Wednesday, July 4, 2012

Lastimosa izquierda mexicana…


Es realmente sorprendente el desenlace de la contienda electoral presidencial. “Ridículo” es la única palabra que se me ocurre para describir lo acontecido en estos días. Y lo que me impacta no es en absoluto el triunfo del PRI, la gran derrota del PAN o la necedad del PRD; pues todo eso era demasiado predecible si observamos el devenir de las campañas con un poco de objetividad. Lo que me parece verdaderamente impresionante y ridículo son todos aquellos sorprendidos por los resultados.

Ahora que la derrota de AMLO parece inminente de acuerdo al PREP, sus numerosos seguidores han decidido apoyarlo en lo que probablemente sea el último de sus desfiguros en la vida política de nuestro país. Retomando la retórica del fraude, cantado desde antes de comenzar los comicios del 1º de Julio, los devotos de López Obrador inundan las redes sociales con una carencia argumentativa maquillada de espíritu de lucha. “Fanáticos” es la única palabra con la que puedo definirlos, pues el defender a AMLO como estandarte de democracia y lucha social es tan superficial e irracional como creer en el nuevo PRI de Enrique Peña Nieto.

No perderé mucho tiempo en definir el perfil de Andrés Manuel pues muchos otros lo han hecho ya; y aunque al inicio de su campaña decidí tener fe en su supuesto cambio de actitud y premisas conciliadoras, su falta de vocación democrática me son más evidentes ahora que al comienzo del 2012.

Personalmente me había resignado a olvidar su berrinche electoral de hace un sexenio; pues aunque nunca se conjuntaron pruebas contundentes de fraude, lo cerrado de la contienda daba lugar a las demandas del PRD. Por ello, ignorando la incongruencia y populismo de la mayoría de sus propuestas decidí apoyarlo con mi sufragio en esperanza de que pudiera derrotar a quién todavía considero la mayor amenaza del país: El PRI.

A pesar de ello, en estas últimas semanas fui nuevamente recordando los arranques de irracionalidad, el narcisismo latente, la necedad, cerrazón y total falta de auto-crítica del candidato de “izquierda” y sus militantes. Y lo escribo entre comillas porque las fachadas ideológicas de los partidos siguen siendo un disfraz para ocultar la vacuidad propositiva de cada uno de ellos.

Sus seguidores culpan enérgicamente al PAN por no apoyarlos con esa aberración democrática llamada “voto útil” mientras que desacreditan los 18 millones de votos que recibió el PRI. Es gracioso, en una manera trágica y lúgubre, que realmente culpen a los panistas que en todo su derecho democrático decidieron no votar por AMLO considerando lo polarizante que él y el PRD han sido a lo largo de décadas. Es aún más trágico el hecho de que fue el mismo PRD el que bloqueo la reforma política que contemplaba la segunda vuelta que le daría sin duda el triunfo a López Obrador.

Pero lo que sigue sorprendiendo es como todos estos autodenominados izquierdistas se niegan a ver el lastre que AMLO ha sido para su partido y para este cause ideológico en México. La misma terquedad y necesidad de poder del “Peje” fueron lo que evitaron que tuviéramos a Ebrard como el candidato de las izquierdas e incluso una posible alianza con el PAN, asegurando la captación de todos los conservadores que le negaron, con su debida razón, el voto a la supuesta radicalidad de AMLO.

El no aceptar la derrota ante 3.5 millones de votos en contra es una estrategia a la cuál le sigo buscando sentido. Pues a pesar de todas las irregularidades, las cuales no niego estén presentes, el comprobar un fraude de esa magnitud (en caso de haberse dado) es una labor prácticamente imposible. Es evidente que el PRI movilizó toda la maquinaría que tienen ya tan depurada para asegurar esta elección. La presencia de coacción, acarreos, compra de votos y manipulación mediática es evidente e innegable. Sin embargo todo eso que compone el supuesto “fraude” son acontecimientos que se han ido suscitando durante meses de campaña e incluso antes de que ésta comenzara. ¿Porqué entonces esperar hasta resultar perdedor para levantar la voz de manera enérgica como hasta ahora?

Si AMLO estaba tan seguro del fraude ¿porqué acepto participar en una contienda tan inequitativa? ¿No le hubiera sido más válida su lucha al hacer este reclamo su labor de campaña? ¿Por qué entonces, en un acto de congruencia, no se negó por lo menos a firmar el famoso pacto de civilidad con el resto de los candidatos?

Para ver un cambio de ganador en la contienda electoral, estimando los porcentajes de beneficio por compra de votos que propone Alianza Cívica (71% para EPN, 20% para JVM y 9% para AMLO) y considerando la distribución equitativa de esos votos entre los tres partidos; tendríamos que hablar de que se compraron más del 10% de los votos del país, esto es alrededor de 5 millones de sufragios.

Es verdad que si los resultados se probaran válidos más del 60% de la población no quisiera a Peña Nieto en los Pinos, pero consideremos también que en ese caso serían aún más los que preferirían ver a AMLO lejos de la presidencia. ¿Cómo entonces estos autodenominados demócratas se niegan a respetar el derecho de millones de ciudadanos a votar en contra del PRD? ¿Por qué les es tan difícil entender las razones que otros puedan tener por votar por un candidato indefendible en la misma manera que ellos lo hacen?

¿Qué hay de la decisión del campesino que objetivamente prefiere mil pesos a la efímera esperanza de que cualquier demagogo mejore su precaria situación? ¿O se esa madre humilde que prefiere llamar a Estado Unidos con una tarjeta telefónica gratis que esperar otros 12 años de gestión de fracasos políticos? ¿Tampoco vamos a respetar la decisión de aquel que conscientemente prefiere regalar algunas de sus libertades para vivir en la tranquilidad de un país en “paz” con el narco? ¿O qué decir de aquel votante que por su situación económica y de entorno realmente cree en el nuevo PRI?

Independientemente de la moralidad bajo la que se evalúen esas decisiones, en una democracia también votan ellos y su voto, por más irracional que sea, cuenta igual. Sin embargo AMLO, quién en teoría entiende al pueblo, parece negarse a concebir que alguien no quiera votar por él.

AMLO y sus seguidores parecen tampoco respetar a los miles de ciudadanos que voluntariamente hicieron posible las elecciones: Los funcionarios de casilla, consejeros y observadores que se capacitaron durante meses para montar casillas, contar votos, llenar actas, regular comicios y detectar irregularidades. Así, sin más, se les toma como cómplices de un fraude aún sin comprobar, cuando una mínima fracción de los que lo gritan a los cuatro vientos estuvo si quiera cerca de ofrecerse a apoyar instrumentalmente la elección.

AMLO no se cansa de desacreditar las instituciones y sin embargo vive y opera dentro de ellas. Yo no defiendo al IFE ni a otras cúpulas institucionales; sin embargo hay que ser congruentes. AMLO debe decidir si opera en ellas y para ellas o si están tan podridas que tiene que hacer su "lucha social" fuera de éstas. Pero nuevamente el candidato PRDista maneja el discurso institucional a su antojo, vociferando contra los mismos organismos que dice respetar y bajo los que tendría que apegarse normativamente. Ahí tenemos al EZLN que no encontró espacio en el restrictivo aparato político y, justificadamente o no, decidió llevar su lucha fuera del esquema constitucional; siendo coherente al menos en sus ideales y premisas.

Si algo positivo salió de todo esto es que por fin la gente se dará cuenta que la democracia en México, y muchos otros países, es una ilusión, un mito, un espejismo. La democracia en un ámbito partidista no existe. Sus representantes solo nos requieren cada seis años para validar su acumulación de poder. Nadie allá arriba nos representa, ni lo hará en el esquema actual. México no saldrá adelante hasta que acabemos con los partidos políticos y las instituciones que trabajan para ellos y por ellos.

¿Qué hacer? Seguir levantando la voz. Hasta que la ciudadanía no ejerza un poder político capaz de rivalizar con el de los partidos nada cambiará. El fraude no son las irregularidades de la contienda electoral, el fraude es el mismo sistema político.

Lo primero que tenemos que hacer es dejar de lado espejismos ideológicos y fanatismos dogmáticos. AMLO y el PRD no son mucho mejores que el PRI o el PAN. Nos manipulan pero hacia el otro lado. Polarizantes son todos los partidos. Ahora nos tienen divididos en tres, fraccionados y atacándonos por defender lo indefendible.

Gritamos democracia cuando somos los primeros en presentar actitudes anti-demócratas. Paranoicos, conspiracioncitas, sesgados, parciales, individualistas... estamos cayendo en su juego cuando los que deberían estar cambiando su estrategia son ellos.

Si realmente quieren hacer algo por México, hay que comenzar por darle lugar a la objetividad y la evaluación crítica e histórica de nuestro entorno. Hay que prepararnos para cambiar al sistema desde la ciudadanía y no esperar algún milagro electoral u otro caudillo populista. El país solo puede cambiar de abajo para arriba. Estamos despertando, pero si en los círculos dónde se supone el diálogo es abierto y razonado seguimos creyendo en los fantasmas democráticos que nos ofrecen los partidos, nos tomará muchos años más cambiar el porvenir de México.

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