La escritura de los vencedores.
Se podría continuar con la lista de nombres ilustres, todos los cuales dan
testimonio en el mismo sentido: la escritura de la historia de la filosofía griega
es platónica. Ampliemos el marco: la historiografía dominante en el Occidente
liberal es platónica. Así como en el imperio soviético del siglo pasado se
escribía la historia (de la filosofía) desde el único punto de vista
marxista-leninista, así también en nuestra vieja Europa los anales de la
disciplina filosófica responden al punto de vista idealista. Consciente o
inconscientemente.
Así como un error o una distorsión
de la realidad que se repite diez, cien, mil veces, se convierte en verdad (y
más aún cuando su enunciación proviene de los grandes, los poderosos, las
autoridades oficiales, las instituciones), este tipo de mentiras piadosas se
encubre bajo un manto de certeza definitiva. Esta transfiguración del interés
político de las civilizaciones judeocristianas –que celebran lo que las
legitima y las justifica- constituye la razón de Estado de la institución
filosófica.
Así las cosas, Platón reina como
maestro, pues el idealismo, al inducir a confusión entre la mitología y la
filosofía, da ocasión para justificar el mundo tal como es, para invitar a
alejarse de la vida terrenal, de este mundo, de la materia de la realidad, en
beneficio de las ficciones con las que se amasan esas historias para niños a lo
que en última instancia se reducen todas las religiones: un cielo de ideas
puras fuera del tiempo, de la entropía, de los hombres, de la historia, esto
es, un trasmundo poblado de sueño a los que se atribuye más realidad que a lo
real de la encarnación, una posibilidad para el Homo sapiens que consagra escrupulosamente todo su ciclo vital a
morir en vida, a conocer la felicidad angelical de un destino post mortem, y otras necedades que
conforman una visión mitológica del mundo en la que todavía hoy mucha gente permanece
atrapada.
Las historias de la filosofía se
despliegan para mostrar la riqueza de las variaciones sobre el tema del
idealismo. Olvidan que el problema no reside en la variación, sino en la eterna
repetición del antiguo estribillo musical del tema. Es verdad que Platón no es
Descartes, ni éste es Kant, pero los tres, al repetirse veinte siglos de
mercado idealista, monopolizan la filosofía, ocupan todo su espacio y no dejan
nada al adversario, ni siquiera las migajas. El idealismo, la filosofía de los
vencedores desde el triunfo oficial del cristianismo convertido en pensamiento
de Estado -¡cuánta razón tenía Nietzsche en presentar el cristianismo como un
platonismo para uso de la plebe!-, pasa tradicionalmente por ser la única
filosofía digna de este nombre.
Hegel, el furriel de este mundo,
dedica una energía desenfrenada a afirmar en sus Lecciones sobre historia de la filosofía, dictadas en la
universidad –el lugar más ad hoc-,
que filosofía solo hay una (¡la suya, evidentemente!), que todas las anteriores
fueron su preparación, pues se desarrollaron orgánicamente según un plan -¡una
especie de filodicea!-, y que esta
construcción afirma la omnipotencia de la razón en la Historia, ciertamente,
per Razón se superpone también a otros términos, como Concepto, Idea o… ¡Dios!
La filosofía, confiscada desde el idealismo alemán por la Universidad, el
Templo de la Razón hegeliana, pasa la mayor parte del tiempo por ser una “ciencia
de la lógica”.
La gente bien situada no tiene
nada que temer respecto de la supervivencia de su próspero mundo; después de
Pitágoras, el Fedón de Platón le
enseña la inmortalidad del alma, el odio al cuerpo, la excelencia de la muerte,
la aversión a los deseos, los placeres, las pasiones, la libido, la vida; La ciudad de Dios repite hasta la náusea
el mismo odio al mundo real en nombre, por supuesto, de una Dios de amor y de
misericordia; y no esperemos que la Suma
teológica de (Santo) Tomás de Aquino enseñe otra cosa; los Pensamientos de Pascal nadan en aguas
igualmente turbias; lo mismo vale para Descartes o Malebranche; la Crítica de la razón práctica defiende
ideas parecidas, aunque reformuladas en la escolástica trascendental de los “postulados
de la razón práctica”, etc. La gente bien educada, héroes y heraldos de la
historiografía dominante, iconos de los programas oficiales, rompecabezas
preferidos de los aspirantes al doctorado en filosofía o de los que anhelan ser
catedráticos y gozar de buena reputación oficial, ese ganado, objetivo de caza
de la lista de autores de programa, ¡en la práctica no pone en peligro el mundo
tal como está!
-Fragmento de "Las sabidurías de la antigüedad, contrahistoria de la filosofía, I" de Michel Onfray