Sunday, August 28, 2011

Activismo, acción y expresión

El día de hoy se realizó una manifestación más en repudio a la violencia y la incapacidad de nuestros gobernantes para resolverla. Los hechos sangrientos se vuelven cada más despiadados y el tiempo que pasa entre tragedias es cada vez menor de manera que esta práctica se ha vuelto común entre algunos sectores de la sociedad regiomontana. La ciudadanía poco a poco comienza a despertar de su profundo letargo, y si bien les ha tomado ya demasiado tiempo parece haber un avance.

Las marchas, por un lado, siguen siendo objeto de críticas por su falta de acción y resultados. En otro frente, las manifestaciones de expresión en redes sociales sobre los mismos temas son también menospreciadas por la falta de impacto que se percibe de ellas.

En su momento he defendido ambos mecanismos de protesta en base a que, en el sentido más básico y mínimo de estas manifestaciones, su primer objetivo es la expresión de un sentir o un mensaje. Y en ese tenor me parece que son efectivas, algunas en mayor medida que otras.

Independientemente del discurso al que nos queramos apegar, todos tenemos de entrada un derecho a expresar descontento, indignación, tristeza, ofuscación o cualquier otro sentimiento en relación a algún acontecimiento. Normalmente cuando los eventos que producen tal sentir se encuentran relacionados con temas políticos, económicos o sociales se vuelven presa de críticas y menosprecios.

Una de las razones es que normalmente son cuestiones controversiales o debatibles. Si se crítica a la derecha o la izquierda sus partidarios atacarán la protesta con su propio discurso. Otra razón importante es la percepción que el grueso de la población tiene sobre estos temas. Discutir política o problemáticas sociales es algo a lo que el día a día nos ha enseñado a despreciar. Quién lo hace se le juzga de “revoltoso”, “ingenuo”, “pretencioso”, ente otras; de manera que de entrada ya se tiene una percepción negativa de la acción.

Otra razón es que a diferencia de otros tópicos, se asume malamente que cualquier queja o expresión en estos temas tiene que venir acompañada de propuestas y resultados (lo cuál sería ideal; pero no necesario). Desde muchos frentes se nos dice que la única crítica que vale es la que propone y con ello, cuando se hablan de temas que no parecen tener soluciones simples en blanco y negro se le desacredita a sus interlocutores.

Sin embargo, así como algunos hablan de los últimos avances de la tecnología criticando plataformas y sistemas operativos sin llegar a algún consenso; o así cómo muchos otros critican películas y música sin jamás impactar la industria; o así cómo la gran mayoría discute todos los pormenores de sus selecciones de fútbol favoritas en radio, televisión y centros de reunión sin tener autoridad, propuestas o impacto en el devenir del deporte nacional; así muchos de nosotros nos gusta criticar, discutir y expresar temas que atienden al estado de nuestra sociedad sin forzosamente pretender cambiar al mundo con cada “tweet” de indignación.

Un cercano amigo, escéptico del beneficio de unos cuantos “likes”, “RT” o la esporádica nota en Facebook, comentaba con razón que el problema es que muchas veces esa “expresión” se confunde con acción. Es decir, el realizar un acto simbólico se pretende hacer pasar por una contribución tangible al estado actual de las cosas; y la verdad es que la mayoría de las veces ese no es el caso. El hacer una manifestación de expresión nunca debe ser confundido con el generar acciones o resultados reales ante alguna problemática social. Al menos no en el caso de México dónde la expresión se encuentra teóricamente garantizada ya. Sin embargo esto no significa que dichos actos, tanto en redes sociales como en las calles, sean inútiles o criticables por su misma naturaleza.

Hay una cuestión que muchos no ven en relación al llamado “activismo de sofá”. El realizar una acción simbólica, por más mínima que resulte, indica un nivel de interés en quién la realiza. Y si recordamos que una de las situaciones que tienen en a Monterrey y al país entero en manos de partidos corruptos e incompetentes es la apatía de la sociedad civil; entonces ese pequeño granito de atención ya es de entrada positivo.

El mexicano promedio exige y crítica esperando, como por arte de magia, que se genere un cambio. Se reclama algo y se quiere ver de inmediato una acción. Esto es un problema, no solo a nivel social o político, sino a nivel laboral o en cualquier ámbito que se presuma tener una organización. Somos una nación que peca del “hacer por hacer”. En el trabajo es mejor que se nos vea “haciendo algo” aunque sea por simulación antes de que se nos encuentre sentados reflexionando sobre algún problema que aqueje nuestra empresa.

Esto se traduce al terreno del activismo, el cual es visto (tanto externa como internamente) como una labor en la que tras identificar un problema se persigue de inmediato un resultado; sin observar que entre esos dos puntos hay un largo camino.

La falla de percepción en el discurso aquel que demanda “acciones y resultados” de los actores sociales es que no ven que para obtener un efecto concreto sobre cualquier tema hay que seguir un procedimiento: una secuencia de eventos y acciones que eventualmente producirán el desenlace deseado.

Y en ese procedimiento el primer paso es tener un interés sobre la problemática. Una vez generado el interés, reflejado muchas veces en algunos “tweets” o “likes”, entonces el individuo comienza poco a poco a empaparse de información sobre el problema que le interesa. Esto lleva tiempo y el exigir que alguien que apenas se encuentra entrando al debate social atienda de inmediato a una marcha o genere algún resultado es ridículo.

Si el interés sigue presente después del proceso de documentación, el individuo se encontrará bien informado al respecto del tema que le llama la atención, llevándolo al siguiente paso: la reflexión. Esta etapa es terriblemente importante y es fácil detectar a todos ellos que decidieron saltarla. ¿De qué sirve luchar por una causa sino la entiendes realmente? ¿De qué sirve tener la información si no puedes argumentar claramente porque estas a favor o en contra? ¿Cómo vas a plantear una solución si aún no se ha analizado bien el problema? Por estas preguntas y otras más; la reflexión es la parte angular de este proceso.

Una vez que de esa reflexión se obtiene una postura definida y un panorama claro de la problemática, entonces sí, el siguiente paso es ver como se puede generar un impacto positivo en dicho ámbito. Y aquí comienza otro largo proceso, que es el planteamiento de acciones y su eventual traducción en resultados.

Es importante recalcar que por la misma cerrazón del sistema político nacional, el ciudadano “de a pie” tiene pocas posibilidades de impactar a pesar de seguir este proceso. A su vez, el tratar de aportar soluciones “mágicas” y “rápidas” para convencer a los detractores de la manifestación social también sería una irresponsabilidad de la ciudadanía; no siendo diferentes a los políticos que hacen gala de su incompetencia y cinismo.

Por lo anterior, antes de criticar una marcha o una expresión de descontento en las redes sociales; antes de intentar precipitar una coyuntura en “acción” o “impacto”, hay que darse cuenta que primero se tiene que llevar a cabo un largo proceso individual de acercamiento a la problemática. Y no me cansaré de decir que lo primero que podemos hacer para tratar de resolver esta terrible situación en la que se encuentra el país es detenernos un momento y tratar de comprender sus causas, matices y particularidades. Una vez que todos pasemos por este proceso entonces nos será más claro el detectar que acciones concretas podemos realizar para mejorar al país; y lo más importante ¿porqué?


Saturday, August 27, 2011

No me cansaré de decirlo

Las guerras no discriminan afectados. Son fenómenos que, por su misma naturaleza, envuelven a la sociedad entera. No importa si estas a favor o en contra; si apoyas o no a nuestro presidente; si te interesa o no la política, los derechos humanos, la economía o incluso tu propia comunidad. No importa si apoyas al ejército o lo repudias; si prefieres seguridad sobre libertad o viceversa, si eres religioso o no creyente. No importa tampoco si te drogas o si tomas; si trabajas o eres desempleado, si votaste por el PRI o por el PAN. No importa si eres un alma caritativa o la escoria de la humanidad, si te preocupa tu país o si solo te preocupa tu bienestar. Cuando la violencia de un conflicto llega a tu vida, nada de eso importa.

Cuando el ejército entró a las calles muchos de ustedes pensaron que esto sería rápido. Que en algunos meses se lograría erradicar el cáncer del contrabando de drogas en nuestro país. Conforme avanzó el tiempo poco a poco me di cuenta que esto era, en efecto, una guerra; y que como tal, terminaría por afectarnos a todos. Pocos escucharon entonces.

La gente pensaba que Monterrey siempre sería un santuario de seguridad en dónde todos podíamos seguir con nuestra vida como si nada estuviera pasando mientras la violencia comenzaba a dispararse en otras zonas del país. Las cifras de muertes iba en aumento al tiempo que nos reconfortábamos en creer que todos los caídos eran criminales. “Se están matando entre ellos” nos decían, alimentando el mito de que la creciente ola de violencia era positiva y sobre todo inevitable. Más lo inevitable era que esta guerra eventualmente llegaría a nosotros, a nuestras vidas. Lo dije entonces y nadie escuchó.

¿Y ahora? La cifra oficial dice 53 muertos. Personas que murieron quemadas o asfixiadas ante un hecho sin precedente en la ciudad. Sin importar los agravantes que rodean la periferia del hecho, la realidad es que demasiada gente inocente perdió la vida ese día. Lo triste es que aún muchos no lo pueden ver así. “Eso les pasa por ir a dónde bien se sabe lavan dinero”, “¿Qué hacían ahí a esa hora?”, “Se lo merecen por adictos”... en fin. Se niegan a escuchar.

Es sorprende la negativa de los regiomontanos ha aceptar que su ciudad esta consumida por un conflicto violento verdadero. Como para tratar de justificar su indiferencia prefieren cerrar los ojos ante la cruenta realidad que estamos viviendo. Nada les importa. ¿Porqué? Por que piensan que nunca les va a su un día 35. Otro: El café Iguanas. Uno más: El Sabino Gordo. “Todos eran malitos”, “Eso les pasa por drogarse”, “Era un lugar de perdición”, “Se lo estaban buscando”. Había que hacer algo, un día nos podía tocar. No, ellos decían que no.

¿Y ahora? La cifra oficial dice 53 muertos. Personas que murieron quemadas o asfixiadas ante un hecho sin precedente en la ciudad. Sin importar los agravantes que rodean la periferia del hecho, la realidad es que demasiada gente inocente perdió la vida ese día. Lo triste es que aún muchos no lo pueden ver así. “Eso les pasa por ir a dónde bien se sabe lavan dinero”, “¿Qué hacían ahí a esa hora?”, “Se lo merecen por adictos”... en fin. Se niegan a escuchar.

Es sorprende la negativa de los regiomontanos ha aceptar que su ciudad esta consumida por un conflicto violento verdadero. Como para tratar de justificar su indiferencia prefieren cerrar los ojos ante la cruenta realidad que estamos viviendo. Nada les importa. ¿Porqué? Por que piensan que nunca les va a suceder.

Así como hace un año era impensable que ocurriera algo similar a lo del Casino Royale hoy muchos piensan que esto no puede seguir en aumento. Asumen que es imposible que algo así Aunque esta guerra no sea “tuya”, aunque su resultado y consecuencias no te importen, aunque prefieras ignorar tu realidad o simplemente te de miedo dejar tu burbuja de ignorancia; eventualmente llegará a ti. Es inevitable.

¿Qué puedes hacer? No te digo que salgas a la calle y te les enfrentes con palos y piedras. Tampoco sirve de mucho si das “like” a unas cuantas páginas que piden la renuncia de Medina. Es también poco benéfico que salgas a marchar con nada más que un nudo de sentimientos encendidos por una confusa indignación.

Todos esos actos han dejado de ser suficientes desde hace mucho tiempo. El mecanismo bajo el cual funciona la sociedad en que vivimos no permite que estos actos simbólicos se conviertan en resultados, al menos no por ahora. De nada sirve que miles de personas griten consignas de libertad mientras millones más no saben de lo que están hablannegocios por unos cuantos millones de pesos es porque pueden hacerlo; porque a nadie más le importa mientras ese negocio no sea el propio.

Por ello lo vuelvo a repetir. Aunque esta guerra no sea “tuya”, aunque su resultado y consecuencias no te importen, aunque prefieras ignorar tu realidad o simplemente te de miedo dejar tu burbuja de ignorancia; eventualmente llegará a ti. Es inevitable.

¿Qué puedes hacer? No te digo que salgas a la calle y te les enfrentes con palos y piedras. Tampoco sirve de mucho si das “like” a unas cuantas páginas que piden la renuncia de Medina. Es también poco benéfico que salgas a marchar con nada más que un nudo de sentimientos encendidos por una confusa indignación.

Todos esos actos han dejado de ser suficientes desde hace mucho tiempo. El mecanismo bajo el cual funciona la sociedad en que vivimos no permite que estos actos simbólicos se conviertan en resultados, al menos no por ahora. De nada sirve que miles de personas griten consignas de libertad mientras millones más no saben de lo que están hablando; dónde incluso cientos de esos miles tampoco entienden realmente lo que esta pasando.

Esta guerra, esta situación, esta violencia no te puede importar y mucho menos resolver si no la comprendes, si no la examinas, sino la reflexionas. Y no me cansaré de decirlo, detenerte un momento a pensar es lo primero que tienes que hacer para contribuir a terminar esta pesadilla.

Sunday, August 14, 2011

Escribir en otros lugares

Es un tanto estúpida la necesidad que tengo de escribir “algo” cuando me encuentro en algún lugar fuera de casa. Es un sentimiento que se intenta justificar mediante la idea de que, sin importar el tiempo que lleve aquí, la sola estancia y el cambio de entorno se traducen automáticamente en experiencias con algún tipo de valor.

La verdad es que lo poco o mucho que encuentre en estos parajes tienen que ver con el mismo reflejo de lo que soy o pretendo ser. Todo lo que hay aquí es simplemente un cambio de colores, aromas y desconocidos; dónde mi interior permanece virtualmente intacto.

El escribir el día de hoy en las mesas al exterior del hotel es igual que el haberlo hecho en algún expendio de café o en mi propia casa. Ahora bien, esto no significa que el cambio de ubicación no traiga consigo importantes desarrollos; simplemente que no los trae por si mismo.

El esperar una gran epifanía o repentina iluminación interior por el solo hecho de estar algunos grados centígrados abajo o respirando aire de otros árboles es tan tonto como pensar que un viaje a Europa les abrirá la perspectiva global a esos grupos de quincieñeras burguesas atrapadas en sus búbujas sociales.

Es un poco como aquel turista que cree que entre más fotografías se tome con monumentos locales y más iglesias observe sin pagar un solo centavo ya conoce alguna ciudad. O como aquellos que al leer algún resumen de la vida y obra de algún autor creen conocer sus ideas. O también, porque no decirlo, como esas personas que por tener algún título ya se creen calificados, no solo para desempeñarse profesionalmente, sino para demeritar a los que no tengan una acreditación similar.

En la vida hay procesos meramente instrumentales que nos llevan, muchas veces sin saberlo, a circunstancias que eventualmente influyen de forma concreta en nuestro desarrollo como personas. Es, sin embargo, bastante común el confundir estos procesos con el fin mismo al que estos atienden.

Hoy se nos enseña en las aulas que para obtener un resultado B hay que realizar una acción A, sin que se pasé mucho tiempo expicándonos porqué A produce B o bajo que circunstancias. Y mucho menos de si B es algo deseable o A una acción justificable; pero eso atiende a otra problemática.

La cuestión es que poco a poco nos hemos olvidado que dentro de toda operación de causa y efecto hay una infinidad de cuestiones subyacentes al proceso que permiten y explican el porqué se dan las cosas. Ignoramos lo que es verdaderamente importante en nuestra empresa por mejoramiento personal, intelectual, espiritual y humano. La literatura que pretende explicar esto no es más que un montón de lugares comunes que explican contextos y soluciones inadecuadas por ser terriblemente específicas.

No es sorprendente entonces observar como “la superación personal” o la literatura “motivacional” es tan solo una lista de pasos y recetas que en algún momento le funcionaron a alguien en algún lugar; pero que en términos explicativos carece de todo sentido, provecho y justificación.

En fin... cosas como estás a veces resultan de escribir en otros lugares.