¿Cómo hay que sentirse cuando no hay nada más que el ritmo de la propia oscuridad? ¿Qué hay que decir cuando solo se puede discernir el tono de esa exrtaña música llamada soledad? ¿Cómo hay que actuar cuando todo lo que sientes es el frío resoplar de un viento amable; pero indifernete?
Es una pena que solo pueda hablar en preguntas. Es realmente triste que no tenga ninguna respuesta a tan inquietantes interrogantes. ¿Será acaso porque no tengo con quién hablar ahora mismo? ¿Será por el hecho de que quiero conversar y no puedo? ¿Es, en parte, todo esto el fruto de una incapacidad de comunicación?
Si hay algo reconfortante de todo esto, es ese conocimiento propio de tus limitaciones. Aún así, por más cercano y verdadedaro que sea todo esto a mi realidad existencial; no puedo más que dejar el camino abierto a un sin fin de sin-sentidos e interpretaciones. Hablo y escribo sin decir nada. Pero eso sí... sientiendo un poco, o a veces.... bastante.
Me da un poco de pena. El poner todo esto sobre la mesa sin ningún tipo de explicación o justificante. Me siento un tanto “mal” al esperar que ustedes entiendan o “sientan” la escencia (si hubiera) de este escrito. Es un tanto egoísta ese sentimiento de exteriorización inconsecuente. Pero como muchos otros... soy víctima de ese fenómeno de hyper-comunicación.
Si tu fueras ella; o yo fuera él... lo mismo sería. Para ser completamente sinceros; esto sería inexistente.
Pero... (va!) aquí está. Otro barco más; otra espesa nube de humo gris; ligera, tenue, libre y fugaz. Algún día entenderé a donde van todas están conversaciones llenas de piedras flotantes y trascendencia incomprendida.
Y odio (u odiaba) todo esto. Criticaba sin piedad eso mismo que ahora hago. ¿Quién soy yo para ponerme en pie sobre mis propios e ignorantes juicios? ¿Porqué he cambiado tanto? Si fuera fantasma...¿Que tan transparente sería?
Es como una canción.... sin rimas, sin ritmo, sin melodía. Pero arreglada a un tempo predeterminado al fin. Con la aburrida harmonía de una danza tribal. Un sonido... y luego el otro. Pero al final; las llamas de la fogata siguen ardiendo sin control. Y al ver la luz de la luna; ésta sigue igual de tenue que siempre. Pero eso sí... siempre hermosa, siempre lejos... siempre blanca.
Espero algún día pueda remitirme a estos escritos y teclear sin esconderme; hablar sin destruir; escuchar sin alucinar más que esa realidad verdadera, definida y expresable. Lo demás... no va ni al cielo ni al infierno; se quedará... al pie de la montaña.