaco de nuestro lenguaje cotidiano proyectan la idea de que “ayudar” es algo intrínsecamente bueno y; dentro de un espectro político, totalmente neutral.

Sin ánimos de debatir si este es el caso, es evidente que esa conceptualización virtuosa de la ayuda provocó que el debate teórico, los argumentos en contra y las críticas en todos los niveles fueran sobrepasadas por un esfuerzo principalmente “operacional”. Las actividades planteadas fueron tan concretas y visibles que la coordinación de recursos y voluntarios presentaba únicamente retos a nivel de procedimiento y no demandaban la definición organizacional que tantos colectivos temen, desconocen o prefieren ignorar. Si a esto aunamos la falta de necesidad de actividades de seguimiento, compromisos a largo plazo o tareas futuras; es entonces más sencillo ver porque situaciones como estas logran movilizar de manera más contundente a la sociedad civil.

En conclusión, si la ecuación presenta una difusión masiva de una situación percibida como urgente en un esquema de acción concreto, visible y socialmente aceptado como positivo; es posible poder replicar este tipo de éxitos. Lamentablemente la problemáticas que experimentamos a nivel local y nacional presentan características muy diferentes, de forma que la estrategia para llevar a cabo sus soluciones tendrá que atender a condiciones menos fortuitas y a esfuerzos que, por su nivel de compromiso, nos hemos visto incapaces de concretar.

Monday, January 9, 2012

Democracia sin demócratas


Representative institutions are of little value, and may be a mere instrument of tyranny or intrigue, when the generality of electors are not sufficiently interested in their own government to give their vote, or, if they vote at all, do not bestow their suffrages on public grounds, but sell them for money, or vote at the beck of someone who has control over them, or whom for private reasons they desire to propitiate. Popular election thus practiced, instead of a security against misgovernment, is but an additional wheel in its machinery
John Stuart Mill

Este año la televisión, los periódicos y todo el universo de medios 2.0 centrarán su atención en la carrera presidencial que nos brindará un nuevo dirigente de la nación. Es uno de esos años en dónde nuestros políticos simulan interés por la ciudadanía para ganar la simpatía y preferencia de los votantes. Es, como cada sexenio, cuando se lleva a cabo un ejercicio casi mecánico de  supuesta validación democrática.

En un mar de propuestas sin fondo, promesas vacías y spots televisivos que asemejan la trillada ficción de nuestras telenovelas; el excluyente aparato político mexicano se vuelve ante la población para buscar una aprobación protocolaria que le permita seguir operando para él y por él mismo.

Nuestras endebles instituciones tratarán de ratificar el valor de nuestra “participación” y la importancia de nuestro voto en el futuro de México al tiempo que olvidan como durante años han ignorado la verdadera activación ciudadana, la rendición de cuentas y el verdadero pulso del país.

Lamentablemente este ejercicio es tan banal e inconsecuente como la misma definición de la palabra democracia en México. Puede sonar triste, pero la ejecución o anulación del voto en la siguiente contienda presidencial no cambiará el rumbo del país de forma apreciable. La cúpula partidista continuará presentándose como un laberinto burocrático en dónde la lealtad a un partido seguirá siendo en teoría y práctica una cuestión de fanatismos, recompensas e intereses personales alimentados por el desinterés social.

Sin embargo nada de lo anterior debería parecernos sorpresivo o inesperado. Es comprensible que lo ignoremos o simplemente no le demos su debida importancia; pero es muy claro que una democracia sana no puede surgir en un panorama en dónde su simulación es mejor recompensada que su ejecución. Es, por así decirlo, imposible tener una democracia en un país sin demócratas.

Es posible, si, que la maquinaría política se haya vuelto tan grande y pesada que sea casi imposible actuar fuera de sus rígidos designios. Es fácil entonces el renunciar a cualquier posibilidad de cambio y dejar que, como nuestras vidas, el futuro del país sea determinado en principal medida por la inercia de nuestra inactividad y las decisiones de aquellos que blanden la espada del poder.

Es también posible declarar que ya es demasiado tarde para que la población despierte del profundo letargo inducido en las últimas décadas para “rescatar” el rumbo del país en cuestión de meses. El negar lo anterior parecería en su caso una esperanza infantil e ingenua surgida de esas mismas máximas pre-fabricadas de idealismo y superación que nos enseñan que el éxito recae en sentirnos exitosos.

Pero la intención no es despertar falsas esperanzas o revivir otras igual de irrelevantes. El primer paso es aceptar, simple y llanamente, que la democracia nacional sigue siendo un mito. Es alzar la voz cuando alguien asegure que la “alternancia” partidista es sinónimo de una república saludable. Es desafiar a todo aquel que crea que la respuesta política se encuentra en los partidos. Es hacer todo esto no para vaciar aun más la canasta de la esperanza; sino para comenzar a llenarla con un realismo aterrizado; uno que produzca acciones reales y no meros simbolismos de ridículo heroísmo, martirio o añoranza.

La democracia no puede existir sin ciudadanos demócratas. ¿Qué se necesita para que estos aparezcan? Una educación que de momento ninguna de nuestras escuelas parece ser capaz de proporcionar. Aquella  cuya impartición no sea una regurgitación de datos; sino una verdadera transmisión de la habilidad para discernir a partir de esa información. Porque solo mediante la cultivación de una empatía basada en el conocimiento y una conciencia crítica basada en el sano escepticismo es posible que podamos reflejar nuestra voluntad individual en acciones y, a su vez, interpretar la voluntad de quiénes nos rodean y comprender que ambas, en colectividad, deben formar el objetivo de nuestra sociedad.

Esto es un proceso lento que debe ser asumido con responsabilidad a nivel individual y para quiénes nos rodean. Un proceso que en paralelo debe buscar acciones para poder generarse y replicarse no solo en nuestros círculos sociales; sino a nivel institucional. Un proceso que tenga claro que mientras no se permeen estos objetivos en el sistema educativo seguiremos luchando contracorriente en este mismo y desolador panorama.