Thursday, December 15, 2011

Falsas esperanzas


Y todas las noches me sigo preguntando… ¿Por qué siempre escribir en estas condiciones? ¿Por qué esperar a no tener nada que decir para intentar plasmarlo todo en ambigüedades?

Las imágenes que retumban desplegando color en mi mente no son más que tenues y opacos cuadros reflejados en palabrería vacía en mis textos. El sentimiento de veloz movilidad se transforma en una estática deprimente. Las tonalidades cambiantes y danzantes se vuelven pinceladas de tonos primarios. La música que acompaña los torbellinos de viento y cristal no son más que aburridas brisas de banal fonética.

Pero algo de aquella intensidad emulada en mis sueños queda en el corazón de estos textos vacíos e intrascendentes. Una leve chispa permanece vibrando en el núcleo de esta conglomeración de vacíos. Una idea clara, concisa y presente es la que da forma a estas decenas de palabras sin aparente significación.

Es terriblemente simple, como el estado general de la humanidad. No somos cajas negras. El sentir y actuar propio es tan evidente y predecible como la caída libre de una roca. Pero nos enamoramos de la ilusión de complejidad. Confundimos la volatilidad de nuestro sentir con la supuesta impermeabilidad de su interpretación. Y así, al actuar de forma irracional y estúpida nos consolamos en la fragilidad de la voluntad humana y la falsa dificultad de esa actividad tan ramplona que llamamos “vivir”.

¿Cómo entonces pretendemos cambiar el mundo si voluntariamente negamos nuestra propia comprensión? ¿Qué podemos esperar de la vida si cuando se nos muestra clara y brillante la ignoramos? ¿Cómo definimos conceptos si nos rehusamos a entender los sentimientos que los producen?

No hay duda de que todo está mal. Ahora bien, tampoco debería haber duda del porqué. Todo esto se confunde con romanticismo, con ideales imposibles, con sueños, cuentos y hadas. Con ángeles y demonios. Con negros y blancos. Con historia, con memoria, con ilusiones y esperanzas. Pero esto no es más que simple y llana realidad. Proverbios de existencia, aforismos de permanencia… circuitos de tiempo.


Lo que pasa es que hemos olvidado lo que es vivir despiertos. La anestesia de la modernidad nos tiene hundidos en un estupor profundo y siniestro. Estamos tan adormecidos que la realidad, la humanidad y nuestros mismos sentimientos nos parecen exagerados, fantásticos, irreales e infantiles. Y así, preferimos hablar de “nada” y dejar pasar el tiempo para justificar nuestra miseria existencial.

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