La contienda electoral para elegir a nuestro presidente se está desarrollando en un momento histórico muy diferente al que teníamos el sexenio anterior; aunque los candidatos parecen aún no comprenderlo.
Las campañas siguen siendo huecas simplificaciones de la realidad del país. Día con día se nos bombardea con “spots”, espectaculares y panfletos que reducen la elección a un ejercicio meramente publicitario. Pareciera que la administración de la nación y el concepto mismo de democracia se nos vendiera como un producto de consumo más.
La gente; sin embargo, ya se está cansando de comprar política como si fueran refrescos y exige con hartazgo justificado una cara más real de lo que acontece en México. Los estudiantes de este 2012 son el ejemplo más claro y contundente de ese reclamo. La premisa es simple: se exige el panorama completo, los tonos de gris, la memoria histórica y sobre todo, el costo político para partidos y candidatos.
A los políticos se les reprueban sus actitudes anti-democráticas, manipulación de información, engaños, mentiras, cinismo, populismo, vínculos criminales, incompetencia, superficialidad, lealtades escondidas y su poco interés real por cambiar la precaria situación del país. Pero al parecer el evidenciar la falta de coherencia y compromiso de los partidos políticos raya en una actitud intolerante.
De inmediato nos inundan olas de comentarios, editoriales y opiniones de marionetas al servicio del arcaico aparato político con discursos sobre “odio”, “ofensas”, “injurias” e “intolerancia” a nuestros cínicos políticos. Se menoscaba la indignación ciudadana al invalidarla por ser un tanto áspera para la delgada piel de nuestros aspirantes al poder.
¿Pero dónde estaban todos esos “líderes de opinión” cuando durante décadas el país y su población han sido injuriados, ofendidos y burlados no solo con palabras; sino con acciones por estos mismos demagogos? ¿Qué acaso la represión de libertades, el engaño sistemático, el enriquecimiento propio y el empobrecimiento del país no son actitudes de odio? Al parecer el hundir a México no justifica reprimenda alguna y el indicarlo no tiene cabida en el ejercicio electoral.
El reclamo y el insulto caben en el discurso democrático desde el momento en que el debate es inexistente por superfluo. Se ataca a los candidatos y a los partidos porque esa maquinaria nos ataca como población al burlarse del concepto de democracia y dejar todo, como siempre, en una danza retórica vacía. Pero en México los ofendidos son los políticos y la lista de lo absurdo se engrosa cada día más.