Monday, October 31, 2011

Las nubes


Rápidas para moverse, lentas para desaparecer, las nubes arrastran consigo los aromas de la tierra, el granizo de la noche y la nieve de las montañas. Son fragmentos de mares, lagos y ríos. Blancas y puras; azules y pesadas; grises y ruidosas.

Del norte vienen estratificadas en nombre del gélido Boreas; del sur las envía Noto para secar la tierra; del este Euro las llena de lluvia y caos para terminar los veranos; y del oeste, el tranquilo viento de Céfiro las guía como mensajeras de fertilidad.

Dicen que las nubes respiran sueños; que en su andar recorren el mundo para crecer, llorar y transformarse. Entre ellas juegan, viajan, se unen y se abandonan. Hermanas, amigas y enemigas comparten todo, incluyendo su origen y destino.

Desde abajo las vemos para perdernos también. Para imaginar que nos miran allá en el cielo, y que tal vez ellas, desde arriba, pueden ver a dónde vamos.  A veces juegan con el viento, a veces bailan con las olas. En las noches brillan con relámpagos y estremecen la tierra con los truenos. Pequeñas y lejanas; inmensas y abrumadoras también. Sus ojos son abstractos y su sentir es su contraste.

La tierra las observa con envidia y el cielo las ignora con desdén. Las montañas las arañan con rencor y lo árboles las utilizan como adorno. El mar, su madre, las refleja con ternura. El sol, su padre, les cobra la vida con indiferencia. La luna las engaña y las invita en su locura a que bailen a su alrededor. Las flores y las plantas claman su presencia elevando, con el viento, su voz.

Ellas no saben si viven o mueren, si sufren o gozan, si aman u odian. Lejos de todo, cerca de nada. Así, como nosotros, son las nubes.

Tuesday, October 11, 2011

Cuando un sueño te despierta…


…puede ser por varias razones; aunque en mi caso es algo generalmente negativo. No sé bien a bien como describirlo por lo que puede que las siguientes líneas tengan un menor grado de elocuencia al esperado.

El sueño por si solo es bastante inofensivo; y de hecho viéndolo de forma objetiva, bastante carente de significación. Pero cuando algo tan vago y endeble logra despertarte con está angustia existencial, no puede ser ignorado. Tratar de interpretar los sueños como si su contenido albergara una fórmula mágica hacia nuestro futuro es algo tan estúpido como pasarse la vida buscando el significado de ésta. Si acaso, los sueños deben ser sentidos y tal vez vividos en la misma manera en la que sentimos o vivimos algún recuerdo.

Desde hace años me he estado dando cuenta de cuál es la vida que realmente quiero vivir; y a pesar que desde un punto de vista externo mi genérica existencia parece ser la progresión más normal y esperada de alguien con mi perfil; creo que nunca antes me había sentido tan lejos de mi subjetiva idealidad.

Lo peor de todo esto es que aún no me siento capaz de expresar mi disgusto en términos claros y concretos; pues aunque me cueste decirlo, la opinión establecida es bastante hostil a mi visión del mundo y su funcionamiento. El hecho es que me estoy dando cuenta, tanto consiente como inconscientemente de cosas que aún en mi supuesta “radicalidad” había pasado por alto. Cuestiones que ahora son las que están pesando en el día a día; pero que por lo mismo de su cotidianeidad son fáciles de ignorar; al menos mientras estoy despierto.

El tiempo jamás me había preocupado como ahora; el cansancio era prácticamente un mito en mi existencia y las opciones, aunque no numerosas, eran suficientes. Sin embargo, hoy por hoy siento que se me agotan los días al ser consumidos en las más irrelevantes de las actividades. Pareciera que sin darme cuenta renuncié a todo lo que realmente consideraba valioso para consagrarme a todo lo que la sociedad considera respetable.

Esto ha venido acompañado, como es de esperarse, con esos engañosos y furtivos sentimientos autodestructivos reflejados en actitudes, acciones y sentires por demás inofensivos; pero significativos por su intención. Es casi como un esfuerzo final de mi alma para protegerme de la inercia y “comodidad” de la meseta en la que ahora me encuentro. Un acercamiento peligroso al barranco para nuevamente tomar la velocidad requerida para saltar ese desfiladero hacia lo que realmente creo.

Nada de esto es nuevo y en su momento lo exprese de manera un poco más “poética” por ahí de principios del año, tratando de simplemente expugnar el sentimiento a manera de expresión. Hoy; sin embargo, estoy tratando de razonarlo un poco más, de ponerle nombre, dibujarlo, entenderlo y destruirlo de una vez por todas. El sueño de esta tarde ayudó en gran medida; pues cuando te escuchas a ti mismo pronunciar de manera clara y sin titubeos qué es lo que realmente extrañas de la vida es entonces cuando te das cuenta si lo tienes o no.

Aun así, entre más lúcido se vuelve todo esto en mi interior, más me cuesta explicarlo a los que me rodean. Al estar más cerca de entenderlo también las soluciones se vuelven claras y precisas; pero también más inminentes… más intimidantes. Son cambios que tal vez no tenga el valor de realizar. Decisiones con costos de oportunidad muy altos. Y tristemente el peso de esa visión que me rodea es algo que aún no puedo quitarme. Es entonces cuando siento mi alma encogerse y sacrificar la poca transcendencia que le puede quedar a mi vida.

Pero el primer paso es perder el miedo a aceptar que se es infeliz, de lo contrario, tal vez nunca se deje de serlo.

Thursday, October 6, 2011

Tenía que escribir algo sobre Steve Jobs…


Era inevitable me imagino yo. O al menos esa es la excusa que tomare el día de hoy para quejarme y gritar palabras bastante vacías a temas por demasía irrelevantes. El hecho es que hay pocas cosas que realmente detesto… y una de ellas es la ceguera de una opinión consolidada tan solo por su constante repetición.


Steve Jobs está muerto… es una lástima. Una tragedia como cualquier muerte prematura a manos de una terrible enfermedad. ¿Era un genio? Posiblemente. ¿Revolucionó su mercado? “Joder”… creó mercados. ¿Cambio nuestras vidas? Al menos la del “pequeño burgués” como yo y la mayoría de mi realidad inmediata, sí. Sin embargo nada de lo anterior es (o debería ser) un pase gratis hacia la exaltación casi divina que el ex-CEO de Apple parece gozar esta noche.

Pero lo que me incomoda de todo esto no es la mitificación de un hombre que impulso un modelo tecnológico con el que, en su base, difiero. Lo que levanta múltiples banderas rojas en mi limitado horizonte es el hecho de que, como una onda invisible e indetenible, todo mundo parece estar de acuerdo con esta práctica sin ni siquiera cuestionar la naturaleza de los excepcionales logros de Jobs.

Primero que nada, comprar un jodido iPod no significa que comprendan el impacto de las ideas de Steve Jobs; el cual, lamento decirles, no es del todo positivo. Su genio le ayudó no solo a crear productos, sino a creas necesidades, generar nichos, alterar conductas e incluso formas de vida. Apple dejó de ser la alternativa de Microsoft para simplemente ser Apple. Con un diseño industrial bajado del mismísimo cielo y un manejo de marca que la misma Coca-Cola envidaría, los productos de Steve Jobs pronto se colocaron como un símbolo de funcionalidad, estética, status y una visión por demás progresiva. Jobs creaba y a los demás no les quedaban más que seguir.

Pero, ¿qué es lo que estaban creando? ¿hacia dónde nos estaban dirigiendo? y ¿ con qué propósito y bajo qué premisas? Para nosotros, los tristes mortales, es difícil aceptar la cantidad de genios que pueblan nuestras generaciones. Wittgentstein, Einstein, Joyce, Miyazaki, Disney, Kubrick, Gates, Miyamoto, Zuckerberg, Page & Brin y cientos más. Personajes tan diferentes como fascinantes entre sí. Todos con visiones divergentes del mundo y la vida; cada uno con su valores y creencias; los cuales consciente o inconscientemente se permean en su trabajo, obra e influencias. Lo mismo para Jobs. Ser diferente (algo que ahora todos pretenden tener en altísima estima a pesar de que sus comentarios sobre él parecen salidos de una línea de manufactura en serie) es algo demasiado vago para ser exaltado.

¿Qué pretendía al retar el status quo con sus productos? Ser revolucionario es un concepto aún más vacío de significado en este contexto. Jobs creó un culto a sus productos y, por añadidura, un culto a su personalidad. La misma manzana renunció a los siete colores del arcoíris para transformarse en un logotipo limpio, puro… casi asceta.

Apple ya no vendía tecnología; pues en cuestiones técnicas sus productos nunca fueron realmente superiores o revolucionarios. Apple vendía sueños, sentimientos e imagen. Superficialidad dirían algunos… diría yo. Así, con “necesidades” nuevas (por demás innecesarias) se cambió únicamente nuestra forma de consumo. Apple era diferente por fuera, pero siempre fue lo mismo por dentro. Así, mes con mes con el nuevo iPod, el nuevo iPhone, la nueva Mac y ahora el bendito iPad, Apple vendía cientos de miles de productos tan similares entre sí que el mayor atractivo era ver un número más alto después de la denominación del artículo. Los productos de Apple trabajan en conjunto y complementan su propio Universo. Son versiones, extensiones o adiciones los unos de los otros. Pero a la vez, cerradas de todo aquello que disminuía su potencial de venta o alteraba la dinámica de su marca. Una estrategia definitivamente brillante en cuestión de negocios; pero no así desde el punto de verdadera innovación.

Todos estos productos nos dieron (y nos seguirán dando) la oportunidad de sentirnos partícipes de una revolución que jamás comprendimos. De sentirnos tecnológicamente competentes en una época en la que jamás ha sido más fácil utilizar una computadora. Pertenecer a un enunciado de diseño y estética alineado a nuestras demás superficialidades y alimentado por nuestra misma pretensión. En su cristalino blanco, su reflejante plata o su pulido negro siempre podemos ver nuestra imagen potencializada por las posibilidades tecnológicas del mañana en un esquema coherente y atractivo. Y así, cuando se nos coloca en un marco adornado tan bellamente, es difícil no amar nuestro propio y plano reflejo.

Nada de esto pretende demeritar el verdadero genio de Steve Jobs; simplemente me gustaría que antes de alabarlo se le intentara comprender; no en su naturaleza, pero en su impacto e intención.