Friday, December 31, 2010

Otra entrada más sobre el fin de año

Un año más se acerca a su fin. Muchas cosas importantes y dignas de mencionarse han acontecido a lo largo y ancho de nuestro planeta. Tantas y tan variadas que no vale la pena que las enuncie, especialmente cuando el recuento de todo lo que fueron estos 12 meses será evaluado concienzudamente por diversas agencias noticiosas. En primera instancia pensaba poner aquí algunos breves comentarios sobre porque para mí el 2010 fue un año bastante significativo; sin embargo me di cuenta que realmente no había necesidad de hacerlo.

Simplemente diré que el 2010 ha sido, muy probablemente, el mejor año de los 25 que he tenido la oportunidad de vivir. Jamás había viajado tanto como el 2010, jamás había experimentado tantas cosas nuevas como en el 2010 y, lo más importante, jamás había conocido tanta gente excepcional como en el 2010; eso sin dejar de lado a todas las grandes experiencias con mis amigos de toda la vida. En fin, digamos que el 2011 tiene unos zapatos muy grandes que llenar (“zapatos muuuy grandes”).

Aún así no podía quedarme sin realizar una pequeña entrada relacionada con el fin de año. A pesar de que las festividades de año nuevo pueden ser aún MÁS cliché que las de Navidad, siento que el significado que le damos a este día es mucho más variado. Es difícil, sin embargo, el pensar en año nuevo sin tener en cuenta los clásicos “propósitos” y ese amargo sabor que nos produce el observar que no hemos cumplido la mayoría de ellos.

Las listas de propósitos de fin de año me producen sentimientos fuertemente encontrados. Una parte mí me dice sin lugar a duda que son una estupidez; pero por otro lado me doy cuenta que gracias a ellos muchas personas que jamás lo harían se dan lo oportunidad de detenerse un poco y reflexionar sobre dónde están y a dónde quieren ir. Muchas veces eso es difícil de ver con propósitos superfluos como “voy a bajar de peso” o “mejoraré mis calificaciones”, entre otros; sin embargo si miramos con cuidado, incluso el más banal de los propósitos contiene un pequeño deseo de mejorar.

Que si la mejora es real, ilusoria o mal direccionada; eso es más complicado. Que si el siempre intentar mejorar es realmente deseable es todavía una cuestión más compleja. Lo único de lo que estoy más o menos seguro es el hecho de que los propósitos se hacen con una buena (aunque ligeramente egoísta) intención. La intención de mejorar nuestra vida, la intención de vivir mejor.

Y al final, aunque esto puede ser una terrible simplificación de ese hecho, creo que el tratar de alcanzar un mayor “índice” (comillas, comillas) de ese abstracto concepto de felicidad no puede ser tan malo. El problema, pienso yo, radica en que ese deseo es poco sincero. Año con año se hace millones de estas listas sin otro objetivo que cumplir con la tradición. Es, digamos, una salida fácil a esa pregunta: “¿qué es lo que realmente quiero de mi vida?”.

Gente atrapada en empleos que detestan, relaciones auto-destructivas que no encuentran cómo ni por qué terminar, y círculos de vertiginosos vicios que cada vez parecen más normales que perjudiciales. Ideales olvidados, sentimientos ignorados y ese terrible miedo de levantarnos un día y hacer lo que queremos antes de lo que en “teoría” debemos.

Es fácil decir todo esto; más el realizarlo es sumamente complicado. Una lista de propósitos de fin de año puede que no nos saque de nuestro vació existencial o de nuestro insoportable páramo desolado de emociones, ni de nuestra angustia asfixiante de que el tiempo se está terminando; pero creo que puede ser un buen inicio si se realiza con propiedad.

1 comments:

Pinkrobot said...

Tus entradas siempre están bien depres. New year's buzz killer >:(