Tuesday, August 17, 2010

Ozora


No podía dejar de escribir una entrada sobre lo que probablemente fue una de las mejores semanas de mi vida. Recientemente finalicé mi estancia en la linda ciudad de Bilbao; y para cerrar mi estadía en el viejo continente decidí asistir a uno de los festivales más importantes de la escena del trance psicodélico: El festival de Ozora. Como muchos de ustedes saben amo este tipo de música como pocas cosas en la vida. Cada vez que intento explicar mi pasión por estos sonidos se me agotan las palabras; y aunque eso se lo podemos atribuir en parte a mi limitado vocabulario, me gusta pensar que realmente el lenguaje no me alcanza para externar las maravillas de la música.

La naturaleza básica de éste festival comparte fuertes similitudes con eventos parecidos en diversas posiciones del espectro musical. En general, se toca música durante seis días seguidos en un bosque a las afueras del pequeño pueblo húngaro de Ozora. La locación cuenta con baños portátiles, agua corriente en algunas zonas y una variada selección de tiendas de alimentos, ropa, accesorios y parafernalia psicodélica. Los asistentes se instalan en los amplios, verdes y naturales alrededores por medio de casas de campañas e instalaciones similares. En general, nada fuera de lo normal.

Sin embargo el ambiente y la atmosfera del festival es, en mi opinión, bastante particular. Siempre he tratado de expresar las virtudes específicas de este género musical en relación con su base “ideológica” o su “intencionalidad”; pero de una u otra manera nunca había estado 100% seguro de lo “auténtico” de esa supuesta esencia musical contenida en el “GOA”. Bueno, pues quiero comunicarles alegremente que eso dejo de ser el caso.

Tiene mucho que ver que últimamente me he visto rodeado de nuevas y locas ideas sobre la religión, la sociedad y la vida misma; pero aún así, el hecho de que todo ese contenido hiciera tanto sentido al ritmo de esta música amplificada con autoridad por el poderoso arreglo de bocinas; fue… bastante conmovedor. Aún así, lo mejor de todo esto no fue esa catarsis personal que tuve al escuchar a mis artistas favoritos de todos los tiempos (¡Logic Bomb!) en una hermosa locación natural; eso fue solo el principio.

En sus orígenes, el trance psicodélico, proveniente de las playas hindús de Goa, tenía una fuerte influencia de la cultura oriental en cuanto a su base ideológica. Las nuevas combinaciones de sonidos y estructuras tenían el propósito de servir como paisajes musicales para “viajar”, para pensar, para sintonizarte con la naturaleza, el mundo, el universo… y contigo mismo. Así, durante los siguientes años esta música se consolidó como una herramienta más de todos aquellos buscando la sabiduría de los “chamanes”, las enseñanzas de Buda y las revelaciones del mundo natural.

Y aunque conforme pasaron los años esa esencia se fue perdiendo; nunca desapareció del todo a pesar de que progresivamente los sonidos se volvieron menos orgánicos, más repetitivos, menos originales y hasta cierto punto, menos psicodélicos. Por ello, a pesar de que en general la escena se encuentra muerta y ahora las dos corrientes que mantienen el estandarte de trance psicodélico distan mucho de su intención original; la gente aún conserva fresca esa consigna de PLUR (Peace, Love, Unity and Respect) mientras exhiben sus tatuajes del mantra Om que se hicieron en 1999. Al menos en el festival.

Y a pesar de lo ridículo que pueda parecerles a algunos de ustedes el mantener esos ideales “neo-hippies” vigentes, es ese deseo utópico y aparentemente risible de una sociedad basada en la libertad y el amor lo que hace tan diferente esta atmosfera y esta música.

Aquí no importa si has escuchado todas las canciones escritas por U-recken o si tienes en tu posesión ese EP raro y súper oscuro de Green Nuns of the Revolution. En este ambiente a nadie le interesa si te sabes cada una de las notas del último disco de Younger Brother o si tú estuviste en la primera presentación en vivo de Shpongle. La gente te ve con los mismos ojos si llevas 15 años escuchando psytrance o decidiste venir al festival porque no tenía nada que hacer esa semana.

En este festival la gente no tira vasos de cerveza al aire, o hacen un slam violento en la primera fila. Aquí nadie se empuja por llegar hasta donde están las bocinas y a nadie le importa si bailas como Michael Jackson o solo brincas en un lugar. A nadie le interesa si tienes 15 años o 60; si vienes al último grito de la moda o estás disfrazado de duende, hada, payaso o simplemente tienes un pato de hule amarrado a la cabeza.

Aquí la gente tira burbujas en la pista de baile, se mueven a como sienten la música, hacen contacto visual contigo y sonríen. Aquí la gente te ofrece agua si te ven sediento, champagne si te ven muy sobrio o incluso un par de hongos si saben que los vas a disfrutar. En este festival la gente llena sus aspersores de agua para refrescar a la acalorada multitud, bolsas de basura para mantener limpia la pista y pequeñas calcomanías de caritas felices para alegrar el ambiente.

Ya sea al comienzo de la noche, al romper del amanecer o cuando el sol comienza a ocultarse la gente en este festival estaban ahí para disfrutar la música y disfrutar (aunque fuera solo por unos días) ese slogan de paz, amor, unidad y respeto. Y a pesar de lo irreal y ridículo que puede sonar, ese era justo el ambiente que se vivió en el festival.

A pesar del acceso prácticamente ilimitado al alcohol y otras sustancias estupefacientes; en toda mi estancia no me tocó ver ningún tipo de “desfiguros”, conflictos o desórdenes tan característicos de una fiesta de ésta magnitud. Al final, todos estaban cuidándose uno a otros de una manera que no había vivido en un evento de este tamaño.

Y así es fácil darse cuenta que cuando la gente tiene sus necesidades cubiertas en un ambiente de libre expresión, libertad, entretenimiento y ni una pisca de estrés; las mejores virtudes de nuestra naturaleza salen a la luz. Y aunque esto se da en un ambiente controlado y bajo circunstancias normalmente consideradas… irreales; la sensación de que esas ideas de libertad, amor y paz, en apariencia con un contenido tan agotado, aún mantienen algún tipo de vigencia es algo realmente revitalizador.

Y yo creo firmemente que ese sentimiento y esos ideales pueden ser aprovechados ahora más que nunca. Porque es claro que la forma en cómo “funciona” el mundo no es la correcta; y aunque pedirle al cielo utopías sigue siendo tan banal como siempre; es claro que las cosas tienen que cambiar; y la libertad tiene que seguir siendo el fin y el medio principal de ese cambio.



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