Monday, July 29, 2013

¡Gracias!

Tarde, pero sin sueño.

Me siento terrible cuando trato de excusar mi retraso de algún compromiso individual o colectivo con el tan explotado concepto moderno de estar “ocupado” (léase sin comillas). La verdad es que todo mundo está ocupado… demasiado ocupado en estos días y eso no me es motivo de júbilo o  de algún sentido de ilusoria relevancia.

Pero hoy no quiero ahondar en mi crítica de los valores modernos, simplemente extender un agradecimiento público a todos los que con mucho o poco me apoyaron para poder participar en la conferencia “Reconstruyendoimaginarios nacionales, reafirmando tejidos sociales desgarrados: Reaccionesante la violencia y la desaparición en América Latina, un enfoqueinterdisciplinario.”, llevada a cabo el pasado 3 y 4 de Julio en la Universidad de Durham.


Agradezco, sin ningún orden particular, a
:
José Luis Cervantes
Edelmiro García
Guillermo Valdés
Federico Garza de León
Héctor Treviño Cantú
Aydeé Revuelta Arreola
Ana Montano
Roberto Guerrero Compeán
María del Carmen Compeán
Sergio CobosEnrique Ruiz
Alberto Garza Barragán
Eliánne Carolina OstosAndrés de la Garza
Marcela Sánchez Quintanilla
Víctor Revuelta Arreola
Benjamín Ortiz
Miguel Arturo Velez
Aldo Godínez
José Luis Compeán Guzmán
Carlos Arturo Flores
Ana Balan
Federico M. Garza Martínez
Gasafe
Kaliopezalba





Sunday, July 7, 2013

De viajes y transformaciones

This is the state in despair. No matter how much the despairing person avoids it, no matter how successfully he has completely lost himself (specially the case in the form of despair that is ignorance of being in despair) and lost himself in such manner that the loss is not at all detectable—eternity nevertheless will make it manifest that his condition was despair and will nail him to himself so that his torment will still be that he cannot rid himself of his self, and it will become obvious that he was just imagining that he had succeeded in doing so. Eternity is obliged to do this, because to have a self, to be a self, is the greatest concession, an infinite concession, given to man, but it is also eternity’s claim upon him.

S. Kierkegaard


28/Jun/2013, Aeropuerto Internacional de Houston

Es extraño el estar en un viaje que no sea estrictamente de trabajo. Mi vida me ha hecho así de contradictorio. Hace unos minutos estaba en la barra de un bar del aeropuerto; sintiéndome abrumado nuevamente por la realidad. El whiskey doble que consumí era por demás innecesario; sin embargo resulto extremadamente relajante.

La chica que atendía la barra, como si hubiera sentido mi melancolía crónica, me preguntó repetidas ocasiones si me encontraba “bien”, a lo que repetidas ocasiones respondí que “si”. La verdad de las cosas es que si me encuentro bien; tal vez mejor que en mucho tiempo, pero la realidad no deja de incomodarme.

Todo se escucha ridículo en inglés. Esa es mi única conclusión de momento. Tengo ganas de platicar con un extraño; ganas de platicar de mí.

30/Jun/2013 London fields

Por primera vez en mucho tiempo me siento como en casa. Somos, sin duda, los hijos de una generación perdida. Al final lo único que buscamos es amor (sea lo sea que eso signifique) y, obviamente, relevancia.

1º/Julio/2013 Escaleras de la biblioteca Bodleiana, Oxford

He aprendido que solo se puede conocer una ciudad si conoces a su gente. Lamentablemente no tengo ni el tiempo ni la facilidad de profundizar en mi relación con ningún local de Oxford de forma que la segunda mejor alternativa es observar la compleja interacción de la gente y su ciudad.

Cada vez me cuesta más salir de viaje y llevar conmigo los viejos paradigmas del turista. Hoy más que nunca me pesa tomar fotografías y visitar museos o catedrales. La única esperanza que a veces me queda cuando me muevo entre ríos de desorientados viajeros es la de encontrar algún símbolo perdido de relevancia; alguna señal representativa del Universo en torno a mi empresa de entenderlo y comunicarlo.

Muchas veces sucede, ya sea por obra real de las circunstancias o por mi propia alucinación de estas. Alguna pintura, alguna mención, algún lugar histórico con dejos de mi existencialismo burdo y divergente. Esas son las fotografías de la consciencia y la verdadera esencia de una ciudad.

Me cuesta tomar fotografías porque me pesa llevar cargando las borrosas memorias falsas que esas imágenes van a provocar. Detesto las imágenes. Creo que las odio por estáticas. Aborrezco lo que no se mueve, lo que no se manifiesta.

2/Julio/2013 Radcliffe Square, Oxford

El tiempo no significa nada cuando estamos realmente despiertos. En un esfuerzo por encontrar sentido en un día normal y rutinario, es justo en el vértice dónde confluye la reflexión racional con la emotividad del sentimiento de existencia dónde todo, incluyendo el tiempo, pierde sentido.

A pesar de que tengo que medir mi estancia en este café para cumplir con un plan obligaciones, por un par de horas pareciera totalmente irrelevante el ritmo al que avanza el reloj.

Entre línea y línea leo pasajes existencialistas y no puedo dejar de imaginar que todas esas palabras me hablan a mí solamente. Es cómo imaginar que el sol sigue tus pasos. La gran ironía de mi nihilismo es pensar que el todo y la nada me tienen contemplado a mí para dar este mensaje de totalidad e insignificancia.

Mi anhelo es solamente confundir el alma de los que me leen. Motivar el replanteamiento de su realidad, aquella que como la mía es su momento, no es más que una torre de cartas, espejos e ilusiones.

2/Julio/2013 Tren a Durham, estación de Sheffield

Poco antes de llegar a la estación, observando pradera tras pradera del genérico verde de una naturaleza desconocida me di cuenta de un par de cosas. La primera es que mi discurso filosófico difícilmente será tomado con el rigor que los paradigmas “científicos” de mí actualidad demandan. Esto será atribuible al estilo mayormente lírico y personal con el que suelo darme licencia para escribir sobre todo lo que a mi entender conlleva alguna revelación más o menos general y relevante sobre el Universo. La sola naturaleza especulativa, que ya de por si es arrogante, me hace sentirme identificado con otros grandes sistematizadores de la realidad que en su pretensión han sido incomprendidos o sobrevaluados.

La segunda cosa que pasó por mi mente al observar esas británicas lomas de pasto y sus intrascendentes vacas y ovejas fue el darme cuenta que en lo que a mi veloz pasar respecta, toda la imagen en su dinamismo existencial, me es totalmente insignificante. Pensé entonces cómo ningún lugar (ni en tiempo ni en espacio) contiene alguna significancia intrínseca a nuestro fragmento individual.

Esto da pie a algunos desarrollos. El primero que quisiera abordar es simple y, hasta cierto punto, gracioso. Si el caso que expongo es congruente y estuvieran de acuerdo con él, la naturaleza del “turista” en su genérica particularidad es irrisoria y un tanto patética.

El turista atiende a ciertos lugares (en espacio ya que la significancia en tiempo es algo que aún no puede atribuir o controlar) con la intención de darles una significancia personal que irónicamente se encuentra basada en una concepción colectiva y ajena; siendo entonces mayormente intrascendente al individuo en sí.

De esta forma, en un esfuerzo inútil se intenta sublimar de forma burda y superficial lo inerte de una imagen, un lugar, un símbolo o una ciudad entera. Los resultados varían, pero incluyen la generación de fotografías, memorias y experiencias vacías y forzadas que no sirven más que para perpetuar la cortina de humo azul que enmascara la real insignificancia del todo y la vida.

Es verdad, claro, que a manera de un efecto meramente colateral surgen experiencias personales en las que un significado individual puede ser apropiado y asimilado. Sin embargo me parece lamentable que se deja esa ventana de posibilidades al gigantesco vacío de lo fortuito. ¿Cuál es entonces la significancia del viaje o cómo se pretende debería serlo?

Detesto hablar de imperativos cómo si en realidad conociera la verdadera ética de la existencia; sin embargo en esa misma abstracción de mi esquema asumido de valores es de dónde me atrevo a ejercer una opinión, debatible, sobre la disciplina del existir.

Si un lugar carece de significado por sí solo, la intencionalidad que pueda asumir le tiene que ser dada por quién pretenda darle esa significancia. Hablando en términos simples, es mediante la intención individual que ejerciendo y manifestando su existencia, atribuye un significado a la realidad del lugar. Considero imposible el existir en un lugar determinado sin ejercer una intención; pero es la manifestación consciente de esa intención lo que produce la experiencia activa, significante y, posiblemente, trascendente, de un momento determinado.

Es claro que para ejercer una intención también es necesario cierto grado de ejercicio de poder, de forma que un viajero determinado puede tener o no la capacidad de ejercer ese poder de forma significante. En mi caso, no tenía capacidad para transformar esa imagen genérica de praderas en algo trascendente; sin embargo el verter estas palabras le dan al viaje en el tren un lugar privilegiado en mi memoria; fruto de esa misma intención de expresión en un lugar lejano y el ejercicio del poder para expresarlo como aquí lo muestro.

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En ese sentido y siguiendo ese camino de pensamiento, los recuerdos que me llevo de Oxford son en la facilidad que estos se presentan en la interacción con mi amigo Federico Garza de León. Esto, aunque bastante significativo, no puede ser atribuido a la ciudad; sino a una significación previa formada en otros espacios y otros lugares por la compleja dinámica de la amistad y la interacción humana. Y si bien el haber compartido una copa en la taberna dónde Tolkien y C.S. Lewis discutían las mismas irrelevancias por las que ahora se les admira fue bastante significativo; la labor del espacio en esa intención no deja de ser meramente periférica.

En mi necesidad de buscarle significado a lo que yo mismo he asumido repetidamente como absurdo, imagine un nuevo método de creación de memorias y relaciones con este y otros viajes. Decidí comprar un libro interesante y cuya lectura y pasajes quedaran siempre asociados con mi visita a esta sede de conocimiento occidental. En alineación con los temas que aquí me ocupan, elegí un tomo de escritos angulares de la tradición existencialista; esa que de la que en su momento muchos querían deslindarse. Así, entre párrafo y párrafo escrito le doy una repasada a algunas de las notas de Unamuno, Nietzsche y Sartre entre otros.

Este fragmento de mi escrito deriva directamente del siguiente pasaje de Kierkegaard:

The paradox of faith, then, is this: that the single individual is higher than the universal, that the single individual—to recall a distinction in dogmatics rather rare these days—determines his relation to the universal by his relation to the absolute, not his relation to the absolute by his relation to the universal.

A lo que se me ocurre contestar que tal vez esa paradoja sea inexistente si relacionamos la fe como esa misma intención del individuo de pertenecer al universal; dónde la distinción entre lo absoluto y su fragmento es la misma voluntad universal entendida cómo propósito. ¿Es acaso este propósito o necesidad de uno el móvil natural de la existencia? Pienso, de momento, que sí.

2/Julio/2013 Varsity Bar, Durham

He llegado a mi destino y aunque de momento no tengo mucha intención de escribir, he decidido hacerlo. En mi extraña noción de las cosas ordené un whisky irlandés debido a mi proximidad imaginada con esa región. Mi mente se remonta entonces—ya perdida en sus ilusiones—a las humanas historias de Joyce y sus Dublineses. Todo, obviamente, es un tanto ridículo.

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La pausa que hice para comer me ha robado de toda inspiración y deseo de expresión. Siento ahora que lo único que me gustaría es descansar, seguir bebiendo y comenzar a observar a la gente. Las primeras impresiones de una ciudad son tan engañosas como las de las personas. Aun así me voy a aventurar a ejercer irresponsablemente un comentario (o varios) sobre mi primera interacción con Durham.

De entrada, la imponente catedral domina el panorama y pone en evidencia casi de inmediato la naturaleza medieval histórica de la ciudad. Su engañoso acomodo me dio la impresión de que me encontraba en una ciudad un tanto más grande; sin embargo pronto me di cuenta que este no era el caso.

Tras caminar algunas cuadras llegué al hotel dónde estaría hospedado las siguientes tres noches. No recuerdo si alguna vez he pasado tanto tiempo en alguna otra ciudad de la Gran Bretaña. Aunque los alrededores me hicieron sentir algo de desconfianza, la amenidad que sentí al entrar a The Shoes disipó ese sentimiento.

Una par de viejos tomaban unas cervezas cuando me acerque a la barra para hacer válida mi reservación. Una linda chica, de un rostro bastante inocente y con una sombra muy peculiar en sus ojos; me pasó una pequeña forma en la que llené mis datos. Casi de inmediato otro joven con una dentadura un poco desafortunada me ayudó a subir mi maleta hasta el cuarto; el cuál, para mi sorpresa, no le pedía absolutamente nada al de cualquier otra cadena hotelera más comercial.

Después de instalarme, bajé para ver si podía obtener algo de alimento y, claro, alguna bebida. No quise arriesgar nada, de forma que pedí un Jack Daniels con coca y un vaso de agua al tiempo que me informaban que ya no servían alimentos. No me quedó entonces alternativa más que salir a la ciudad.

La parada de autobús se encontraba a escasos metros del hotel y aunque el camión hizo mi trayecto mucho más corto, a los dos minutos que descendí del vehículo me di cuenta que tomarlo había sido mayormente innecesario.

Así, en otros pocos minutos me encontraba ya en el casco antiguo. Por mí limitada experiencia no pude evitar relacionar las similitudes estéticas con la de aquella Vitoria Gasteiz de Álava y otras joyas del país Vasco. No sé qué tanto pueda cambiar esa impresión en los días que me quedan por acá; pero en esa osadía del prejuicio que tan humanamente se nos da; me gustaría comentar que la gente en Durham tienen una apariencia más… familiar comparado con la impresión final que me llevé de Londres y Oxford. Lo que sea que eso signifique.

4/Julio/2013 Edificio Dawson, Universidad de Durham, final de la conferencia

Should we appropriate others people’s pain?

There is something that goes beyond academic inquiry or even traditional rationalization of any given concept. I refer to a highly speculative and emotional feeling which can bring us, at least momentarily, out of this conceptual void of despair.

This, which I can only describe as a feeling of collective universality, comes from that same subtraction we do from our collective reality when we fall prey of this overwhelming sensation of meaninglessness and absurdity.

In this re-affirmation of our individuality, this internal and self-defense mechanism of isolation, we detach ourselves from reality and from the realization of this general lack of meaning in life. Yet, we are able to transcend back into the universal when we re-connect at an emotional level with our humanity.

This, in essence, is the true divinity of existence. To cry is to acknowledge our own fragmentation and to name the dead is to re-affirm our own transcendence. We don’t only manifest our will to exist; but we channel the collective intention of the Universe to exist and express purpose.

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Es bastante abrumador y desestabilizador el tratar de conceptualizar la naturaleza violenta de la realidad al estar directamente ligado a ella. Reafirmar los fracasos de la esencia histórica de la humanidad como propios, como inevitables y naturales; ejerce un desgaste devastador.

Todo, por momentos, pierde relevancia y significado; sin embargo lo hace de una manera tan rápida y brutal que en el vacío queda un fantasma de angustia sin forma ni fondo. Una incomodidad existencial casi paralizante se apodera del cuerpo, que a diferencia del liberador nihilismo activo, hunde al alma en una pasividad que se quiere asumir como total.

La convergencia de tantas ideas y conceptos es de por si excesiva; de forma que solo queda la estela cansada de una inútil labor de realización personal. En esa misma vulnerabilidad, el sentido común y su elusiva emotividad dejan posibilidad a un extraño y sentimental momento en dónde la universalidad, cómo sentimiento, encuentra espacio, vehículo y forma.

Las lágrimas son reflejo de una sensibilidad fruto del quiebre de toda esperanza existencial. La reafirmación de la divinidad del todo parece eludir por completo su trascendencia al hacer una dinámica constructiva y deconstructiva en ese mismo vacío de significado.

Es claro que tengo que elaborar esto mucho más.